por Jan Kersschot
El futuro y el pasado son pensamientos en las mentes de los personajes
que tú-Conciencia, estás representando ahora.
- Nathan Gill
Cuando nos identificamos con la mente, vivimos a través de la memoria y la anticipación. Estamos atrapados en nuestra propia trama temporal. Vivimos en un mundo conceptual, hipnotizados por el pasado y el futuro. ¿Por qué es así? Porque el juego favorito del ego es creer en el tiempo. Siendo así, ¿por qué el pasado resulta tan atractivo? Una de las razones es que nos da una identidad: nos permite "mirar atrás" a lo que hemos conseguido, a lo que creemos ser. Esto confirma y fortalece nuestro habitual sentido del yo. ¿Y qué pasa con el futuro? Bien, el futuro contiene la promesa de la liberación, y nos gusta poner esta imagen ante nuestros ojos para que nos mantenga en marcha, como la zanahoria delante del burro.
La mente pensante ha creado este concepto del tiempo lineal por motivos prácticos, pero nuestro ego también lo utiliza para convencerse de que es real. Y mientras nuestro ego se relaciona con el tiempo lineal, nos movemos hacia delante y hacia atrás a lo largo de esta línea imaginaria. Nos proyectamos hacia el pasado y el futuro sin ver el precioso momento presente. Cuando queremos aproximarnos al presente, vemos que se nos escapa de las manos una y otra vez. Cada vez que registramos mentalmente una sensación, ya está en el pasado. Finalmente reconocemos que el momento presente está fuera del tiempo. Vemos que es imposible "vivir en el ahora" y seguir siendo una persona, porque la persona también es un concepto. En cuanto estamos en el momento presente, ¡desaparecemos! Entonces no queda nada que decir; lo que queda es nuestra vida cotidiana vista desde la conciencia intemporal.
De hecho, somos incapaces de experimentar la duración de un segundo o de un minuto, de un día o de un mes. Podemos pensar en un minuto o en un mes, podemos intentar imaginar su duración, pero nunca experimentaremos la duración misma. Sólo experimentamos lo que es, y esta corriente no puede ser detenida. En cada momento-ahora se oculta lo inasible. Cada momento-ahora es infinito y, como tal, inexistente. Cuando "vemos" esto, miramos cara a cara la Conciencia. Cuando miramos lo que ocurre en este momento, puede presentarse un misterio: este momento-ahora es esencial, pero al mismo tiempo es inasible. En la China del siglo XIII, el poeta Wu-men escribió:
Un momento es eternidad
Eternidad es ahora.
Cuando ves a través del momento,
ves a través del que ve.
Esta última frase es muy importante: cuando desenmascaramos el momento presente, nos fundimos automáticamente en lo que es. Durante ese momento de clara observación, la entidad personal no tiene ninguna relevancia. Cuando estamos alerta y despiertos al momento presente, no nos preocupamos por el pasado o por el futuro. Simplemente nos fundimos en el momento, y entonces ese momento es intemporal.
Ningún lugar a donde ir
No hay nada ahí fuera que tenga que ser diferente,
que necesite ningún cambio.
Lo que está ahí fuera es divino.
- Tony Parsons
En meditación, hay momentos en los que parece no haber nadie; sólo queda una inmensa nada abierta que sentimos muy viva y pacífica. Los testimonios de estas experiencias trascendentales han sido registrados por todas las tradiciones espirituales, pero cuando los buscadores dejan de meditar y "vuelven" a su vida cotidiana, ese espacio de paz interna deja de ser aparente. Concluyen que lo han "encontrado", pero al mismo tiempo se sienten frustrados porque parecen haberlo "perdido" cuando acaba la dicha. Esta lucha interna continuará hasta que el buscador se dé cuenta de que el Infinito está por doquier, aun cuando no estemos en un estado meditativo.
Esta Presencia indivisa está disponible en cualquier situación, y cuando es reconocida por primera vez, puede parecer muy intensa, dichosa o pacífica: el reconocimiento inicial puede ser muy espectacular. El aspecto positivo de este suceso es que el buscador obtiene un reconocimiento directo de "lo que es". Este "ver" puede hacer estallar muchos condicionamientos, y eso es algo que no puede conseguirse leyendo un libro. Pero el peligro reside en que el buscador personalice este suceso y diga: "el día primero de abril experimenté el Infinito", o "he encontrado mi naturaleza divina y ahora soy un maestro espiritual". El buscador imagina que se ha convertido en un "encontrador", sin darse cuenta de que ha vuelto a caer en un juego personal. Cree en su voz interna, que le dice: "he encontrado el Infinito y los demás siguen buscándolo".
Cuando comprendemos que nuestra naturaleza intrínseca no se limita a nuestra vida personal, sino que es omniabarcante, descubrimos un estado de Ser que no depende de circunstancias particulares o de un estado mental especial. Cuando vemos que lo que somos es Conciencia clara, redescubrimos una Presencia que no depende de nuestras circunstancias personales. No se trata de una realización que depende de nuestros sentimientos o pensamientos; simplemente es "lo que es". Nathan Gill dice:
Cuando dejas de considerar seriamente esa historia conceptual de que la vida se extiende en el pensamiento más allá del contenido actual de la conciencia, ves la vida conceptual tal como es, y entonces deja de ser el foco exclusivo de atención.
Cuando nos damos cuenta de que todo lo que "necesitamos" está ahora mismo con nosotros y que podemos acceder plenamente a Ello sin volvernos especiales ni espirituales en ningún sentido, podemos renunciar a la búsqueda espiritual. Ni uno solo de nuestros esfuerzos, indagaciones y búsquedas externas puede dar al "buscador en nosotros" verdadera plenitud o completa liberación. "Ello" no es un premio que recibiremos al final del viaje. Todos anhelamos el amor incondicional, todos tenemos la certeza de que merecemos esa conexión con el infinito. Todos parecemos echar de menos nuestro Estado Original, y los que hemos tenido un vislumbre de "Ello" queremos recuperarlo desesperadamente de un modo u otro. El problema es que resulta fácil mirar en la dirección equivocada. Como hemos dicho repetidamente, para hallar la liberación espiritual la mayoría de la gente busca una energía superior: quieren copiar a un héroe espiritual, esperan "conseguir" un estado de divinidad acompañado de capacidades paranormales. Y muchos buscadores están convencidos de que tienen que purificarse para hacerse merecedores de Esto.
Todos estos sistemas de creencias reafirman nuestra personalidad en su búsqueda del crecimiento espiritual (personal) e imitan a los llamados grandes maestros, que afirman haberlo encontrado a través de la gracia o de décadas de disciplina. Otros maestros creen haberlo "recibido" de su propio maestro, y sugieren a sus seguidores que sigan el mismo proceso de transmisión de la llama. Y los discípulos creen que tienen muchas oportunidades de alcanzar el nivel espiritual del maestro si se quedan cerca, le ofrecen toda su devoción y se comportan como él, o al menos hacen lo que su héroe espiritual les pide que hagan (cambiar de dieta, aceptar un nuevo nombre, vivir según las reglas de esa organización espiritual particular, etc.). Como todos esos buscadores están buscando desesperadamente saborear la unidad, les resulta fácil equivocarse. No se dan cuenta de que han personalizado ese juego espiritual. Han vivido una experiencia trascendental, y a partir de esos momentos son muy vulnerables porque quieren volver a sentir esa paz y esa unidad, y esperan secretamente residir eternamente en esa dicha si siguen las reglas del sistema religioso. En otras palabras, quieren escalar la montaña de la espiritualidad hasta llegar a la cumbre. Creen que su maestro ya ha alcanzado la cima, pero no se dan cuenta de que la Conciencia no tiene jerarquías. El infinito no considera que nadie esté "más alto" que nadie. La Conciencia no valora un momento de dicha más que un momento de dolor. Si todo es Una Energía, ¿cómo podría importar?
Por consiguiente, es inútil seguir las reglas de una escuela espiritual, y engañoso intentar imitar a los héroes espirituales. Nuestra búsqueda de una autoridad espiritual es, de hecho, una evitación de los desafíos que trae consigo la vida cotidiana. ¿Por qué necesitamos un gurú o maestro para vivir nuestra vida, cuando nos damos cuenta de que no hay nada que "conseguir"? ¿Cómo podría otra persona mostrarnos qué somos? Los gurús y maestros sólo pueden decirnos lo que no somos, si bien pueden ser importantes catalizadores en ese proceso de descubrir lo que no somos. Pero nadie puede decirnos lo que somos. Independientemente de lo que las autoridades espirituales afirmen de sí mismas, de lo que sugieran sus seguidores y de lo importantes que puedan ser ciertos maestros, iremos muy desencaminados si nos tomamos la búsqueda espiritual de manera personal, en cuyo caso es muy fácil que se convierta en un juego mental.
La literatura mística oriental ha animado a los buscadores espirituales a esperar conseguir extáticas experiencias cumbre. Estos libros están llenos de historias de personajes especiales (avatares, bodhisattvas) que, según se dice, viven de manera continuada en un estado superior. Es posible que algunos gurús estén realmente en algún tipo de extático estado superior, pero ¿qué importancia tiene? ¿Consiste esta búsqueda en examinar estados de otros? ¿Qué sentido tiene comparar? ¿Donde están los límites? ¿Quién está separado de quién? Y si la Conciencia es Una, ¿dónde están los demás? Como dice Nathan Gill: "Si todo es Conciencia, ¿por qué seguimos buscando?". Finalmente, no hay nada equivocado en todos estos caminos que crean expectativas y frustración entre los buscadores. No queremos juzgar los sistemas de creencias espirituales; ni siquiera queremos juzgar a los maestros que confunden a sus seguidores. Todo ello forma parte del juego de la búsqueda espiritual.
Este libro no se centra en la imitación de una tradición mística específica ni de un camino espiritual. Las reflexiones contenidas en él están diseñadas para invitarnos a descubrir otra posibilidad que es simple, directa e independiente de cualquier religión o maestro. Aunque hemos encontrado mucha inspiración en todos estos maestros espirituales y tradiciones místicas, nos damos cuenta de que no hay nadie que se ilumine, no hay una persona que se libere, de que toda comparación e imitación es inútil. Cuando uno se da cuenta de esto, los antiguos dilemas desaparecen inmediatamente.
Fuente: Jan Kersschot. Nadie en Casa (Editorial Gulaab, 2005)