Es mejor viajar lleno de esperanza que llegar"
Proverbio japonés
“Abandonen toda esperanza”, dice el sombrío letrero a las puertas del Infierno que imaginó Dante Alighieri en su Divina Comedia. No es exagerado decir que en el camino de todo ser humano hay tramos igual de melancólicos: dan ganas de abandonar el camino, pues ¡parece tan difícil seguir! El sendero resulta demasiado oscuro, lleno de obstáculos, estrecho y asfixiante.
Cuando no podemos hallar solución, ni nos sentimos capaces de encontrar una salida, nos invade uno de los sentimientos más intensos y ásperos que existen: la desesperanza.
La desesperanza se puede experimentar en diferentes grados: hay quienes sólo se sienten abatidos por no poder resolver un aspecto específico de sus vidas y han perdido la capacidad y las ganas de enfrentarse a él. Para otros, no obstante, la situación es más complicada.
La desesperanza puede llegar a convertirse en un desánimo profundo, una tristeza aguda que antecede a la parálisis total de la depresión. Es ese peligroso instante en el que dejamos de meter las manos para salvarnos, y nos rendimos ante las circunstancias. No es mera resignación, es renuncia: soltamos las riendas de nuestra propia vida.
La desesperanza va ligada a frases como “ya no sé qué hacer” o “no encuentro la salida”, y los especialistas la definen como “un bien ausente imposible de alcanzar”. Es decir, el anhelo de lo que no se tiene y que, además, parece irrealizable.
Para superarla es recomendable pensar en alternativas, generar opciones que nos impulsen a continuar.
Todas las culturas han creado leyendas y cuentos de hadas para mostrar soluciones a estos estadios con poderosas metáforas que han educado a varias generaciones de niños y adultos. En muchas narraciones clásicas, los protagonistas están en un callejón sin salida: cuando el hada perversa atrapa al príncipe para impedir que rescate a la Bella Durmiente, las hadas buenas lo arman con la Espada de la Verdad y el Escudo de la Virtud. Blanca Nieves logra revivir debido a que la carroza que transporta su ataúd de cristal tropieza con una roca, liberando de su garganta la manzana envenenada. Hansel y Gretel engañan con su astucia a la bruja y quedan en libertad.
Esto no quiere decir que la vida sea un cuento de hadas y que héroes en corceles blancos nos sacarán del pozo. Todo lo contrario: estas historias muestran que siempre hay una salida, y que generalmente ésta en nuestro interior. Las armas y la ayuda que los seres fantásticos brindan a los protagonistas de los cuentos son un símbolo de aquellos recursos que viven dentro de nosotros: la imaginación, la fortaleza, la esperanza.
Los expertos definen a la esperanza como “un bien ausente posible de alcanzar”.
Sintiéndola sabemos que hay una respuesta; quizá no tenemos idea de cuál pueda ser, pero nos mantiene en marcha, aunque no nos dé una dirección concreta por la que debamos seguir. Cuando la experimentamos, en lugar de sentirnos extraviados, nos repetimos: “sé lo que tengo que hacer”.
Para encontrar la esperanza:
Reconoce que existe una posibilidad: El simple hecho de considerar alternativas puede reinstalar la esperanza.
Busca respuestas en lo desconocido: Abandona las ideas preconcebidas de lo que “debería ser” e imagina otras soluciones. Sensibilízate a tu entorno, la respuesta puede llegar de forma totalmente inesperada. Si quieres obtener resultados diferentes, ¡tienes que hacer cosas diferentes!
Recurre al diálogo: Apóyate en otras personas, cuéntales cómo te sientes y deja que te den su punto de vista respecto a lo que puedes hacer. El diálogo abre posibilidades y aclara el panorama.
Convierte las opciones en acciones: Una vez que sepas qué se puede hacer, podrás ponerte en movimiento de nuevo. ¡Querrás hacerlo automáticamente!
Si nuestras acciones logran aquello que parecía imposible, pasaremos de la esperanza al gozo, una dicha muy grande que se ubica justo en el extremo opuesto de la desesperanza. Y sentirlo ocurre con más frecuencia de la que imaginas.
La esperanza vive, muere y revive varias veces en la vida, pero nunca desaparece.
Según la mitología griega, el dios Zeus ordenó a Pandora no abrir la caja que le había obsequiado, pero ella era muy curiosa y la destapó, liberando todos los elementos que podrían hacer complicada la vida humana: el Amor, la Fatiga, el Deseo, la Enfermedad, la Muerte. Pandora volvió a tapar la caja, pero ya era demasiado tarde, quedaba una sola cosa en el fondo: la Esperanza.
La caja de Pandora está dentro de todos.
Aprender a recuperar la esperanza es como ejercitar un músculo, a más fortaleza, menos desesperanza.
Todo lo que necesitas para ir de la desesperanza al gozo está en tu interior. ¡Nunca lo olvides!
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