¿Has escuchado la frase “El punto G está en los oídos”? Para muchas personas esto tiene que ver con esto precisamente: el gusto de que me hablen “sucio” en la cama.
Muchas personas no conciben el silencio entre las sábanas y requieren este tipo de estímulo mental. Desde frases bonitas, pasando por las conversaciones subidas de tono hasta las frases degeneradas y las alusiones a lo desviado y lo dominante, cada quien tiene su propio gusto. Hablar sucio es un ingrediente magnifico para sazonar los encuentros sexuales porque inmediatamente pone la imaginación a funcionar. Sin embargo, no siempre es fácil dominar este arte. Algunos posibles inconvenientes incluyen:
Te interesa pero te da pena: Normal. Todo lo nuevo y desconocido asusta y más cuando tememos hacer el ridículo o espantar al otro. Pues nada, para nada se nace aprendido y la práctica es la que hace al maestro. Hay que empezar poco a poco, tomando de aliento lo excitante que te pueden resultar los gemidos o ruidos de placer que hace tu pareja cuando disfruta. Si eso te parece estimulante, las palabras son solo el siguiente escalón.
No sabes por dónde empezar. Lógico. Es cuestión de ir poco a poco. Podés empezar pensando qué te gustaría decirle y qué te gustaría escuchar. Si no te atrevés a verbalizar eso que estás pensando, pues date tiempo y empieza por algo más fácil. A medida que vayas ganando seguridad, vas subiendo de tono, pero sin forzarte. No hay nada menos excitante que escuchar algo que no suena sincero o que notas que incomoda a quien lo dice.
Además es importante mantenerte atento a la reacción de la otra persona, porque de nada sirve que digás si la otra persona se incomoda en vez de excitarse (que es el objetivo). En este sentido ambos deben ir encontrando (repito, poco a poco) ese grado de obscenidad que les guste y con el que se sientan cómodos.
También hay que tomar en cuenta que muchas veces no es lo que se dice, sino COMO se dice. En este sentido estaría bien practicar un tono de voz, miradas o ademanes con que condimentar lo que digás.
Sigue faltándote valor. En este sentido la tecnología hace maravillas porque mantiene el sentido de anonimato que nos da el valor de hacer/decir mucha cosas que no podríamos cara a cara. Un mensaje de texto o correo electrónico puede ser algo fácil donde empezar. Eso sí, te recuerdo que eventualmente tendrán que verse.
¿Y si me paso o me dice algo que me molesta? Si vas poco a poco, difícilmente te vas a pasar y si algo le molesta, te disculpás y le explicás que no se volverá a repetir.
Si quien se molesta sos vos, pues intentás decirlo de la forma más considerada (pero clara) posible, explicando lo que no te gustó específicamente y rescantando lo que sí te gustó.
En el caso de la inspiración, lo mejor es ir construyendo algo propio, pero podés ayudar la imaginación con literatura erótica, películas (porno o no porno) o Internet. Tampoco es como que se necesita un discurso completo, basta con algunas frases por aquí y por allá que condimenten la vida sexual. Ir probando e innovando para ver que funciona para vos y tu pareja.
http://www.tusexosentido.com/2013/06/10/nada-de-frases-bonitas-me-gusta-que-me-hables-sucio/