Seguramente ya te ha ocurrido no creer en algo y encontrar a alguien que, por el contrario, sí cree. Puede tratarse de un tema muy simple o de cuestiones más complejas. Cuando hablamos de algo concreto, es más raro que suceda, pero no imposible. Pero cuando hablamos de algo subjetivo como los sentimientos, por ejemplo, ese caso es mucho más corriente de lo que imaginamos. ¡Y el amor es un ejemplo clásico!
Suelo recibir muchos mensajes y también oír a varios amigos y conocidos que no creen demasiado en el amor. O mejor, que no creen para nada que haya personas interesantes disponibles y dispuestas a vivir una relación que valga la pena.
Claro que, muchas veces, la repetición de esa falta de creencia en la felicidad en pareja no es más que una gran defensa, una tentativa de aminorar la frustración que sienten por no haber todavía experimentado esa sensación o por haber sufrido en alguna tentativa anterior. Se convierten en rehenes de su propio miedo.
Su argumento es bastante semejante. La mayoría alega que basta mirar a su alrededor e intentar identificar el número de parejas infelices, insatisfechas y en crisis. Sí, es cierto que esto existe. No obstante, lo contrario también podría servirles de refuerzo para la construcción de una nueva creencia.
O sea, bastaría observar con un poco más de credibilidad para identificar también las parejas felices, realizadas, y cuya relación ya ha alcanzado la profundidad e intensidad suficientes para demostrar que ¡vale la pena arriesgar! ¡Vale la pena ofrecer al otro lo mejor de uno mismo!
Sin embargo, la gran cuestión es: si tantas personas dudan de la disponibilidad de las demás, si tantos hombres ponen en duda cuánto pueden las mujeres ser compañeras y amigas, y si tantas mujeres ponen en duda cuánto pueden los hombres ser sinceros y entregados, entonces podemos concluir que estas personas están dudando unas de otras todo el tiempo.
¿Resultado? Nadie ve a nadie. Aunque sus ojos estén perfectamente, padecen una deficiencia del corazón. No creen y, por lo tanto, simplemente no ven. A fin de cuentas, vivimos para probar nuestras creencias. Todos nos pasamos la vida intentando probar que aquello que consideramos correcto lo es realmente. Y viceversa.
Y si alimentamos la creencia de que no existen hombres y mujeres que valgan la pena y estén disponibles para un compromiso, ¡entonces nos empeñaremos todos los días – aunque inconscientemente – en demostrar que estamos en lo cierto!
Y lo que resulta de ese escenario es que hombres y mujeres que son gente muy buena, que estimarían mucho vivir una relación de verdad, simplemente no se validan, no se reconocen.
Dispuestos a repetir sus creencias, buscan la forma de descubrir en el otro algo que compruebe que realmente no vale la inversión. Y así, desisten incluso antes de intentarlo. O, peor, viven relaciones llenas de neurosis, miedos e inseguridades, como si fuesen a terminar mal en cualquier momento. Y ¿quieres saberlo? ¡De veras terminan! Claro… si es eso en lo que apuestan, ¡más temprano que tarde es lo que conseguirán!
Por tanto, deja de apostar por lo que no quieres y empieza a apostar por lo que sí quieres. ¿Quieres encontrar a una persona sincera, romántica, inteligente, cariñosa, leal, entre otros adjetivos? Pues muy bien: el primer paso es empezar a creer que esa persona existe ¡y terminarás tropezándote con ella cuando menos lo esperabas! En fin, empieza a creer intensa y contundentemente en que sí existen personas muy interesantes y disponibles y, finalmente, estarás abriendo espacio para que una de ellas llegue para quedarse…
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