Estas en mi esta noche, sin posible retorno, sin un solo recurso que me libre de ti. Esta noche luminosa, llena de esplendor y fragancia nocturna, tendidos sobre el césped, al mirarte siento la atracción de tu cuerpo ardiente, pregonando placer.
Me siguen en la noche esos ojos, de mirada imponente donde se refleja un infinito océano, oscuro y abismal. Me envuelve tu silencio, tu indefensa ternura, tus labios provocantes e insinuantes, encendiste la hoguera fructífera, desencadenando un mar de placer dentro de mí ser.
Mi cuerpo se mueve al compás de la noche, la luna deja figurar a través de mi ropa, mis ardientes senos.
Mi ropa ceñida a mi cuerpo, excitaba tu mirada. Mi vestido le estorbaba a mi cuerpo, ese cuerpo candente virginal que atraía tu mirada fogosa, mientras tenía un vaivén seductor, como los veleros en alta mar, resistiéndose a los vientos. Te siento como un hierro candente en mi cuerpo, llevo grabada a fuego la marca de tu amor.
Sin calmar la temperatura ardiente de mi sexo, te enredas entre mi cabello negro como el ébano, con olor agradable a rosas frescas, te envuelves en la mirada centellante de mis ojos negros. No puedo defenderme del calor de tus manos, que lentamente desnudan mi cuerpo para acariciarme, sintiendo la necesidad de poseerme allí mismo, bajo esa noche estrellada y siento que ya no me queda nada que hablar.
No quiero que me envuelvas, pero tal vez lo quiero. Te siento en mi cintura como un estrecho abrazo. Esta noche te voy sintiendo dentro de mí, ya no me defiendo, me dejo llevar por ese sentimiento que nos arrastra a la locura, para así fundirnos en un solo ser. Ahora tal vez no supiera como vivir sin ti, así que arrásame la vida y déjame morir.
Sevillana