El jabotí (tortuga de tierra) puede parecer un animal medio tonto, así, pesado, lento. Pero, nada de eso: los indios saben que no es así. Tanto lo saben que cuentan un montón de historias de la habilidad del jabotí. Y tantas han contado que mucha gente que no es india aprendió también a contar historias. Hay historias hasta inventadas. Historias como esta que tenemos aquí.
Historia del jabotí sabio
Dicen que era una vez un jabotí muy hábil que vivía en el matorral, en el borde de un río. Dentro del matorral vivían también otros animales más grandes, como la danta. Había animales fuertes, como el jaguar, animales cariñosos como el oso hormiguero y animales tan malolientes como el zorrillo. Pero no había ninguno tan astuto como el jabotí.
Algo que con frecuencia sucede con aquel que no es astuto, es que justamente se cree el más astuto del mundo. Y eso era lo que pasaba en el matorral. Todos los animales se creían los superastutos del lugar y pensaban que lo del jabotí era pura fama. Por eso resolvieron hacer un concurso, concurso muy reñido, para averiguar quién era el más inteligente. Y escogieron al hombre para ser el juez. Más exactamente a Curumin, cachorro de hombre.
Curumin llegó y vio a todos los animales reunidos. Enseguida comenzó a preguntar:
—¿En qué eres experto tú?
Cada uno contó lo que quiso. La liebre inventaba cómo había engañado a la paca. El conejo se acordaba de cómo un día ensilló al jaguar. La zorra celebraba recordando que una vez se había disfrazado de insecto. El mico se ufanaba de un montón de embustes.
El jabotí no decía nada. Cuando Curumin le preguntó, el jabotí dijo:
—No sé nada… Soy un tonto. Cualquiera me engaña.
¿Para qué las palabras
si está el beso
y el tiempo que transcurre
y el delicado fuego
de amapolas ardientes?