Los orígenes de la brujería datan de la era paleolítica, cuando el hombre dependía de la cacería para sobrevivir; para él, la naturaleza resultaba abrumadora, sentía respeto y temor a los relámpagos, las ráfagas de viento y las corrientes violentas de agua; a cada uno de ellos les atribuyó un espíritu y los convirtió en un Dios o una Diosa (a esta representación se le llama animismo).
En esos tiempos, el Dios más importante era el de la cacería y ya que como casi todos los animales que cazaban tenían cuernos, le dieron al Dios la apariencia astada. El Dios se puede ver durante el día, naciendo y muriendo en un ciclo infinito, es mostrado como la fuente de toda vida, el guardián de los animales silvestres, el calor que germina las semillas, el que estimula el brote de la nueva vida en la fría nieve del invierno y el Sol es su más grande personificación.
El Dios es guardián de los bosques y selvas vírgenes, los desiertos olvidados, las altas montañas y las estrellas; simbólicamente es representado por espadas, cuernos, lanzas, oro, bronce, diamantes, hoz, flechas, cuchillos y tridentes. El Dios nos influye vigorosamente en el deseo ya que representa y celebra el sexo; algunas de las criaturas sagradas asociadas al Dios son: toros, cabras, peces, dragones, lobos, jabalís, halcones, tiburones y lagartos.
A la figura masculina del Dios lo acompaña su complemento, la Diosa, existen muchas representaciones de ella y en su mayoría comparten una característica, esta es que los atributos femeninos están simbolizados de una manera exagerada.
La feminidad de la Diosa era la que proveía y reconfortaba, la que velaba por la fertilidad de los cultivos, la que favorecía la reproducción de los animales y el nacimiento de los bebes en las tribus.
La Luna es la personificación de la Diosa, la representa en sus tres etapas, Doncella (Luna Creciente), Madre (Luna Llena) y Anciana (Luna Menguante). La Diosa es la naturaleza, la fertilidad, el amor, es la reina del paraíso, la fuente divina, la matriz universal y la Gran Madre.
Al igual que la luna, la Diosa tiene un lado oscuro, ella es la tormenta y la calma que le sigue; al regir sobre la tierra, el mar y la luna, simbólicamente es representada por: calderos, copas, hachas, flores, espejos, collares, conchas de mar, perlas, plata y esmeraldas. Algunas de las criaturas sagradas asociadas a la Diosa son: el conejo, la lechuza, el gato, el perro, el murciélago, el ganso, la vaca, el delfín, el león, el caballo, el escorpión, la araña y la abeja.
Con el paso del tiempo a medida que el hombre se fue desarrollando y adaptando a su ambiente, algunas deidades pasaron a un plano secundario, el Dios y la Diosa cambiaron de identidad. El Dios astado fue asociado a la Naturaleza y la muerte, y la Diosa fue asociada a la fertilidad y la reencarnación; este cambio se debió a que el hombre ya no dependía directamente de la cacería, aprendió a almacenar cultivos para el invierno y a criar animales, por lo que la etapa del hombre nómada en busca de alimento llego a su fin.
Hoy en día, los Dioses siguen asociados firmemente a la fertilidad, haciendo especial énfasis en la dualidad hombre-mujer; sin embargo cada aspecto de la naturaleza y de la existencia humana puede ser asociado a ellos. Los Dioses llegan a nosotros para ayudarnos a superar las dificultades de nuestra existencia, además de traer placer y amor a nuestras vidas.