Lo más delicioso de esta vida ―de esta representación teatral― es el hecho de que la Conciencia se manifiesta con la forma de todas las cosas: siempre está apuntando hacia sí misma y siempre está deleitándose en sí misma.
Conciencia
Eres Conciencia, Unidad, lo único que es, la fuente y la aparición de todo: todo lo que aparece, surge y desaparece en la consciencia (1). Eso es lo único que sucede siempre. La gente pasa, las nubes pasan, las conversaciones continúan, los pensamientos surgen y desaparecen: todo se desarrolla en este momento en la consciencia.
Esta aparición en forma de personaje es, de por sí, la perfecta expresión de Unidad. No se necesita que nada cambie para nada: no se necesita ningún «Despertar» ni ninguna «lluminación» —todo eso no es más que el guión de una obra de teatro—. Ya, de por sí, no hay más que «estar despierto» (2) en Unidad, tanto si uno está embelesado por el juego de las imágenes como si descansa en el reconocimiento de su propia naturaleza.
Todo lo que aparece en el presente, ya sea corriente o extraordinario, constituye el contenido de la consciencia. La consciencia y el contenido son lo mismo: Conciencia. Tú eres Conciencia: despierta, consciente y, en este momento, adopta la apariencia de todas las cosas.
El espectáculo de la vida
Vista desde la claridad, la vida tiene el aspecto de una gran representación teatral. Tú —Conciencia— representas todos los papeles y, como eres parte del guión, los sueles representar sin conocer tu verdadera identidad. Sin embargo, a veces y dentro del espectáculo, se produce un reconocimiento de tu propia naturaleza.
Cuando te implicas como un personaje de la representación sin reconocer tu verdadera naturaleza, adoptas el papel con total seriedad, lo que, aparentemente, da lugar a que surjan todos los dramas de la vida. Cuando se representa un papel en el que se produce el reconocimiento de tu verdadera naturaleza, se percibe la representación teatral como tal.
Cuando tu auténtica naturaleza resulta evidente, el personaje no desaparece en un abrir y cerrar de ojos, y tampoco se pone una túnica naranja y acoge discípulos ni enseña verdades «espirituales», aunque todo eso también es posible dependiendo del papel que el personaje tenga que desempeñar en la representación. Es probable que el personaje mantenga la apariencia que tenía antes del reconocimiento y que siga llevando lo que en la obra teatral se considera una vida corriente. Ni siquiera es necesario que el personaje le cuente a nadie lo que ya resulta evidente.
Esta obra teatral no tiene otro propósito ni otro objetivo que no sea el de aparecer en este momento. Es tu pasatiempo cósmico. Tú eres tu película. No tiene existencia propia sin ti.
La vida tal y como es
Cuando se deja de tomar en serio ese relato conceptual de que la vida se prolonga en el pensamiento más allá del contenido actual de la consciencia, se produce una relajación de forma natural. La identificación con el «yo» o con la sensación de individualidad no es más que una apariencia en la consciencia, un añadido a la aparición de la imagen corporal.
Permitir que la vida sea tal y como es —a diferencia de esforzarse por acabar con los pensamientos o con el «yo», o por «iluminarse»— permite que la búsqueda desaparezca de forma natural. En esta obra de teatro, cualquier esfuerzo por desprenderse del «yo» sólo sirve para reforzar la identificación con él.
Descansar en la vida tal y como es no constituye el fin de la vida física corriente al provocar un estallido de Iluminación en forma de fuegos artificiales mágicos. Los pensamientos siguen brotando, la vida continúa, pero sin el lastre de la complicada búsqueda de la Unidad. En lugar de constituir una búsqueda de la Plenitud, la vida pasa a constituir una expresión de Plenitud.
Tú eres Conciencia. Sea cual sea tu apariencia actual, ya es perfecta de por sí, incluida cualquier forma de identificación con el «yo», así como cualquier búsqueda de despojamiento del «yo». La vida, desde el punto de vista del personaje, no es más que el juego de las apariencias en la consciencia, del que no existe ninguna obligación de despertar. Lo único que existe es «estar despierto».
Vida espiritual
Para la claridad, la vida espiritual no reviste especial importancia: simplemente forma parte de la película de la vida. Sin embargo, suele confundirse con un requisito para alcanzar la claridad a causa de lo que, en esa representación, aparece como la evolución del individuo, que progresa hacia etapas más «elevadas» o refinadas de la vida.
El personaje corriente, que se ocupa de los asuntos cotidianos de la vida humana, puede interesarse por la religión o el desarrollo personal; puede comenzar incluso a buscar la Iluminación o desarrollar un interés por el no dualismo. No obstante, esta progresión no es necesaria para que la claridad aparezca: la claridad puede aparecer en cualquier momento y en cualquier personaje de la representación. Ninguna etapa aparente de esa representación teatral que es la vida puede producir claridad y, en ese sentido, el conocimiento advaita no tiene una capacidad especial para crear una situación de claridad superior a la de cualquier otra faceta de la representación.
La vida espiritual se basa en la presunción de individualidad y en la fusión con el todo como objetivo a alcanzar. Consecuentemente, en la representación de la vida se despliega una diversidad de exóticos métodos y técnicas para alcanzar ese proyecto de reunión, para que el individuo «se purifique», para deshacerse del «yo», para Iluminarse...
Lo que, en cada etapa de la búsqueda, no suele entenderse es que el individuo —papel protagonizado por ti, que eres Conciencia— ya es lo que anda buscando: no hay nada que pueda convertir al buscador en algo más de lo que ya es.
La búsqueda, así como todos los métodos y las técnicas empleadas, existe por la misma razón que existe cualquier otro papel de la obra: surge por el mero hecho de surgir, simplemente es parte de la obra.
La claridad no establece «requisitos» espirituales. La Conciencia en forma de una persona sentada en la postura del loto, visualizando una luz azul en los genitales, imaginando que inhala el universo en el plexo solar al respirar, cantando om y ascendiendo por la columna vertebral hacia el loto de los mil pétalos no tiene más oportunidades de fusión que la Conciencia en forma de un drogadicto metido en un gueto. En ambos casos, la Conciencia ya está perfectamente presente, por lo que la fusión no es ni necesaria ni posible.
La vida espiritual impone muchas condiciones al individuo «impuro» y «separado» de la Totalidad: formas especiales de meditación, conductas adecuadas, ceremonias, dietas, una determinada conducta sexual, la destrucción del ego, la cesación de los pensamientos, alcanzar la quietud, entregarse al guru...
La Conciencia, al ser ya Conciencia en todas y cada una de las formas en que aparece, no tiene ninguna necesidad de seguir una dieta vegetariana, de mantenerse soltero, de practicar sexo tántrico de hacer meditación o de tener un guru. La Conciencia ya es todo eso. Si surge un interés por los cantos, la meditación, la dieta vegetariana o el sexo tántrico, genial, pero eso no te va a ayudar a reconocer lo que ya eres.
La atención del personaje puede enfocarse en planos y en ámbitos exóticos: puede ver el incesante proceso de creación y disolución del universo a nivel atómico y experimentar la eterna y extasiante unión cósmica de Shiva y Shakti. Sin embargo, cuando regreses, ¡no te olvides de ir a trabajar, de pagar el recibo de la luz y de limpiar el váter!
Tú, Conciencia, también apareces en tu obra teatral en forma de los diversos individuos que representan el papel de profesores, maestros o gurus. En algunos casos, puede que haya tenido lugar o que se siga produciendo un acontecimiento trascendental que el individuo considera su «Iluminación». Si el individuo seguía a un guru o practicaba determinadas enseñanzas antes de ese acontecimiento, es posible que transmita a sus seguidores que las creencias y los métodos que tenía entonces constituyen «la verdad».
Como parte de la obra teatral, puede que algunos de esos «maestros» puedan inducir experiencias insólitas en los discípulos mediante la transmisión de energía, lo cual suele generar en el discípulo una fuerte atracción por el «maestro». No hay nada malo en todo eso: todo eso constituye la perfección de la obra teatral. Sigue con ello, diviértete. Nada de todo eso conduce a la claridad.
«Yo soy Eso», pero...
Yo soy Eso, pero... tengo que ocuparme de mí mismo, sanear mi vida, profundizar, ser más consciente, estar aquí y ahora, sumirme en el silencio, salvar el planeta, exteriorizar mis emociones, pensar en positivo, establecerme en el estado del «testigo», sentirme lleno de dicha, encontrar un guru, ser útil, encontrarle sentido a la vida, tranquilizar la mente, realizar buenas obras, deshacerme del ego, alcanzar la madurez, ser más práctico, iluminarme, encontrar a mi alma gemela, organizar una ceremonia, recibir iniciación, permitirme sentir...
A fin de cuentas, ¿quién soy yo para llevarte la contraria? Si no te importa, mientras te ocupas de todo eso, voy a tomarme un té y a leer el periódico.
Lo que ya existe
Lo que existe, ahora mismo, es perfección: el presente no surge de ningún pasado ni conduce a ningún futuro. Todo aparece en el momento presente en la consciencia en forma de representación teatral.
Puede que ese aparente personaje individual se dedique al desarrollo personal, a la vida espiritual o a cualquier otra cosa a lo largo de su vida, pero la claridad de lo que eres es lo único que socava la búsqueda del Despertar o de ser algo distinto de lo que ya existe.
Lo evidente
La obra teatral de la vida no consiste en una creación aparte que tú contemples y presidas. Tú, Conciencia, apareces en este momento en forma de obra teatral, estás completamente despierto y, por tanto, no puedes despertar. Siempre eres evidente para ti mismo: nunca estás oculto.
Los personajes de esa obra de teatro no son unos individuos con existencia propia: eso es sólo mera apariencia. Los personajes son tú mismo loándote a ti mismo, inmerso en la gran representación de la vida, jugando a buscarte, reconociéndote en tu interior y como la manifestación de tu obra de teatro.
Este mensaje sobre la claridad no reviste ninguna importancia ni tiene ninguna relevancia sobre ningún otro papel de la representación. No tiene ni mérito ni objetivo. No se propone que tú te encuentres a ti mismo.
Con la claridad, todo esto —tu aparición actual en forma de obra teatral con su miríada de formas, el reconocimiento de la no necesidad de todas las cosas— resulta evidente. Ahora mismo, tú eres Conciencia, con la forma de un personaje de tu obra de teatro. Tal vez creas que necesitas que te lo confirme. Olvídate, relájate: tú ya eres Eso.
Con todo tu cariño para ti mismo.
Epílogo
Lo que buscamos desde el principio es, ni más ni menos, la búsqueda misma. El objetivo o la recompensa final resulta ser lo que ya es: no hay nada que encontrar ni nadie para encontrarlo. Hay consciencia sin un individuo consciente. Desde el principio, tú te has gastado tu propia broma cósmica. El esplendor de todo lo que aparece allá donde mires y busques no es más que tu propia obra teatral o tu propio sueño de existencia. Aunque no existe nada ni nadie, hay consciencia en la que todo aparece, incluida esta forma de hombre o de mujer corriente. Tú estás —siempre has estado— completamente despierto, consciente y presente, aunque embelesado por tu propia obra cósmica.
Nathan, el personaje, buscaba la Iluminación para escapar de lo que adoptaba la forma de problemas, pruebas y aburrimiento en la vida cotidiana. La vida cotidiana continúa, aunque ya sin distraerlo del presente. La búsqueda de lo extraordinario ha concluido: la vida es tal y como es.
Fuente: Nathan Gill. Ya estás despierto (Editorial Trompa de Elefante, Madrid 2010)
Notas:
Ante la ausencia, en castellano, de dos términos tan distintos como son consciousness y awareness en inglés, se ha optado por traducir el primero como «Conciencia», en el sentido de «existencia despierta pero carente de identificación con forma individual alguna», y el segundo como «consciencia», en el sentido de «percepción consciente». (N. del T.)
El término original, awakeness, es un neologismo inglés de difícil traducción que, en castellano, equivaldría a despertez. (N. del T.)