Para evolucionar como personas y ser menos autómatas, tendríamos que encontrar algún recurso que nos posibilite salir del círculo vicioso de las rutinas y de la mera tendencia a repetir.
Revisar nuestra historia personal constituye una de las herramientas más poderosas para lograrlo. Veremos por qué.
La mayoría de nosotros solemos estar muy apegados a nuestra historia, es decir, a nuestros traumas, nuestros fracasos, nuestras creencias, opiniones, emociones… Mucha gente, aún reconociendo sus fallos, se escuda diciendo: “Soy así, ¿qué quieres?. No puedo cambiar”. En el fondo, están admitiendo (sin saberlo) su apego ciego y su atrapamiento a las condiciones de vida que le ha tocado en suerte; sin cuestionarse siquiera que nada es irreversible, que el cambio y la evolución son posibles.
Un fenómeno llamado “IDENTIFICACION” juega un papel primordial en este sentimiento de apego y sometimiento a las condiciones de la propia historia personal. Esto es así, porque el bebé humano se constituye psíquicamente identificándose con las figuras de apego ( padre, madre, cuidadores ). Inconscientemente hace suyos rasgos, tendencias, ideas, creencias, opiniones y emociones de estas figuras mediante otro mecanismo llamado “INTROYECCION” ( del latín “ arrojar dentro”). De este modo, se “identifica”, es decir, se hace igual, copia rasgos de las figura de apego que le sirven de modelo.
De mayores la influencia de estas identificaciones que han tenido lugar en la infancia, si no se revisan, si no se cuestionan van a interferir en nuestras vidas, condicionándonos en lo que pensamos, en lo que creemos, en lo que elegimos. Serían influencias inconscientes en nosotros, por eso repetimos.
Para constituirnos como personas debemos identificarnos, es cierto, pero más adelante es muy sano analizarlas para que no tengan tanto peso específico en nuestras vidas. Por ejemplo: Si mi padre es muy negativo, yo no tengo por qué tener esta visión necesariamente. A pesar de querer a mi padre, puedo escoger otros modos más positivos de encarar la vida….
Revisar nuestra historia personal con un buen profesional supone invertir en uno mismo. Es una oportunidad de profundizar en quiénes somos, de recapitular, de verter nuestra intimidad en otro que escucha y ayuda a salir de la repetición mediante la toma de consciencia.
En el transcurso de las sesiones de trabajo entre paciente y terapeuta, con la condición fundamental de confianza mutua, se van revisando los problemas, dificultades, falsas creencias, fantasías, sueños y sintomatología general del que trae el que consulta.
A través de la palabra como vehículo privilegiado entre ambos, se va destejiendo la historia que traía el sujeto, despojándola de dramatismo, dotándola de cierto distanciamiento con los acontecimientos del pasado, proporcionando nuevas vías de pensamiento y de acción.
La historia personal, tan determinante al principio, se va diluyendo, se transforma mediante una perspectiva más madura y realista. Todo ello nos ayuda a superar culpas, a salir del victimismo inútil, a conseguir un mayor nivel de autoestima, pudiendo relacionarnos con los demás sin los viejos condicionamientos, productos de la identificación inconsciente y por tanto, no elegidos libremente. El resultado final, será un mayor índice autenticidad y de libertad para elegir lo que queremos ser.
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