Tras haber sorteado varios problemas en su niñez y juventud, como la desaparición de su madre cuando era muy pequeña o la muerte de sus prometidos en la adolescencia. Elizabeth Short se lanzó en busca del estrellato a Hollywood. Era una mujer bella de cuerpo escultural y unos ojos preciosos. Su cabello, así como la costumbre de usar siempre prendas negras, le valieron el seudónimo de “La Dalia Negra” (The Black Dahlia), tomado de una película famosa en aquel entonces titulada, La Dalia Azul.
Su incursión en Hollywood no fue nada triunfal, motivo por el cual Beth empezó a practicar la prostitución, se reunía con hombres y mujeres de igual manera, la madrugada del 9 de enero salió del Hotel Biltmore, donde se encontraba hospedada, con el pretexto de conocer a un caballero, esa fue la última vez que se le vio con vida.
Casi una semana después, el 15 de enero en el distrito de Crenshaw, una señora y su hija paseaban por las calles y encontraron lo que, en un principio, parecía un maniquí destrozado. En realidad se trataba del cadáver de Elizabeth Short, a quien le habían cortado por la cintura con un cuchillo de carnicero, además de cortarle los muslos, un pezón y abierto la boca de oreja a oreja.
El primer sospechoso fue Robert “Red” Manley, su amigo y amante, quien el 21 de enero sorteó el detector de mentiras y sólo admitió haber pasado la noche con ella. Mientras era interrogado, una voz suave, de sexo indeterminado, llamó a la redacción del periódico Los Angeles Examiner y dio algunos detalles del crimen, que sólo el asesino podía saber. Prometió enviar algunas pruebas para comprobar su identidad.
El 23 de enero, se encontraron el bolso y los zapatos negros de la joven. El 24, un sobre con letras recortadas de distintos periódicos llegó a la redacción del Examiner con las pruebas prometidas: el acta de nacimiento de Elizabeth Short, su tarjeta de seguridad social, una identificación, varias fotografías personales, y notas recortadas de un periódico sobre la muerte del Mayor Gordon, uno de sus prometidos.
Llegaron dos cartas más: una donde daba más detalles del crimen y firmaba como “El Vengador de la Dalia Negra“, y otra donde decía: “el asesinato de la Dalia Negra está justificado“. Fue la última comunicación.
A partir de esto último empezaron a surgir muchas confesiones de borrachos o mujeres que querían darse a notar. También surgieron muchas otras hipótesis, la más fuerte fue que el asesino fue Orson Welles, el célebre cineasta, como posible asesino. Había violado a varias chicas que trabajaron para él o aspiraban a hacerlo, eran legendarios sus arrebatos de violencia, y padecía personalidad difásica: canalizaba la frustración creativa en agresión. Los decorados de su película La dama de Shanghai, anterior al crimen, presentan similitudes espeluznantes con el cadáver de la Dalia Negra: figuras femeninas mutiladas del mismo modo, ligaduras, un maniquí al que habían desgarrado la boca de oreja a oreja…
Existen hipótesis de quien pudo haber sido el asesino, pero hasta el día de hoy el brutal asesinato de Elizabeth Short ha estado sin resolver.