Existe una gran diferencia entre los problemas reales e imaginarios. Las preocupaciones de futuro, situaciones hipotéticas y asuntos que no dependen de la voluntad a nivel individual pueden ser más problemas imaginarios que reales. La mayor parte de las preocupaciones de futuro que tiene una persona nunca se llegan a hacer realidad. Por tanto, es de vital importancia establecer una diferencia clara entre ambas preocupaciones para ganar en calidad de vida y disfrutar más del tiempo. ¿Cómo solucionar un problema real?
Ocúpate del problema
La mente tiene una tendencia especial hacia la preocupación, algo que resulta agotador porque dar vueltas y vueltas alrededor de un mismo tema durante mucho tiempo, puede ser lo más parecido a perder el tiempo. En vez de preocuparte antes de tiempo, ocúpate de los asuntos en el momento oportuno.
Posponer el problema
Existe una actitud opuesta: posponer los problemas y aplazar su resolución confiando en que una especie de personaje mágico ponga cada cosa en su sitio de la noche a la mañana. Posponer un problema genera el efecto contrario al deseado: la situación se agrava. Imaginemos el caso de dos amigos que se han peleado y tardan mucho tiempo en disculparse. La distancia cada vez es mayor y la relación se enfría un montón.
Busca una solución
¿Qué puedes hacer ante un problema real? Lo que tu lógica te dice: buscar un problema, es decir, encontrar la respuesta concreta para ese interrogante que te ha puesto en la tesitura de actuar. Todos los problemas tienen una solución, por tanto, a partir de este punto de vista conviene enfocar la atención en la búsqueda de esa solución determinada.
Por otra parte, conviene asumir la solución de un conflicto como un tema individual que no se debe dejar en manos de una tercera persona. Eso es como delegar la felicidad en otro.
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