Toda persona está compuesta por muchos aspectos psicológicos que conforman su emotividad y su personalidad. No solo somos de una raza, de un origen, de una condición social o de una orientación sexual. No solo somos lo que nos marcan nuestra profesión o nuestros estudios. No basta con sentirnos de un sexo o un género, o pertenecientes a una familia o a un grupo determinado. Somos todo eso y algo más, a lo que apenas hacemos caso. Toda persona necesita llenar dentro de sí un hueco sensible y emocional al que se da en llamar “espiritualidad” y que muchos llaman “alma”.
Hay personas que llenan esa ansiedad humana con la creencia en alguna de las muchas religiones existentes; para los creyentes, la religión puede dar respuesta a sus expectativas de motivación en la vida, de porqué ocurren las cosas o cuál es el destino de cada uno. Pero hay muchas personas que no creen en una religión específica y para quienes, sin embargo, existe la necesidad de saber quiénes son y porqué sienten una constante inquietud. Esa inquietud no se satisface con objetivos materiales, ni con una vida opulenta o cómoda, simplemente.
La respuesta espiritual
Solemos basar nuestro sentido de la identidad en aquellas cualidades o aspectos propios que se proyectan hacia el exterior y que provienen del exterior. Decimos que somos jóvenes, o maduros, o viejos, en base a lo que nos enseñan sobre la edad. Creemos que somos guapos o feos, con carisma o sin él, por lo que vemos o intuimos que los demás piensan de nosotros. Nos creamos un perfil personal con la mezcla de percepciones que tenemos de cómo nos vemos a nosotros mismos y cómo nos ven los demás.
La espiritualidad va más allá, y nos hace buscarnos en nuestro interior, para dar sentido a la vida. No importa cómo nos vean o cómo creamos que somos para los demás; lo que importa es cómo nos sentimos con nosotros mismos, y en qué basamos esa satisfacción propia o ese rechazo.
Todas las religiones ofrecen a sus fieles una cosa en común: la paz interior, el convencimiento de que están en el camino correcto. En la mayoría de ellas, esa seguridad es el premio que está por venir, en pago a la fe y entrega al dogma o la deidad; un premio que se consigue al final del camino, tras la muerte física. Pero, ¿y si esa inquietud, esas ganas de saber para qué estamos en esta vida y quienes somos verdaderamente, pudiera responderse en el transcurso de esta existencia, ahora, cada minuto en que observamos nuestro “yo” interior?
La espiritualidad humana es la búsqueda de la propia identidad y de cómo nos une con el resto del mundo; la búsqueda de una parte de nosotros mismos que hemos ido descuidando y olvidando. Hay numerosas formas de alentarla y muchas más de esconderla, ya sea por medio de religiosidad, misticismos, o incluso ignorándola mediante el materialismo. Pero ni la compra compulsiva de objetos y la obtención de lujos o privilegios, ni las oraciones o la fe en futuros paraísos, pueden muchas veces llenar ese vacío que parece encontrarse dentro de cada persona.
Plantearse ser espiritual
Ser espiritual no es más que afrontarse uno mismo; o lo que es igual: comprender que estamos vivos para disfrutar y aprender de esa vida. Ser espiritual no es más que ir confiando en el sentimiento y la intuición propios, lejos de voces tremendistas, de temores o dogmas dictados. Se crea en el dios que se crea, o aunque no se crea en ningún dios en absoluto, el mensaje es el mismo: mente y espíritu, bien equilibrados, son suficientes para llevar una vida satisfactoria y plena.
Para lograr ese objetivo no hay más que observarse realmente. Conocerse a uno mismo es reconocer cuántas cosas hacemos porque “quedan bien”, o porque nos lo ordenan o enseñan así, o porque es lo que se espera de nosotros, y cuántas deseamos hacer en verdad. Nadie nace violento, amargado o nervioso; el mundo exterior nos construye así. En nuestras manos está encontrar la paz que permite una mente clara y serena. En nuestras manos está elegir cómo actuamos, perdonarnos a nosotros mismos por nuestros errores, y no juzgar a los demás por los suyos. Eso es espiritualidad también.
La espiritualidad es la base del amor universal, comenzando por la aceptación y el compromiso de mejorar uno mismo. Solo así podemos auto comprendernos y comprender a los demás.
http://lesbianas.about.com/od/Espiritualidad/a/Qu-E-Es-Ser-Espiritual.htm