¿Qué nos hace ser como somos? Cada uno de nosotros es una mezcla de distintos elementos que, con la herencia, la educación y el paso del tiempo, van modelando nuestra manera de ser, tan única como las huellas digitales de nuestros dedos.
El temperamento es la manera natural en que reaccionamos ante un evento. Muchos lo definen como nuestra forma de ser; otros más se refieren a ella como sinónimo de personalidad. Lo cierto es que el temperamento determina la intensidad de la reacción que tenemos frente a un estímulo: si dos personas enfrentan una situación de emergencia, su temperamento los llevará a actuar de diversas formas.
El temperamento es inflexible. Posee un alto porcentaje genético, pero el resto de él se forma en los primeros años de vida. El componente aprendido es el resultado de las primeras experiencias a las que se enfrenta el niño y la manera en que aprende a resolverlas. Por ejemplo, si se trata de un niño que genéticamente tiene predisposición a ser agresivo y es educado en un ambiente violento, donde los padres resuelven sus diferencias con ofensas, el entorno desarrollará su agresividad.
Nuestro temperamento posee características atractivas y otras francamente desagradables. Por eso, ante ciertos escenarios brillamos de forma natural, mientras que otros se nos complican. Las cualidades de nuestro temperamento son nuestros talentos, o sea, las capacidades naturales para desempeñar ciertas tareas que nos hacen destacar de entre los demás. Por ejemplo, los que poseen un temperamento sensible suelen tener talento para apreciar y crear arte; quienes tienen un temperamento dominante, son buenos para realizar tareas de supervisión y liderazgo.
Las características menos atractivas son nuestros defectos, y suelen afectarnos negativamente: si somos iracundos, puede que los berrinches nos traicionen en el trabajo, si somos melancólicos, las frecuentes ganas de llorar (¡hasta con los comerciales!) quizá nos pongan en aprietos.
El temperamento no cambia: a lo largo de nuestra vida, será nuestra primera opción para enfrentar las circunstancias. Sin embargo, pensar que estamos condenados a reaccionar de forma predecible y automática limita mucho nuestra personalidad. Ojo: no podemos cambiarlo, pero sí lo podemos moderar.
Podemos educar a nuestro temperamento a lo largo de la vida. La convivencia con otras personas, las actividades que realizamos, la cultura dentro de la que nos desenvolvemos: el entorno lo moldea como a las rocas las delinea el viento. Por eso es común escuchar a las personas decir, “Yo antes era diferente, pero ahora soy así” o “La vida me fue cambiando poco a poco”. A veces nos toca vivir situaciones intensas que nos enseñan el valor de moderar el temperamento. Enfrentar una pérdida o ver nuestra seguridad amenazada, son circunstancias que marcan nuestra forma de ser.
Moderar el temperamento permite decidir si hacemos lo que nuestra naturaleza nos pide o si mejor adaptamos nuestra forma de ser a determinada situación. Así los enojones pueden controlar su ira y los sentimentales las lágrimas. En vez de soltarse a los golpes, o de llorar en medio de una junta de trabajo, somos capaces de contenernos y desahogarnos en un contexto que no nos perjudique.
Al momento de tomar decisiones, es importante saber acelerar y desacelerar el temperamento según las circunstancias, pues estaremos regulando la intensidad de nuestra respuesta para actuar con prudencia.
Si quieres moderar tu temperamento, te recomendamos:
Coopera con él. Pelearte con tu naturaleza no te conducirá a ninguna solución. Lo mejor será conocerlo a fondo para lidiar mejor con él. Si sabes que ser distraído es un problema, no trates de convertirte en un detallista riguroso. Mejor apégate a un método de organización que te resulte sencillo: activa alertas o recordatorios en tu celular, correo electrónico o notas autoadheribles para que nada se te pase.
Ábrete a nuevas posibilidades. Siempre hay algo que podrás hacer para pulir tu personalidad, así que la excusa “Así soy y qué” no vale. Está bien que decidas ser tú mismo, pero nunca te conocerás realmente si no pruebas algo que “no va contigo”, aunque sea sólo para confirmar que no te gusta.
Explota tu talento. Aquello que parece un defecto puede ser, en el contexto adecuado, un talento listo para ser desarrollado. Por ejemplo, si soñar despierto haciendo dibujos en una libreta te ha causado problemas en determinados contextos, intenta desarrollar esa capacidad en un entorno creativo.
Procura un acercamiento planeado, paulatino y voluntario hacia aquellos lugares, situaciones y personas que te parecen incompatibles con tu temperamento. Evita los acercamientos totales, sorpresivos e impuestos, pues te generarán rechazo.
Observa otras maneras de comprender el mundo: Convive con personas diferentes a ti, ¡aprende de ellas!
Atrévete a realizar actividades a las que no estás tan habituado. ¡Te sorprenderá lo que mucho que descubrirás sobre ti mismo!
Tu forma de ser es única, pero no esperes que el mundo se adapte a ti. ¡Modera tu temperamento y descubre todo lo que puedes dar!
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