La ira es una emoción de las consideradas negativas, pero es importante entender que su finalidad es adaptativa. Cuando alguien se enfada suele ser porque considera que la situación que está viviendo es injusta, se siente amenazado o frustrado en la consecución de un objetivo y ante ello debe dar una respuesta.
Ahora bien, existen intensidades distintas dentro de una misma emoción, y no le daremos igual salida conductual, al sentirnos molestos, expresando de una manera tranquila qué es lo que nos ha afectado, cómo nos sentimos y el cambio que pedimos, que si nos sentimos enfadados o con ira, donde podemos elevar el tono, discutir e incluso decir cosas que realmente no pensamos.
Por tanto, no se trata tanto de las cosas que a uno u otro puede molestarnos si no precisamente en quedarnos en esa intensidad de la emoción que nos permita hacer frente a la situación de una manera adecuada.
Pero, ¿cómo podemos controlar esta emoción?
En primer lugar, resulta fundamental cuidar lo que se piensa. Ideas irracionales del tipo “si alguien se porta mal con nosotros debemos pagar con la misma moneda”, “es terrible qua haya gente que me trate tan mal”, “nadie puede fallarme porque yo nunca fallo”, “es el responsable de cómo me siento”, “la ira me ayuda a que no se me haga daño”, “todo me sale mal”, “no tiene derecho a…” etc., junto con darle vueltas una y otra vez a lo ocurrido, traer recuerdos similares o mantener sucesos desagradables en la memoria, nos lleva a un circulo vicioso entre pensamiento y emoción que hace que la intensidad de esta última se eleve, y nos condene a la explosión conductual.
En el momento de la situación, técnicas como la respiración abdominal (ya tratada en este blog) o alguna distractora como cantar o contar desde 300 de tres en tres hacia atrás puede ayudarnos a ver la situación de otra manera y calmarnos. En este sentido, también resulta útil la técnica del tiempo fuera que consiste en retirarnos de la situación que se está viviendo unos minutos, para poder coger también distancia emocional, proponernos calmarnos con cualquiera de las pautas anteriores, antes de volver y hacer frente al momento en cuestión.
Por último, cuidar nuestra autoestima, elegir un modelo de persona cuya actitud nos gustaría seguir e imitar sus formas de pensar, sentir y actuar, así como fomentar la empatía, intentando ponernos en el lugar del otro para entender los motivos de porqué ha actuado de esa manera, nos ayuda a reducir nuestro enfado.
En definitiva, si piensas que el manejo de la ira es un problema en tu vida, no dudes en poner en marcha estas pautas o acudir a un psicólogo, quién te dotará de estas y otras útiles herramientas.
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