“El mejor momento para plantar un árbol era hace veinte años, pero el segundo mejor momento es hoy”
Proverbio chino
“Sin cambios el progreso es imposible y los que no pueden cambiar sus mentes no pueden cambiar nada”
George Bernard Shaw
Seguramente habrás escuchado la tullida y cansina frase de que: “Soy demasiado viejo – o vieja - para cambiar”. Más deplorable aún cuando la expresión viene de adultos jóvenes. En cualquiera de ambos casos, séase de ancianos o jóvenes adultos, la proposición es auto castrante, pues nunca se es demasiado tarde, aunque sí más difícil con muchos años encima.
Así lo propongo, como lo sugiere el proverbio oriental arriba nombrado. Siempre habrá un segundo mejor momento para mejorar: ese es ahora, no ayer, no mañana… ¡Ahora!
¿Por qué auto limitarse?
Honoré de Balzac, escritor francés, uno de los más grandes narradores de todos los tiempos, dijo poco antes de morir: “Ocho horas con fiebre, ¡me habría dado tiempo a escribir un libro!”.
Conmovedor ejemplo de un personaje ilustrado que, hasta en el último minuto de su existencia, seguía en pos del cambio, la mejora y la creatividad. A lo que se podría contra argumentar que eso es para los temperamentos iluminados… De nuevo, ¡otro veredicto auto limitante!
No necesitamos ser muy sabios, ni famosos e iluminados genios para conseguir un cambio en nuestras vidas. Más que todo, se requiere de dos cosas:
ü Aceptar que la responsabilidad del cambio es propia de cada quien. Que nadie lo hará por nosotros y que la edad no es una limitante. Acepto que con la edad algunos puedan perder energía o interés, pero esas pérdidas son consecuencias de los pensamientos y actitudes negativas acumulados con el paso del tiempo. Con la inacción ante las disyuntivas de cambio.
De tal modo, que la voluntad se fue atrofiando, las zonas de confort flojearon el espíritu y la mente, hasta el punto de decir que ya no se puede, y el pretexto es que ya es tarde. Sea el caso de un joven adulto o de una persona “mayor”.
ü Si logramos aceptar la responsiva de que las riendas de nuestra vida las debemos llevar nosotros, el paso siguiente se facilita: ¡Actuar!, en la línea del cambio.
Como dice la máxima: “El viento sopla para donde quiere, pero nosotros movemos las velas”. Un buen método de cambio – o aprendizaje – es conducirse como los niños: tener la atención centrada en lo que se desea y explorar. Experimentar, aprender, y volver a probar. Es mucho menos eficaz cuando el cambio o aprendizaje se quiere lograr a base de fijarse metas, normalmente demasiado ilusorias. La atención se centra en el objetivo y no en el proceso. Así, una persona obesa que se pone por meta el rebajar 30 kilos en un mes – mediante kilométricos maratones, pongamos por caso – lo más seguro es que se lastime en el primer intento y abandone la idea. Frustrado y convencido de que ya es demasiado tarde.
Por el contrario, si su atención se centra en un enunciado simple y accesible, como: “Hoy haré algo por mi salud”, será como los niños y centrará su atención en los pequeños cómos del día a día. Usará de vez en cuando las escaleras en vez del ascensor, caminará unos pasos más, reducirá la cantidad de comida, y poco a poco irá deshaciéndose de parte del sobrepeso.
Nunca es demasiado tarde. Sólo la muerte imposibilita el cambio. Lo malo es cuando uno mismo se encuentra muerto en vida. A los veinte o a los ochenta años.
El intento de cambio no garantiza la mejoría total. Pero sí el inicio de ella, hasta donde el reloj de la vida nos lo permita.
Quien hable de casos de imposibilidad de cambio, que recuerde lo de la frase de arriba, pues la función no se acaba hasta que baja el telón…
El autor es Consultor en Dirección de Empresas. Correo: manuelsanudog@hotmail.com
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DR © 2009 Rubén Manuel Sañudo Gastélum. Se prohíbe la reproducción sin el permiso del autor.