Si no sabes exactamente cuanto pesa o cuanta influencia tiene tu orgullo sobre tus pensamientos, sentimientos y decisiones, sabe que este siempre comienza como una voz. Una voz charlatana, incesante, que no para de hablar dentro de tu mente. Esa voz quiere convencerte de que lo mejor y más providencial por hacer es continuar nutriendo esa rabia o lo que podríamos llamar de indignación negativa.
Comparo el orgullo a sentimientos malos y tensos porque este viene seguido de la impresión equivocada de que estás en lo cierto y el otro está equivocado, sea por lo que hizo, por lo que dijo o simplemente ¡por ser quien es, de la manera que es! Como si tu fueses o al menos estuvieses, en ese momento, superior, mejor, con más razón.
Bien, partamos del siguiente principio: si tu orgullo está sobreponiéndose a tus sentimientos leves y agradables, tales como alegría, paciencia y capacidad de disculpar, lo más inteligente realmente es que comiences a responsabilizarte por esa dinámica. ¡Ok! Es verdad que el otro puede haber provocado esa sensación incómoda en ti, pero quien manda en todo eso es, es en principio, ¡tu mismo!
Siendo así, la pregunta es: ¿qué es lo que quieres hacer en relación a esa persona o situación? Convengamos que, si no es importante, ni vale la pena desgastarse. Pero si es importante, ¿será que vale la pena insistir en este orgullo que sirve más para robar tu paz y tu placer de vivir de que para resolver o hacerte algún bien?
¿Cuántos amores, amistades y placeres ya perdiste por causa de sentimientos como rabia y resentimiento? ¿Cuántas veces ya sufriste innecesariamente por no dar el brazo a torcer en una discusión o por no reconocer y admitir que de esta vez fuiste tú que te equivocaste? ¿Cuántas veces te quedaste solo y echaste a perder un día feliz simplemente por orgullo? Orgullo bobo, infantil, inútil.
¿Qué tal arriesgar una nueva actitud, un nuevo comportamiento? ¿Qué tal probar un nuevo modo de ser? ¡No tienes nada a perder! Por el contrario, solo a ganar! ¿Qué tal prestar más atención a tu mal humor e interrumpirlo con una deliciosa e inteligente carcajada de ti mismo?
No esperes llegar cerca de la muerte para darte cuenta de lo que realmente importa en tu vida. Por más que esa advertencia pueda parecer un cliché, se trata de una verdad indiscutible y de un momento irremediable. Cuando descubrimos que la vida puede acabar en un segundo, de una hora para otra, sin que tengamos ni siquiera la chance de cumplir aviso previo, nuestros sentimientos adquieren otros valores. Adquieren valores mucho más reales.
El hecho es que damos demasiada importancia a lo que, muchas veces, no tiene ninguna importancia. Y si tiene alguna, podría ser tratada de forma mucho menos contundente, mucho más flexible. Intenta solo por hoy. Intenta solo por esta vez. No por el privilegio que vas a ofrecerle al otro, pero, sobre todo, por el inmenso bien que vas a hacerte a ti mismo.
Y así, cada vez que disculpes, perdones, esperes, no pelees y reconozcas cuando te equivocas, más débil y sin sentido va quedando tu orgullo, tu rabia y tu resentimiento. Y puedes apostar: ¡más leve, más divertido, más atrayente y más bonito te volverás! ¡ Se volverá más increíble e inolvidable relacionarse con una persona como tú!
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