Ya en la Biblia, en el capítulo 27 del Exodo, versículo 20, se describe el tabernáculo con una lámpara eterna. Numerosos autores, griegos, árabes, romanos y medievales, relataron el descubrimiento de esas lámparas, la mayoría del tiempo en tumbas, pero también en templos antiguos.
He aquí unos ejemplos de descubrimientos de esas lámparas imposibles:
El satírico griego, Lucian (120-180), vio, durante uno de sus viajes a Heirapolis en Siria, en la frente de una estatua de Hera, una joya brillante que en la noche iluminaba el templo entero.
En otro templo dedicado a Júpiter, en Baalbek, existía otra piedra igual de incandescente y luminiscente.
Numa Pompilius, el segundo rey de Roma, además de su capacidad para dominar el rayo, poseía también una lámpara eterna en la cúpula de su templo.
Plutarco relata que, según los sacerdotes, en la entrada de un templo dedicado a Júpiter-Amón, una lámpara ardía desde la más alta antigüedad.
El naturalista romano, Pliny (siglo I), pretendía que una lámpara llena con aceite purísimo y dotada de una mecha de amianto, podría arder para siempre.
Un siglo más tarde, ideas similares fueron reiteradas por Hero de Alejandría.
Pausanius (siglo II), en su Atticus describe una magnífica lámpara dorada en el templo de Minerva Polias en Atenas, fabricada por Callimachus, que podía arder durante más de un año.
Según lo relatado por Saíd Ebn Batric, el altar del templo de Apolo Carneus y el gran templo de Aberdain en Armenia poseían lámparas semejantes.
San Agustín (354-430), nos dejó la descripción de una lámpara maravillosa, de un templo dedicado a Isis, en Egipto, que no se apagaba ni con el viento ni con la lluvia.
Esta lámpara fue descrita también por Fortunius Licetus.
Durante el reinado de Justiniano de Bizancio en 527, al renovar un edificio antiguo en Edessa, Siria se encontraron en un nicho disimulado y tapado un crucifijo y una lámpara habría ardido durante 500 años.
En el año 600, en la isla volcánica de Nesis, cerca de Nápoles, en una tumba de mármol, se encontró un vaso con una lámpara cuya llama brillaba en una bombilla de cristal; cuando el cristal se rompió, la lámpara se apagó. La tumba databa de la era precristiana.
Hacia 1300, Marcus Grecus, escribía en su Líber Ignium (libro sobre el fuego) que se podía fabricar una lámpara inagotable funcionando con una pasta de luciérnagas.
Cerca de Roma, en 1401, se encontró el sepulcro de Pallas, hijo del rey troyano Evandre, iluminado por un farol perpetuo. Para apagarlo hubo que romperlo o, según otra versión, derramar el “licor” de la lámpara que había estando luciendo durante 2,600 años.
El obispo de Verona, Ermalao Barbara (1410-1471), conocido por sus traducciones de las fábulas de Esopo, señaló también varios descubrimientos de lámparas. En particular el de un campesino de Padua (Italia) en 1450, el cual al arar su campo, sacó una urna de gran tamaño hecha de terracota.
En 1846, cerca de Córdoba en España, en una tumba romana antigua, otra lámpara fue encontrada.
El padre Evariste Regis Huc (1813-1860), que viajó mucho a Asia, hizo la descripción de una lámpara perpetua que pudo ver en el Tíbet.
Numerosos autores, religiosos, alquimistas y algunos otros curiosos se interesaron por estas lámparas imposibles. Para unos, eran obra del diablo, incluso si los mismos religiosos sólo las consideraban lámparas de características curiosas, misteriosas, pero no mágicas.
Para otros, no eran nada más que burlas, y puesto que les resultaba imposible fabricar lámparas semejantes, estos objetos no podían existir. Mientras tanto, unos cuantos herejes, para encontrar una explicación, se pusieron a buscar esta ciencia perdida. Así es como, en 1669, al intentar probar la realidad de esas lámparas imposibles, el alquimista alemán Brand descubrió el fósforo.
Se emitieron muchas hipótesis sobre la naturaleza de esas diferentes lámparas: la mayoría necesita aire para arder, otras, al contrario, se apagan con el contacto del aire; unas emiten una llama, otras son fosforescentes; sus mechas parecen ser de amianto (la lana de salamandra) o de metal. El aceite sigue con su misterio, a veces sería bituminoso y otras veces sacado del oro por un procedimiento alquímico secreto, o también de origen vegetal (especialmente el aceite extraído de una especie egipcia de judías tóxicas).
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