Cuando se trazan objetivos, quizás lo más importante como punto de partida es definir con la máxima claridad posible esos objetivos. Los objetivos se vuelven más poderosos cuando se establecen de la forma más concreta posible.
Muchas personas comenten el error de establecer de manera imprecisa y vaga sus objetivos. Y es muy difícil llegar a un destino que no se conoce concretamente.
Imagina por un instante a un grupo de amigos que van en un coche y están decidiendo adonde irán a cenar. Mientras llegan a una decisión, el coche no avanzará con rapidez, ya que todavía no saben en que dirección encaminarse. Pero una vez la decisión esté tomada y sepan claramente el lugar elegido, el conductor rápidamente podrá encontrar mentalmente el camino hacia ese punto y el coche empezará a tomar velocidad.
Con los objetivos sucede lo mismo. Si no se sabe con exactitud hacia donde dirigir los esfuerzos es muy difícil que el avance tome forma y velocidad.
Una de las mejores inversiones que pueden hacerse es tomar el tiempo necesario para clarificar al máximo nuestra lista de objetivos. Existe un poder inmenso en ese proceso de clarificación. Los objetivos bien definidos, motivan de una manera extraordinaria. Nos permiten crear visualizaciones vívidas e intensas de las sensaciones que tendremos una vez los hayamos logrado.Nos mueven e impulsan a la acción.
Además nuestra mente necesita objetivos concretos que perseguir. Cuanto más precisas y claras sean las instrucciones que le facilites, más poderosa se vuelve a la hora de encontrar caminos que te lleven hasta allí.
Ante la falta de resultados, una de las primeras preguntas que tenemos que formularnos es la siguiente: ¿Tengo mis objetivos claramente definidos? Y si la respuesta no es afirmativa, ahí ya hay un primer punto de acción inmediato sobre el que tomar acción.
Recuerda: La claridad siempre es poder.
© 2012 José María Vicedo –
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