Teresa Díaz Bada.
Continuamente tenemos ejemplos en los medios de comunicación de personas que, a pesar de los obstáculos, han conseguido cambiar sus vidas. Desde personas con serias discapacidades físicas o psíquicas hasta personas que viven en entornos muy desfavorecidos. Todas ellas son ejemplo de lucha ante la adversidad. Personas que no dudaron de su capacidad para poder cambiar las cosas que les habían sucedido.
Esa fuerza de voluntad y tenacidad es admirable y nos resulta a veces increíble que nosotros podamos alcanzar a tenerla. Sin embargo, continuamente nos encontramos con dificultades en la vida y, por ello, con grandes oportunidades para demostrarnos hasta qué punto el firme propósito de enfrentarnos a ellas constituye, en la mayoría de los casos, el principio de la solución a las mismas.
Los problemas y dificultades son oportunidades para crecer y para demostrarnos que somos capaces de llevar nuestra vida, de cometer errores e intentar solventarlos buscando otras alternativas. Las temidas equivocaciones no lo son en realidad si asumimos interiormente que forman parte del aprendizaje de la vida y que sería terrible no cometerlas, porque eso nos llevaría a paralizarnos.
De la misma manera es importante asumir que el fracaso en cualquier empresa no es vergonzoso. Lo realmente penoso es no ser capaces de intentarlo. Todo lo que se sueña con hacer, hay que intentarlo. Poniendo todo de nuestra parte, no evitaremos los fracasos, sin duda, pero nos sentiremos bien, porque el premio verdadero es haberlo intentado. El decirnos a nosotros mismos que hemos sido capaces de hacerlo, de intentarlo, de vencer el miedo, independientemente del resultado.