Cuando el discípulo reconoce que una encarnación no es más que un breve segundo de la existencia total, aquello que pretende alcanzar como realización externa inmediata adquiere otra dimensión. Y un amplio universo, libre de parámetros restringidos, se le revela silenciosamente.
Es muy importante que en esas etapas, él no ponga obstáculos al proceso sagrado que el espíritu intenta realizar por intermedio de sus cuerpos. Son pocos los que pueden fundir en sí mismos la forma y la no-forma, para estar más allá de los estados de diversidad y penetrar en la unidad, donde no existen clasificaciones.
Los que están sintonizados con ese proceso deben encontrar un nuevo eje de alineamiento y permitir que la propia consciencia trascienda los planos ya conocidos. En el caso de los que ya superaron aspectos individuales y se dejaron absorber en la consciencia grupal, el paso inmediato es abrirse a la consciencia planetaria; y de modo oculto y silencioso vivir integrados en las energías que sostienen la vida de los reinos, pueblos y elementos que evolucionan en la Tierra. Ese es el camino para conocer la irradiación de los nuevos tiempos y dejarse penetrar por ella. Ese es, también, el camino para relacionarse con la Jerarquía de manera fluida y continua.
Imbuirse del estímulo que impulsa a las consciencias al servicio planetario y unirse a la meta de la Jerarquía, es aproximarse a sus tareas, es ser capaz de no ignorar el dolor de los que son oprimidos por la violencia de las fuerzas materiales de esta civilización. Si hay cómo auxiliar en la disolución de ese mal, que eso sea plenamente asumido y concretado. Es necesario que el individuo alcance cierto grado de liberación interna para servir de esta manera. Mientras esté a merced de las fuerzas que asolan la vida humana, no podrá ser un instrumento de redención.
Extraído del libro "Nuevos Oráculos" – Trigueirinho
Editorial Kier
Páginas 43 y 44