No debemos desayunarnos con la esperanza sino con el deleite del almuerzo, pues eso es lo que está enfrente, en el aquí y en el ahora. Las esperanzas, si llegasen a materializarse, serían nuevos y diferentes momentos. Pero la ilusión nos traiciona, pues presume que seremos verdaderamente felices después, en algún instante del futuro – inseguro, por cierto. Así que el disfrute del hoy se derrite pues esperamos que mañana, con tal o cual suceso, estemos más gozosos que en este tiempo - “Hoy no, mañana sí” – nos dice la imaginación.
Afuera de nuestra mente esto no es verdad, ya que no existe más tiempo que el de hoy, aunque no sea satisfactorio, pero es lo que hay con nosotros. De nueva cuenta, la mente se asoma diciéndonos que seremos dichosos: “Cuando me case, cuando tenga mis hijos, cuando los hijos se gradúen y se vayan, cuando mi negocio tenga éxito, cuando tenga casa y carro propios, o en las vacaciones” En una larguísima fila de “cuándos” apostados en el futuro de corto, mediano o largo plazo.
A veces, el viaje de los cuándos es hacia el pasado buscando, en lo que ya no existe, el recuerdo feliz: “Cuando era niño, joven o soltero, cuando recién me casé, cuando era estudiante”, y así por el estilo. O, peor aun, cuando la travesía mental nos lleva al pretérito donde están los remordimientos del hubiera: -Debí haber vivido la vida a mi modo y no como otros quisieron que fuera, hubiera sido más cariñoso con los que amo, no debí haber trabajado tanto, me hubiera permitido ser más alegre… - La culpa nos consume, con toda su fuerza.
Seguramente, en el ayer, algunos han tenido mejores tiempos y circunstancias; y no dudo que muchos tengan la esperanza ciega de que su vida mejorará en el porvenir. Pero sabemos que, ambos, pasado y futuro, no existen en ningún lado (a pesar de que el pensamiento nos quiera hacer pensar de otro modo), pues están tan sólo en nuestro recuerdo o en la imaginación.
Estos pensamientos de nostalgia o de fantasía, según sea el caso, ocupan nuestra mente y nos transportan hacia espejismos en el tiempo: en épocas que ya pasaron o que - con suerte y si vivimos para ello - están en el futuro; pero recordemos que el mañana no es más que un hoy que aún no se cristaliza.
Con el riesgo de ser reiterativo, remacho con la trillada frase, pero irrefutablemente verdadera, de que no hay más que un aquí y un ahora. El pretérito y el porvenir están en la memoria y en la imaginación. No desperdiciemos las oportunidades de vivir cada momento como lo que es: único e irrepetible; y con ello hay que deleitarse y tomar la decisión de ser felices, de otra suerte se nos puede ir la vida esperando.
Cedo las palabras al genial Gabriel García Márquez, con las frases de un fragmento de lo que escribió al ser diagnosticado de su cáncer: “Si por un instante Dios se olvidara que soy una marioneta de trapo y me regalara un trozo de vida, aprovecharía ese tiempo lo más que pudiera…”
“Las oportunidades son como los amaneceres: si uno espera demasiado, se los pierde”
William Arthur Ward
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D. R. © 2012 Rubén Manuel Sañudo Gastélum. Se prohíbe la reproducción sin el permiso del autor.