La frustración es el estado en el que te sume no alcanzar un objetivo: es lo que siente el segundo que llega a la meta, el niño al que no le conceden el juguete deseado, el muchacho que no puede avanzar más allá de ser el “mejor amigo” para esa chica, el ama de casa que no consigue empleo...
El gran problema de la frustración es que te provoca dolor a causa de algo que no has logrado. Te inmoviliza. ¿Cómo enfrentarla?
Tenías una ilusión, un proyecto... y entonces te cierran la puerta en las narices. El futuro al que te habías invitado se desvanece. Cuando no logras lo que deseas, a veces reaccionas con violencia, a veces con tristeza: el segundo lugar insulta a los jueces, el niño llora al creer que su mamá no lo quiere, el enamorado difunde rumores sobre su amor inalcanzable y el ama de casa se deprime. El resultado final es que terminas por no hacer nada.
¿Cuántas veces la frustración nos convierte en personas tan llenas de enojo o tristeza que nos abandonamos al aislamiento y nos perdemos de un mundo lleno de posibilidades? Una alternativa para evitar que eso ocurra es recurrir a la serenidad.
La serenidad es la capacidad de guardar la calma en momentos adversos. No es un atributo fácil de hallar, menos cuando la frustración nos domina. Por ello, creemos que debes llamarla abriendo un pequeño espacio de reflexión. Al apartarte del mundo y sus afanes por un momento, creas un diálogo contigo mismo y te permites adoptar un nuevo punto de vista sobre los problemas.
Una herramienta útil para enfrentar esos momentos en los que la frustración intenta tomar el mando de tus emociones, es una conocida fórmula que tal vez has visto por todos lados, pero cuyo verdadero significado nunca te has detenido a pensar.
“Dios, concédeme serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar,
valor para cambiar las que sí puedo,
y sabiduría para distinguir a las unas de las otras”
¿Qué es lo que te da esta reflexión? Más allá de cualquier ideología o matiz religioso, te permitirá recordar aquello que necesitas para lidiar con la frustración.
1. Aceptación
“Dios, concédeme serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar”
La frustración te hace olvidar que hay un gran cúmulo de circunstancias ajenas a ti que te impiden lograr tus objetivo. Para evitar sentirte triste o enojado, tienes que reconocer que hay cosas que son imposibles en un momento determinado: no todo lo que pasa depende de ti.
2. Coraje
“Valor para cambiar las cosas que sí puedo”
En ocasiones lo que te hace creer que algo es imposible es tu miedo al cambio, tu temor a asumir la responsabilidad de modificar aquello que está en tus manos mejorar o superar. En este caso la frustración se convierte en una aliada: permite enfrentar al miedo mediante la acción concreta. ¡No temas! Si está en tus posibilidades, actúa.
3. Claridad
“Y sabiduría para distinguir a las unas de las otras”
La última frase resalta la importancia de la claridad: ¿Qué puedo hacer ahora? ¿Qué no puedo hacer en este momento? ¿Cuáles son mis límites? Es una invitación a que te observes en tu verdadera dimensión. Deja de sentirte culpable por lo que te es ajeno.
La frustración es parte de la vida. Te ayuda a crecer y a comprender cabalmente el mundo en que vivimos. Cuando sientas que la frustración te invade, aprovecha su aspecto positivo. Guarda la calma y de su mano acepta tus límites. Vence al miedo y, siempre que puedas, actúa.
No te dejes dominar ni por la ira ni por la tristeza, ¡acude a la serenidad!
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