¿Nunca has pensado que sería de tu vida sin WhatsApp? Si no lo tienes, parece que no tienes amigos, estás fuera del mundo, como ausente. Valoramos sus ventajas pero no sus peligros. Esta aplicación es capaz de esclavizarnos días enteros mirando a la pantalla para invocar mentalmente que suene el tono de aviso. ¿Crees que escapas de su adicción? Pues, ¡te equivocas!
1. Los estados de WhatsApp afectan a nuestro propio estado
Envías un WhatsApp y ¿qué pasa? que estás pendiente del símbolo que aparecerá. Un símbolo verde, un tic, una R significará que lo ha recibido. Pero la incertidumbre comienza cuando aparecen los dos, cuando indica que lo ha leído.
A partir de ahí, se desencadena toda una ola de sensaciones. Si en su estado ves escribiendo, todo va bien, te va a contestar, aunque los segundos que tardará en enviarlo se te harán eternos. ¿Pero y si ves que lo lee y no aparece nada?, ¿que pasan 5 minutos y sigue sin contestarte?
Ahí lo tienes. WhatsApp te ha dominado; ya estás cabreado cuando antes todo seguiría como si nada. Mientras tanto, tienes dos opciones. Una, mirar la pantalla atontado 15 veces por minuto, o dos, ir mandando más WhatsApp a gente que ni te interesa, para calmar tu estado o evitar pensar que efectivamente sí, está pasando de ti.
2. Ser prisionero de una conversación continua de 14 horas
Definitivamente tener un chat permanente, de 24 horas, gratuito, y que además desvele a toda tu agenda de contactos, incluido tu jefe, cuándo estás online, dónde estás, cuándo te conectaste por última vez, o cuándo volviste después de romperte las caderas y darlo todo a base de copas y rock and roll, desde luego no es nada positivo.
Nos levantamos y, ¿qué es lo primero qué hacemos? ¡Oh, sorpresa! Mirar el móvil. Quizás por si esta noche el de ayer sí se haya acordado de nosotros, ¿no? Pero ¡peligro!, nunca debemos iniciar una conversación a las 8 de la mañana que sepamos que no terminará hasta la semana que viene. ¿Por qué?
Porque tu móvil se acabará convirtiendo en un remolino de mensajes que no dirán nada, que irán cargados de sandeces, de caquitas sonrientes o chicas bailando flamenco y que te obligarán a inventarte una excusa y de las buenas para que ese alguien, al que llevas escuchando durante horas, no se enfade.
3. Conversaciones surrealistas que surgen del autocorrector
Mientras antes escribir un Olaaaaa era el inicio de cualquier conversación, ahora la cosa cambia. Nuestra superaplicación no solo detecta lo que queremos decir, pensar, sentir, sino que además corrige y cambia cada palabra que escribimos, aunque nuestros morcidedos no hayan querido que así fuera.
Así el antiguo 'olaaaaa' se transformará en 'oleadas' y ya no hablaremos de 'chonis' sino de 'chinos'. No nos despediremos con un 'besazo', ya que saldrá 'brazo' y se acabó lo de críticar y llamar a alguien 'guarrilla', porque lo que será es una 'guardilla'.
Nada de idiomas y de ir de bilingües por la vida. El nuevo nombre de Brad Pitt es Brad Putti. Si estoy vago puede salir cago, y si quiero decirte "qué mañana más buena" puedo acabar piropeándote con "¡qué mama.. más buena!"
4. Tener que hablar con ex-amigos que te recuerden por qué los eliminaste
Partimos de que la red de contactos de WhatsApp se rige por la agenda telefónica. Pero aunque hayas cambiado de teléfono mil veces, a lo mejor alguien que te acosaba cuando aún Chechu se meaba en la cama sigue guardando tu número en su móvil.
De repente, recibes un saludo desde un número que no tienes registrado, y jugáis a 'quien eres' / 'adivina' / 'ay, no sé, qué ilusión no saberlo'. Pero cuando termina ese flirteo y descubres que no es Tom Hanks en 'Tienes un e-mail' él ya se ha convertido en un pesado que ni te invita a cenar, te marea durante todo el día, no respeta el descanso y encima a las cinco de la mañana te manda un mensaje para soltarte chorradas
5. Amor, drogas, alcohol y una pizca de WhatsApp
No se puede negar, es pura adicción, una droga que utilizamos para comunicarnos. Fin de SMS, llamadas interminables, emails llegados de medio mundo, y ni hablemos de cartas postales. Lo peor no es que seamos adictos sino que los demás sufren esta adicción.
Por un lado, en nuestro estado de ánimo que cambiará de forma radical si alguien nos ha dado esos 'Buenos días' tan esperados o nos ha citado para tomar unas cañas. ¿Pero quién nos soporta cuando después de seis horas no hemos recibido nada? Ni un mísero mensaje spam. Si por mucho que lo actualizemos, funciona, los demás a tu alrededor no paran de teclear, y tú mirando a tu pantalla acabas pensando, 'What's up'?
Y por último están los encuentros sociales, hoy más conocidos como encuentros virtuales. Ya no quedas con tus amigos, ellos quedan con sus móviles y tú les haces compañía. Que si es un momento, que estás consolando a un amigo, que es algo que no puede esperar. Y entonces ¿por qué no le llamas y solucionas en 10 minutos lo que yo me estaré fastidiando durante 4 horas? No, es que han roto por falta de comunicación, te dice, con sus dedos tecleando a la velocidad de la luz.
Pero si has leído todo esto y aún no miraste de reojo 'WhatsApp', tranquilo, puede que tengas solución; si no es así, júntate conmigo.
http://www.chueca.com/articulo/cinco-razones-para-alejar-whatsapp-de-tu-vida