¿La raza humana se ha desarrollado por casualidad en la tierra, puro producto del azar,como piensan los científicos; o fue creada por el cosmos con un alto designio, como creen los iluminados?.
Esopo escribió una fábula que, siglos más tardes, fue adoptada por los místicos árabes:
Un mosquito anidó en la oreja de un buey. Después de permanecer ahí mucho tiempo, se dispuso a partir. Le preguntó al buey si se entristecía porque él se iba. El vacuno le respondió: “Cuando llegaste, no lo sentí. Cuando te vayas, tampoco lo sentiré”.
La moraleja antigua aplica esta fábula al hombre insignificante, del que ni la presencia ni la ausencia puede servir o dañar a los poderosos. Sin embargo, el significado puede ser más profundo: El buey es el Universo, y el mosquito es la Humanidad. Es tan enorme la Creación que poco importa, para sus grandiosos fines, que el ser humano perdure o perezca, que la Tierra estalle o que el sol se apague. Explotan galaxias enteras en el cosmos, ¿qué puede importar la exterminación del hombre? Cuentan los derviches que un santo estaba llorando en la plaza pública. Cuando le preguntaron por qué, entre suspiros desgarradores contestó: “¡Yo tengo tanta necesidad de Dios, pero Dios no tiene ninguna necesidad de mí”… Sin embargo este destino inútil, esta falta de significado, no es tan evidente. Si el buey es poderoso, no por eso el mosquito deja de existir. Está tan “ahí” como el gran animal.
Sin tener el mismo destino, tiene una alternativa: o deja de vivir en el buey o se le hace necesario, mejorándole la vida. Para liberarse de la dependencia tiene que desarrollar cualidades: inteligencia, velocidad, alcance. Debe comprender a fondo al buey, conocer sus limitaciones y ayudarlo, con sus consejos, a superarlas.
En el fondo, todas las ideas son meras creencias. Si se eligen creencias negativas, se camina hacia la extinción de la vida. Es mejor elegir creencias positivas, que nos conducen a vivir mejor. Pensemos que si la Humanidad apareció en el cosmos, es por algo. El ser humano, persiguiendo ideales supremos y desarrollando facultades desconocidas, puede o abandonar esta dimensión (como dicen que lo hicieron los mayas) para pasar a otra mejor, o hacerse necesario al desarrollo de este mundo. Si elige la segunda opción, lo primero que debe aprender es que la creación colectiva no es anulación de sí mismo sino superación. Funcionando en armonía, no como una masa rebajada sino sublimada, mejorará su sistema ecológico, se liberará del sistema solar, navegará por toda la galaxia, irá más lejos, enviará su espíritu colectivo al centro del universo y realizará aquello para lo que estaba programado: ser el alma del Cosmos, la Conciencia Absoluta.
Alejandro Jodorowsky.