La base de las relaciones humanas es la comunicación. A comunicarnos vamos aprendiendo en el camino. Sin embargo, no todo lo que aprendemos nos ayuda a tener relaciones humanas armoniosas.
Uno de los aprendizajes más importantes es la administración de la sinceridad. Cómo sale de nuestra boca, en que momento y delante de quien es demasiadas veces motivo de conflictos en nuestras relaciones humanas. Esto pareciera contradictorio, ya que nos enseñan que la sinceridad es un valor moral. Y lo es, pero siempre y cuando sea bien entendida. Para evitar algunos malentendidos, hay que tomar en cuenta que:
La verdad no existe: para que algo sea verdad, el 100% de las personas del mundo tienen que estar de acuerdo. Esto nunca es así. Pregúntele a 10 personas el exacto tono de rojo que tiene sus uñas/carro/casa y verá que los que unos ven como rojo sangre, para otros es rojo vino. Multiplique eso por los siete mil millones de ciudadanos del planeta y se da una idea de la cantidad de puntos de vista que existen con respecto a TODO.
La verdad no puede pasar por encima de los sentimientos de nadie: se puede decir (casi) cualquier cosa siempre y cuando yo cuide que nada de lo que yo diga haga sentir mal a la otra persona. Si a pesar que yo tuve cuidado, la persona se siente mal, eso ya es problema de la otra persona.
Hay pocas relaciones más cercanas que las relaciones de pareja. Por tanto, es una de las instancias donde más urge aprender a administrar lo que sale de nuestra boca. Algunas cosas a evitar son:
Hablar acerca de tu pasado sexual: primero, eso es tu vida privada, a nadie tiene que importarle. Segundo, tiene el potencial de poder llenar tu relación de fantasmas. Cuando se abre esa puerta, la curiosidad puede vencer al sentido común y generar preguntas que no vienen al caso. Cada quien tiene su pasado y en el pasado ha de quedar.
Confesar una infidelidad para dejar de sentirme mal: La infidelidad es un acto supremamente egoísta. Hago lo que me da la gana para satisfacer mis deseos sin pensar verdaderamente en las repercusiones que esto pueda tener en la vida de otros. Pero es todavía más egoísta si yo voy a “confesarle” una infidelidad a mi pareja para quitarme cualquier sensación desagradable que tenga (culpa, incomodidad por la doble vida, etc) sin pensar en ningún momento las repercusiones que eso pueda tener en la otra persona. Si yo hice algo incorrecto y me siento culpable, es correcto que lidie yo solo con esa situación que yo mismo he creado. Lo que es doblemente incorrecto es hacer algo incorrecto e ir a descargar mis culpas en la otra persona. Yo me voy a dejar de sentir culpable, pero ¿cómo se va a sentir la otra persona? Esto especialmente en el caso de algún encuentro aislado y potencialmente sin consecuencias.
Dar su opinión cuando nadie te la ha pedido: ésta mala costumbre impide que la otra persona logre sentirse escuchada y apoyada por nosotros. A veces la gente necesita una segunda opinión y en tal caso debe pedirla activamente.
Cuestionar: Que se diferencia del preguntar en la intensión que trae. El cuestionamiento ya trae implícita una respuesta. La pregunta está verdaderamente abierta a escuchar lo que diga la otra persona.
Hacer una pregunta cuando no estoy preparado para oír la respuesta: esa es una pregunta que mejor no hago, por responsabilidad personal.
Si logramos evitar estos errores de comunicación, sin caer en el otro extremo (hipocresía, mentira descarada, silencio malintencionado) podremos mejorar mucho nuestras relaciones humanas y de pareja.
http://www.tusexosentido.com/2013/06/17/la-sinceridad-mal-entendida/