Todos tenemos metas, objetivos o deseos por cumplir, pero ¿que ocurre cuando tenemos nuestro Everest particular al que no llegamos a subir nunca? Os cuento:
Imaginemos que nuestro objetivo es coronar el Everest. En primer lugar empezaremos a entrenar nuestro fondo físico, nuestra resistencia. Buscaremos entrenadores, expertos, nos informaremos, etc. para conseguir la preparación que necesitamos. A continuación acometeremos cimas medianas, luego altas y cuando creamos que estamos preparados iremos hacia nuestra gran cumbre.
Lógico ¿no? Pero ¿que nos ocurre con nuestros grandes retos personales o profesionales? Simplemente que no utilizamos esa lógica y queremos conseguir una gran meta saltándonos los pasos intermedios.
Si la meta es perder 40 kilos de peso, tendremos que empezar con el objetivo de perder 3 y consolidarlos. Luego serán otros tantos y así sucesivamente. Cada pequeño logro nos dota de autoestima, vamos consiguiendo objetivos y estos nos enfocan hacia delante. Cuando nos ponemos un objetivo mayúsculo, al ser largo el reto, no lo sostenemos en el tiempo y el logro no se acostumbra a producir. “Muy largo me lo fiáis Sancho” dice El Quijote y el tiempo agota nuestra paciencia y acabamos por abandonar.
Recordar que la autoestima se alimenta de todo aquello que para nosotros es importante y conseguimos. Si nos enfocamos a los logros obtenidos, nos sentimos bien. Si recordamos cuando peleamos y vencimos, cuando nos empeñamos y ganamos, nos sentimos orgullosos de nosotros mismos, poderosos y capaces de cualquier hazaña que nos propongamos.
Para darnos más argumentos, os diré, que cualquier cambio para que sea tal, debe sostenerse en el tiempo. Si no lo sostenemos, no es real. Si deseo ser una persona equilibrada debo explorar mi autoconocimiento y esto no es tarea de un mes. Si deseo una licenciatura, debo dedicar tiempo y esfuerzo. Si deseo una buena relación de pareja, debo cultivarla. Si deseo amigos, debo alimentar esas relaciones. Si deseo una buena reputación profesional, la tengo que construir paso a paso. Y así todo.
Ahora os explicaré una sencilla herramienta que os ayudará a conseguir nuestra meta. Como os digo sencilla y fácil: proponeros pequeños logros. Una buena forma de orientarnos es construir un collage, poniendo pasos a conseguir, recreándonos en ello y construir nuestra historia futura. Cada día el propósito debe ser ¿Qué voy a hacer hoy que me acerque a mi objetivo? Y celebrar, si celebrar cada pequeño logro conseguido, además de no desfallecer. Abandonar un día, no significa abandonar el proyecto, el permitirnos caer y levantarnos nos liberará del sentimiento de culpabilidad que asumimos al fallar. Orientarnos a que sigo intentándolo nos sacará de mirar sólo al pequeño abandono. Y así, paso tras paso, conseguiréis coronar vuestro Everest particular, seguro.
Ahora os dejo unas reflexiones personales
¿Cuál es mi Everest particular?
¿Qué pasos voy a seguir?
¿Cuándo empiezo?
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