Mejor dicho, ¿sabes por qué, tú, yo y todas las personas del mundo sufrimos, por cualquier motivo que sea? Porque resistimos, nos rebelamos y libramos una lucha contra lo que está sucediendo y que no nos ha agradado!
O sea, no aceptamos la vida como se nos presenta en un determinado momento. No aceptamos el flujo y pasamos a invertir pensamientos, sentimientos y emociones -y muchas veces también palabras y acciones- para revelar nuestra inmensa indignación delante del acontecimiento que está en desacuerdo con nuestra voluntad.
Tú podrías justificarte diciendo que lo haces porque no eres cómodo, porque luchas por aquello que quieres y porque crees que quien no hace nada para cambiar lo que no está bien, es cobarde, derrotista o débil.
Comprendo tu punto de vista y creo positivamente de que parte de tu argumento tiene sentido. Pero explico: existe una enorme diferencia entre hacer lo mejor de ti e intentar todo lo que sea posible (¡sin faltar el respeto al limite del otro, claro!) para conseguir lo que deseas y… no saber reconocer la hora de parar y confiar en el Universo, la hora de dejar la vida suceder…
Porque, al final de cuentas, ¡Es eso que se llama FE!; o sea, confiar, entregarse al ritmo de la vida sin quedarse contestando, peleando, resistiendo, intentando convencerse o convencer a los otros de que ¡las cosas deberían ser diferentes! ¡No deberían!!! ¡Si debiesen simplemente serían diferentes!
El hecho es que ni tú ni nadie tiene el control sobre el mundo, sobre otra persona y, muchas veces, ni siquiera sobre la propia vida. Nuestro control es parcial, es limitado, va solamente hasta donde estamos conscientes; y créelo: la gran mayoría de nosotros está muy poco consciente delante de todo lo que existe a nuestro alrededor!
Podemos decidir muchas cosas, podemos y debemos hacer elecciones en todo momento, pero todo eso tiene influencia en los resultados hasta cierto punto. Somos apenas una pequeña parte de todo y, por eso, vivimos también bajo influencia de lo imponderable, de lo inexplicable, de lo invisible y hasta de lo impensable. O sea, vivimos bajo las demandas de lo incontrolable.
Y eso significa decir que, muchas veces, después de ya haber intentado todo lo que se podías, después de haber hecho lo mejor que conseguiste, no habrá más nada que puedas hacer para cambiar una situación sino aceptarla exactamente como es, sino confiar en la sabiduría de la vida y creer que lo que tenga que ser será! Que lo mejor puede estar por venir si realmente estás dispuesto a aprender, a no repetir los mismos errores y a, sobre todo, ¡perdonarte por lo que no conseguiste acertar de esta vez!
Y cuando consigues hacer esto, cuando consigues respirar profundo y simplemente confiar, es increíble como te relajas y todo comienza a pasar y terminas descubriendo que nada es por casualidad!
Especialmente cuando el asunto es dolor de amor, sufrimiento por alguna frustración o desilusión amorosa, acostumbramos creer que nunca va a pasar, o que va a demorar más de lo que podemos soportar, o que las consecuencias serán desastrosas, como nunca más confiar en alguien, nunca más entregarse o nunca más siquiera relacionarse.
Pero aunque el tiempo tenga sus secretos y poderes, hay algo que puedes hacer ahora para disminuir el sufrimiento, para sentir ese dolor desaparecer poco a poco. Y eso es creer, confiar, entregarse al ritmo de la vida, dejarse llevar por el fluir del Universo y vivir un día de cada vez, sin hacer tantos planes, sin invertir tantos pensamientos y tanta energía en este acontecimiento con el cual no estás de acuerdo! Apenas el ahora, apenas el momento, Y verás, sorprendido, que es mucho más fácil vivir cuando paramos de pelear y simplemente creemos que, al hacer nuestro mejor, lo que tenga que ser nuestro, será – tarde o temprano!
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