Entrar en nuestro interior siempre requiere un acto de valentía. No es fácil enfrentarnos a los fantasmas que nos acompañan desde hace tanto tiempo. No queremos verlos, ni hablar con ellos, ni de ellos. Tampoco sabemos, tal vez, cómo presentarnos ante lo que nos persigue con el peso de la culpa, la indignación, el fracaso o lo que debió suceder y no pasó nunca para estar en paz con nosotros mismos. No es sencillo, pero es necesario si queremos vivir una existencia plena en el hoy y en el ahora. Demasiado tiempo sin descanso en la lucha con la oscuridad. Hemos dejado que la sombra de un pasado que no existe ya, continúe presente para dirigirnos a su antojo.
Creemos que somos dueños de nuestra vida y que en este quehacer diario entre lo que sentimos, lo que realmente somos y cómo nos mostramos a los demás, salimos ilesos en este juego perpetuo de simulacros. Pero de vez en cuando nos paramos ante nosotros mismos para reconocer que algo no va bien. Sabemos que hay que cambiar la forma de manejar las emociones, pero ¿sabemos realmente cómo hacerlo?.