Cuando conocemos a una persona y nos elegimos como pareja nos ilusionamos, deseamos que esa relación nos llene. Pero a veces va pasando el tiempo junto a esa persona y nos damos cuenta que nos hemos ido conformando, todo gira en torno a nuestra pareja, no tomamos decisiones, nos sentimos manipulados, no confiamos, no vemos la vida desde los mismos ojos y desearíamos que esa persona cambiase. Un día al mirarnos al espejo no nos reconocemos, no somos capaces de renunciar a esa relación porque necesitamos a esa persona, aunque en el fondo sabemos que deberíamos hacerlo, y tenemos miedo a quedarnos solos.
Hay que saber diferenciar entre elegir y necesitar. Elegir es escoger dentro de mi libertad, es no tener miedo, confiar en mi elección y a partir de ahí tener el control de mi vida. Necesitar es no ser libre, dejar que la dependencia y el miedo sean los que manejen mi vida, es no confiar en uno mismo. Cuando hay una dependencia emocional, no eliges al otro, estás con esa persona porque la necesitas, porque crees que sin ella no vas a poder vivir, aunque renuncies por esa relación a ti mismo. Cuando hay dependencia no hay amor.
Llegados a este punto lo más importante es tomar conciencia de la situación, para eso lo mejor es taparse los oídos y mirar, las personas nos comunicamos con nuestros actos mucho mejor que con nuestras palabras. Si con tu pareja ambas cosas no coinciden, recuerda que los actos nunca mienten. Es necesario reforzar nuestra autoestima, empezando a confiar más en nuestras propias capacidades.
Tenemos que analizar nuestra dependencia y ser honestos con nosotros mismos para ver cuánto hemos cambiado por esta relación, qué cosas hemos llegado a hacer por la necesidad de esa persona, por el miedo a estar solos. También nos puede servir escribir un listado de las cosas negativas del otro para recordar que no va a cambiar y que no lo aceptamos como es. Una vez conseguido hay que parar de pensar en todo eso porque cuanto menos atención le prestemos más libres vamos a ir siendo.
Junto a todo esto va a haber que superar un síndrome de abstinencia (ansiedad, pensar obsesivamente en el otro, no comprender por qué lo hemos hecho, insomnio, ganas de llorar…) porque lo necesitamos y tenemos que aprender a vivir sin él. Por lo que es necesario no tener ningún contacto con él. Aquí podemos apoyarnos en los amigos y la familia.
A pesar de todas estas recomendaciones, suele haber recaídas en las que se vuelve con esa persona por el miedo que tenemos, las dudas… y pasado un tiempo se vuelve a dejar la relación. Lo importante aquí es volver con más fuerzas a nuestro objetivo de ser felices.
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