¿Cómo me realizo?
Puede parecer extraño hablar de realización mediante el silencio ya que se tiene la idea de que realizarnos es conseguir algo, tener experiencias, desarrollar cosas, adquirir conocimiento. No parece por eso posible que acallándonos nos podamos realizar.
Vamos a mirar por qué el silencio nos realiza. La realización humana es algo peculiar. El ser humano se realiza descubriéndose. Porque realizarse es ser auténticamente, llegar a ser lo que ya se es, serlo en autenticidad, tomar contacto con ello, darnos cuenta de ello. Cuando me voy realizando lo que hago es poner al descubierto lo que soy realmente. No estoy añadiendo algo que no tenía y que se va obteniendo con esfuerzos, con conocimientos, técnicas o experiencias.
Lo que he de hacer para descubrir mi propio ser, es acallar aquello que se ha añadido a lo que soy. Lo añadido hace un ruido en la superficie de nuestra conciencia al que ya estamos habituados. Habría que ir acallando ese ruido. El ruido está hecho de lo que nos parece ser, de lo que nos hemos acostumbrado a ser, de aquellos hábitos mecánicos que nos hemos ido creando. Ese es el ruido y eso es lo que hay que aprender a silenciar.
Es como si mirásemos la superficie de un lago en la que cayera un objeto y se produjeran ondas. Cuando las ondas desaparecen el lago vuelve a quedar completamente sereno. Si miramos entonces podremos ver, como en un espejo, todo lo que en él se refleja. Mientras el agua se movía no podíamos ver nada. Esto sucede también en la conciencia humana. Mientras estemos en la superficie de nuestra conciencia, en nuestra mente habitual, todos los movimientos de tantas inquietudes, miedos, deseos, ansias de llegar a ser, están impidiéndonos descubrir la realidad tal cual es, la que somos y a la que aspiramos, que son la misma.
Simplemente acallando ese movimiento, dejándolo tranquilo, silenciando ese ruido de todas nuestras inquietudes, deseos y miedos, nuestra mente muestra una superficie serena, transparente como un espejo y la realidad se presenta tal cual es, reflejándose en ella. Porque la realidad está siempre ahí, permitiéndonos descubrir el verdadero sentido de nuestra vida. Esto es realizarse. Al descubrir el sentido de mi existencia, me realizo. Y la realidad que descubro que soy, me sorprende porque escapa a todas mis fantasías, las cosas que podría imaginar como lo mejor para mí. Todo eso, comparándolo con lo que la realidad es, resulta una nimiedad. Al hacer un trabajo profundo de silenciar capas en la conciencia y adentrarnos más y más en ella, se descubren cosas que sobrepasan los deseos limitados de la mente.
Si estoy en la superficie de la conciencia, en el pensamiento, vivo atado al tiempo. A lo que me ha sucedido en el pasado y a lo que me puede suceder en el futuro. Pero se me escapa el presente, lo real. Al no vivir el presente, la vida me parece tediosa, aburrida, sin sentido. Todo se repite en mi ignorancia. Culpo a la vida y la encuentro carente de significado. Pero cuando se vive la realidad no existe la posibilidad del tedio, del sin sentido, pues todo es inesperado y se mueve de instante en instante. Todo es extraordinariamente inteligente.
La realidad es una melodía maravillosa y todo ser humano vive para escucharla. Cuando nos ponemos un disco y escuchamos su melodía, nos olvidamos del disco y del material que está hecho. Pero si el disco se raya no podemos entonces olvidarlo pues al repetirse capta nuestra atención totalmente y dejamos de oír la melodía. Es el disco el que se vuelve entonces importante. Miramos para ver que le sucede, empezamos a preocuparnos por el disco y no podemos escuchar ya nada más. Los seres humanos estamos permanentemente preocupados por nuestro yo personal, que podría ser el disco del ejemplo. Nuestra vida la vivimos mecánicamente, dando vueltas y vueltas alrededor de lo mismo y pendientes sólo de solucionar lo que aparece. Pero si la mente fuera transparente a lo real y permitiera que la vida fluyera, como cuando el disco es perfecto, no me daría cuenta de que ahí está, no habría interferencias y la bella melodía de la realidad sonaría tal cual es.
El mecanismo repetitivo lo introduce en mi mente el error. Cuando no hay error, todo es espontáneo. La verdad es la cosa más sencilla, es algo transparente que deja que la realidad se manifieste.
Realizarme es permitir que la realidad se exprese a través de mí. Cuando esto sucede yo no soy distinto de lo que se expresa. Me doy cuenta de que la realidad y yo no somos cosas separadas. Ya no separo el disco de la melodía, porque el disco no tiene ninguna importancia. Lo único que importa es la melodía. Entonces mi vivir se transforma de una manera mágica, podríamos decir, porque ya no está atado a la ley de causa y efecto. Se acaban todas las causas, todas las limitaciones, los condicionamientos sociales y morales. Ya no hay ninguna limitación porque la vida no la conoce. Lo que sí es cierto es que es perfectamente adecuada, que se adecua en cada instante por el propio impulso de la inteligencia que es. La vida es inteligencia pura, está en cada instante adecuándose. Por eso no requiere cálculo, angustia, miedo, ni nada de lo que se vive habitualmente en el ámbito psicológico.
Un instante de darse cuenta de lo que es la vida, compensa todo el tiempo que se ha ido dedicando a esta investigación de la conciencia, porque el instante así vivido es sin tiempo, es eterno, mientras que se pueden pasar años y años de dar vueltas en lo psicológico sin descubrir absolutamente nada, sino repetición tras repetición de lo mismo. Esto es lo que llamamos desde el punto de vista subjetivo, vivir en plenitud. Vivir la plenitud es escapar al tiempo. Algo que no tiene duración escapa también al espacio. No es más grande ni más pequeño, es total. Lo que no se puede encerrar ni amoldar a nada.
Y si esto no se vive así es por un error de funcionamiento que sólo nosotros podemos advertir y corregir. En esto consiste nuestro vivir. Vamos cometiendo errores que nos permiten aprender. Sólo por esos errores se ha creado ese abismo entre esta vida que nos parece natural y que es completamente antinatural —llena de angustia y preocupación, con toda la gama de problemática emocional y mental que conocemos— y el vivir en plenitud.
Vivir en plenitud es esa felicidad que anhelamos, detrás de la que vamos constantemente y no alcanzamos. ¿Será inalcanzable? No somos felices cuando intentamos conseguir algo y lo conseguimos. Somos felices cuando hacemos un silencio en esa ambición. Cuando el silencio disuelve esa ambición, la plenitud que está detrás aparece espontáneamente. Es entonces cuando me siento ser plenamente. Esa es la felicidad que de verdad añoro y no aquella tras la que corro. Aquí está la diferencia y si la veo claramente puede transformar por completo mi manera de vivir.
Extracto de "El Silencio Creador"
Fuente: Consuelo Martín. El silencio creador (Mandala Ediciones)