La reciprocidad en la pareja se entiende como la espiral positiva de dar y recibir, un fluir constante de gratificaciones en los que ambos miembros se hallan inmersos.
En los primeros años de relación este círculo se da de manera espontánea e inconsciente, muestras de cariño, palabras de aliento, halagos, una actividad que hace la vida más fácil a la otra persona, etc., que son percibidos, valorados y devueltos por la otra persona, y vuelta a empezar.
Conforme la pareja va creciendo hay que poner un mayor énfasis y esfuerzo no sólo en dar, sino también en percibir el recibir, ya que el hecho de que muchas de estas cosas se conviertan en cotidianas (que lleve los niños al colegio cada día, que se encargue de la comida, que asuma las gestiones bancarias, que tenga la ropa limpia y planchada…) hace que perdamos el valor de las mismas.
Aspectos importantes a tener en cuenta a la hora de fomentar la reciprocidad:
Agradecer las gratificaciones recibidas. Esto es, expresar a nuestra pareja que nos hemos dado cuenta de aquello que ha hecho por nosotros, ya que favorece la empatía y refuerza la aparición de otras gratificaciones.
Pedir gratificaciones. Por mucho tiempo que llevemos con nuestra pareja no debemos dar por sentado que conoce nuestros deseos, gustos y preferencias en cada momento. Caer en el error del “debería” sólo nos lleva a acumular tristeza, resentimiento e insatisfacción. Conviene expresarlas de una manera asertiva. Por ejemplo: “me gustaría que tú…”, “es muy importante para mí que tú…”, “me sentiría mucho mejor si tú…”
Ojo con el círculo negativo
Igualmente, tenemos que tener presente que el círculo del dar y recibir no se convierta en negativo y prevalezca lo que se denomina coerción. Como percibo este gesto de desagrado por tu parte, o que hayas dejado de hacer aquello por mí, o que ya no me haces tal muestra de cariño; yo, hoy que me pides tal favor, no lo hago, no te aliento ante algo a lo que te vas a enfrentar, ni pregunto qué tal te ha ido, emito una palabra malsonante, etc.
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