Todos estamos hechos de recuerdos, son como ladrillos en la construcción de nuestras vidas, y basta mirar hacia atrás; algunos hasta parecieran más latentes que nunca. Hay recuerdos que nos envejecen, entristecen y opacan; sin embargo hay otros, llamados buenos recuerdos, que sirven para impulsarnos con fuerza hacia adelante. Los buenos recuerdos pueden llenar nuestro vacío, encender la llama del amor, devolvernos la sensación de bienestar; pueden alegrarnos, acercarnos, provocarnos y potenciar nuestra luz propia. No existen quienes no tengan buenos recuerdos; porque los recuerdos están ligados a nuestra historia personal y deben existir momentos que valgan la pena recordar. Incluso algunos, hasta con nostalgia lo harán. Estas buenas situaciones a las cuales nuestra mente recurre, son las que transforman el rostro y nos dejan una agradable sonrisa. Me atrevo a decirles, que es bien interesante canjear los malos recuerdos por buenos, e ir así sustituyéndolos en la medida de nuestras posibilidades emocionales. Y cuando hablemos de los malos momentos, personas, sucesos, siempre rescataremos la enseñanza que eso nos dejó (porque siempre hay alguna). Aprenderemos, tal vez a “no recordar” algunos y recordar otros. No hablo de olvido, porque tanto la palabra olvido como la palabra recuerdo son verbos diádicos: necesitan de un par contrario para que tengan sentido. Por ejemplo: hace frío porque hay ausencia de calor, está oscuro porque hay ausencia de luz. Hablo de “no recordar”; que no necesariamente es haber olvidado. La mente actúa de la siguiente forma: hace un ejercicio de libertad, le asigna un valor a una fecha, un acontecimiento o a una persona y después concientemente la recuerda. No es fácil recordar cumpleaños, porque son muchas fechas, pero sí es fácil recordar cuando ya tienen un valor en nuestra mente, por ejemplo alguien que haya nacido en una navidad o en una fecha patria, es muy probable que lo tengamos más presente que otros, y eso sucede también con un trabajo, un proyecto, y más frecuentemente en el amor. Olvidar es la forma inconsciente de recordar. Lo que ayuda a que este inconsciente esté en silencio, son las posibilidades que tenemos de reemplazar una experiencia por otra mejor, entonces la memoria le asigna un mayor valor a la segunda; y la primera –se decir que- queda en el olvido. Tengo la bendición de charlar con amigos y amigas y recordar historias lindas, divertidas, anecdóticas, y hasta ridículas; pero que bien merecen un lugar en nuestra memoria. Cada etapa deja en nosotros ganas de quedarnos en ella, -aunque sea por algún instante- con algún pretexto, con alguna excusa…Recordar, es una forma de abrazar, de tocar, de acariciar, de oler a otras personas, que tienen un vínculo afectivo con nosotros. Recordar, es quizá –para algunos- la única forma que conocen de encender una ilusión