Este tipo de meditación es una de las tantas variantes que esta inagotable práctica contiene. Sus fundamentos son, tal como dice su nombre, el amor y el concepto de Dios, y mediante su práctica el individuo logrará sentirse pleno y amado, desbordante de afecto y acompañado tanto por lo divino como por el amor.
Para realizarla deberás escoger un lugar al aire libre para que puedas conectarte con lo exterior. Los ambientes cerrados son un buen lugar para meditar, pero no para este tipo puntual de meditación. Ponte cómodo y comienza a practicar la respiración circular para irte aclimatando en la meditación profunda.
Una vez sientas que estás espiritualmente preparado intenta concentrarte en la idea más plena que tengas de Dios y de lo infinito, dos conceptos a los que podrás acceder en esta meditación. Tendrás que imaginarlos como si fueran un sol de dimensiones gigantescas que está plantado frente a ti, interactuando y haciéndote sentir su calor y energía.
Cuando lo visualices elimina todas las barreras que impiden su acceso hacia ti. Abre tus puertas y déjalo ingresar a tu interior por la puerta más grande que tengas. Inhálalo con la respiración, y con la exhalación experimenta como se distribuye tu amor por doquier a través de tus poros.
Una vez te sientas pleno y satisfecho vuelve gradualmente a tu estado normal. Sentirás un entusiasmo y amor muy diferentes a los que tenías antes de meditar. A medida que vayas practicando con continuidad y constancia esta meditación verás que te sentirás realizado y tan amado como con ganas de esparcir tu amor.
Vía | Meditación Total