Muchos medicamentos a los que con frecuencia se les achacan efectos sexuales adversos se utilizan para tratar enfermedades que por sí mismas pueden producir alteraciones en la esfera sexual. Los antihipertensivos y los psicofármacos se han relacionado con estas alteraciones, pero la impotencia es frecuente en pacientes hipertensos, incluso sin tratar, y la incidencia de trastornos sexuales en pacientes psiquiátricos no tratados puede alcanzar al 70%.
También las disfunciones sexuales son más frecuentes entre la población enferma que entre la sana, y la edad influye negativamente en el rendimiento sexual, lo mismo que el alcohol y el tabaco. El hecho de que muchos pacientes sepan que algunos fármacos pueden afectar su sexualidad puede llegar a provocar esos efectos.
La fisiología de la respuesta sexual, con matices, parece ser similar en ambos sexos, por lo que en teoría los fármacos afectan de forma muy parecida al hombre y a la mujer. No obstante, la respuesta sexual de cada persona es variable y la influencia que los fármacos pueden ejercer sobre ella depende de la dosis y duración del tratamiento, de la acción de otros medicamentos tomados de manera simultánea y de diversos factores físicos (integridad de los órganos sexuales, suficiencia hormonal y función vascular y neurológica) y psicológicos. Así, un fármaco puede ser tolerado por un paciente y en otro, por el contrario, causar problemas sexuales.
En general, el trastorno sexual inducido por los medicamentos suele remitir cuando se reduce la dosis o se retira la medicación. El comienzo de las alteraciones puede suceder pasadas unas horas, semanas e incluso meses, desde el inicio de la toma del medicamento o del incremento de su dosificación.
De los fármacos a los que se les ha achacado efectos sobre la esfera sexual destacan los siguientes:
- Fármacos utilizados para el tratamiento de la hipertensión arterial (antihipertensivos). Entre ellos, los diuréticos tiazídicos pueden provocar disminución del deseo sexual, disfunción eréctil y disminución de la lubricación vaginal. Los betabloqueantes pueden generar alteraciones en la libido, así como de la función eréctil. Los antihipertensivos de acción central (clonidina, metildopa), cada vez más en desuso, pueden disminuir la libido y provocar alteraciones en la eyaculación (retrógrada y retrasada) y ginecomastia. En el campo del tratamiento de la hipertensión es bueno comentar que los medicamentos más utilizados -IECAS, ARA II y calcioantagonistas- carecen de efectos sexuales adversos.
- Medicamentos indicados para los trastornos mentales. Los antipsicóticos, utilizados para trastornos mentales severos como paranoias, psicosis o esquizofrenia, se han vinculado con la producción de alteraciones sexuales, disfunción eréctil o eyaculatoria y, en menor grado, disminución de la libido y aún con menor frecuencia aumento de la libido y priapismo, que consiste en una erección persistente y a veces dolorosa que se presenta a menudo sin estimulación sexual y que requiere atención médica urgente. Estos efectos suelen ser dosis-dependientes (sólo aparecen cuando se está tomando la medicación), salvo en el caso del priapismo, y se relacionan con cualquier tipo de antipsicóticos. En la mujer, además del descenso de la libido, puede provocar alteraciones menstruales.
Los antidepresivos se han relacionado con trastornos sexuales que pueden afectar a cualquiera de las fases de la función sexual. En relación a los fármacos antiparkinsonianos se han notificado casos aislados de aumento de la libido e hipersexualidad en pacientes tratados con levodopa y cabergolina. El efecto parece ser dosis-dependiente y reversible.
No es común el perjuicio de la función sexual por el uso de tranquilizantes mayores, y entre los menores, las benzodiacepinas pueden disminuir la libido, aunque en algunos pacientes la disminución de la ansiedad que les causan estos fármacos favorece la función sexual.
En cuanto a los tratamientos hormonales, destacamos que los esteroides anabolizantes, corticosteroides y estrógenos disminuyen los niveles de testosterona, lo que provoca disminución de la libido e impotencia, y los andrógenos, además de los efectos comentados en el hombre con problemas de próstata, pueden producir atrofia testicular y ausencia de espermatozoides en el semen (azoospermia). Los estrógenos, utilizados como método contraceptivo en la terapia hormonal sustitutiva o en algunos cánceres (sobre todo de mama y próstata) pueden producir en la mujer tanto incremento como disminución de la libido, y disminución de la libido e impotencia en el hombre.
La cimetidina, muy utilizada en tiempos pasados para el tratamiento de la hipersecreción gástrica y hoy en desuso, puede producir disminución del deseo sexual, impotencia y ginecomastia (desarrollo mamario excesivo en el hombre) que se explica por la disminución de los niveles de testosterona. Los fármacos más empleados como famotidina, ranitidina y omeprazol no parecen tener dicho efecto.
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