¿El nacimiento del hijo une o desune a las parejas? El niño fortalece más a las parejas unidas porque constituye el fruto de su amor, mientras que para las que tienen problemas es el detonante de la separación. En no pocos casos, tener un hijo ha sido un intento de mantener en pie una relación que se tambalea. De ahí que las estadísticas demuestren que muchas parejas se separan después de tener un hijo: el nacimiento es uno de los acontecimientos que suele modificar la actividad sexual de los padres, lo que en muchos casos puede provocar discusiones e incluso rupturas.
¿Cómo afecta al día a día de la pareja la llegada del bebé? La llegada del bebé descabala la rutina y la normalidad de las parejas. La personita recién llegada va a demandar toda la atención y energía de sus padres, quedando ellos y su relación de manera inevitable en un segundo plano.
¿El nacimiento del primer hijo puede provocar una crisis de pareja? Todas las parejas sufren con la llegada del primer hijo una crisis evolutiva que es absolutamente normal, y que en la mayoría de los casos se resuelve de manera satisfactoria, siempre y cuando la pareja tuviera previamente una base sólida. En parejas con problemas, la llegada del bebé supone casi siempre un agravamiento de los mismos.
¿Cómo solucionar las asimetrías en la pareja respecto al deseo sexual? No es razonable ni eficaz para una buena relación que alguno de los dos miembros demande placer sexual a su pareja cuando esta no está en condiciones de generarlo. Si se maneja este periodo con madurez, sensatez y generosidad, el deseo sexual volverá más reforzado y con unos contenidos emocionales mucho más ricos.
¿Cómo se sienten algunos papás con el nacimiento del primer hijo? El hombre, a veces se siente como el gran desplazado, con el agravante respecto a la mujer de que sigue teniendo las mismas necesidades sexuales y afectivas, que solo se satisfacen en momentos muy concretos y sin demasiada frecuencia. Ante esta situación, lo que hace quien es inteligente es volcarse en atenciones hacia la reciente madre y hacia su pequeño hijo y asumir la reducción de la actividad sexual.
¿Qué falta en las relaciones sexuales cuando llega el bebé? Nos falta la puesta en escena, los prolegómenos, la espera y los detalles que teníamos el uno con el otro antes de llegar los hijos.
¿Qué factores están implicados en el descenso de las relaciones sexuales? Sin duda, se acorta el tiempo de dedicación a uno mismo y a la pareja. Los factores de cansancio, sueño y estrés importante, todos ellos son aparentemente malos consejeros de la relación sexual, pero en ningún caso causantes de su desaparición.
¿A veces culpamos a los hijos del deterioro de la vida sexual injustamente? Sí, con frecuencia culpamos a los hijos, al trabajo, a la rutina o al estrés de la desgana o desinterés en el terreno sexual, Los hijos están muy a mano para responsabilizarles de nuestro cansancio. Pero podemos esforzarnos activamente para no dejar en el olvido nuestra intimidad de pareja incluso en periodos de cansancio o estrés. Cuanto más tiempo se pase sin tener relaciones, más nos costará retomarlas. El sexo es el termómetro de la pareja y la falta de vida sexual puede estar reflejando un problema subyacente.
¿Cómo podemos mantener a raya a los hijos? Estos son algunos de los consejos prácticos que los especialistas recomendamos a las parejas a la hora de proteger y alimentar su propio espacio sexual y simbólico:
No eternizar la presencia del bebé en el dormitorio de los padres. Colocar un pestillo en el dormitorio conyugal para evitar las irrupciones indeseadas
Organizar al menos un par de veces al mes actividades sin niños
En dichas ocasiones, evitar las conversaciones alrededor de temas de “logística”: hijos, casa, trabajo…
Priorizar la pareja: el primer beso al llegar, la primera palabra y la primera atención debe ser para ella.
El sexo ha de ser una prioridad.
Procurar no caer en cierta dejadez en el arreglo personal: la apariencia también manda mensajes a nuestra pareja.
Enseñar a los hijos a respetar horarios y costumbres y fijar momentos exclusivamente para la pareja.
No llamar a la pareja “papá” o “mamá”, es deserotizante.
No convertir la vida social de la pareja en una extensión de la de los hijos.
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