¿Cómo se piensa la Astrología? Partimos de un acuerdo fundamental: cuando hablamos de Astrología no hablamos del cielo, pero sí que lo observamos para hablar de lo que hablemos.
Los astrólogos usamos el inventario formal del universo astronómico -los elementos del cielo mapeado, y todo movimiento identificado del sistema solar, según la cúpula disciplina tecnológica de talante materialista percibe e interpreta- como un LENGUAJE referido no al cielo observado, sino a nosotros, los observadores.
A los practicantes de astrología nos importa decodificar patrones en el cielo para significar la riqueza de experiencia de los que habitamos la Tierra.
Si la Astronomía describe al universo observado en tercera persona, la Astrología, por su lado, parte de las mismas observaciones astronómicas para describir nuestro propio universo humano, en primera persona.
Por eso la Astrología está adherida a la Astronomía como el fuego al leño. ¿Cómo es esto posible? ¿Estás listo para el vuelo abstracto?
Centros abstractos de lo real
Exploremos resumidamente los siguientes centros abstractos que cohesionan el entendimiento de la Astrología:
Arquetipo.
Holografía.
Símbolo.
Signatura.
Consenso.
Desarrollo.
Arquetipo:
El término griego archetypon significa:
“Lo que fue creado como patrón, molde o modelo”.
Traducido al criollo abstracto: los arquetipos son patrones para el espectro de nuestras posibilidades humanas; a partir de esos moldes nosotros somos lo que somos, y valga también expresar la otra cara: a partir de esos modelos no somos lo que no somos, ni percibimos lo que no percibimos.
Es un hecho energético irreductible que no podemos concebir algo para lo cual no existe arquetipo.
Experimentamos nuestra humana condición a través de los arquetipos de la forma humana. Todos los ingredientes constitutivos de nuestra existencia como la vida, la matriz, el niño, el sí mismo, la mente, la polaridad, luz y sombra, lo femenino, el macho, el encuentro, el crecimiento, la estructura, el cuerpo, los dedos, la enfermedad, la sanación, la evolución, los ojos, el corazón, el vínculo con lo trascendente, la transformación, la muerte, etc., etc., son patrones arquetípicos cuya articulación particular configura en todos nosotros la esfera de lo real, en un universo holográfico generador de orden, en continuo proceso de creación.
Es un hecho energético irreductible que vivimos de acuerdo a estos patrones ordenadores desde que somos hombres dotados de la capacidad de percibir.
Si hay algo “anterior” a los arquetipos (“lo que crea”), su naturaleza es y probablemente será siempre un misterio para nuestra forma humana, que de cualquier modo siempre intenta pescar alguna interpretación que le cuaje. Ese es el “problema duro” para los estudiosos de la conciencia (“¿cómo es que se produce la conciencia y la percepción material del mundo que nos rodea?”), y la fuente de brillo y felicidad para los practicantes del silencio interior.
Lo que podemos interpretar es el funcionamiento intrínseco de nuestra esfera de realidad, nuestro vínculo con lo real, hoy el “problema blando”: las cartografías de la cognición. Un concierto de cientos de miles de enfoques describiendo desde la propia singularidad humana un aspecto del universo observado.
En cuanto la Astrología, se trata de una cartografía de lo real:
La Astrología parece comportarse como un lenguaje que describe la articulación de los arquetipos expresada en nuestra subjetiva experiencia humana.
Claro que se trata de un lenguaje que será interpretado por un astrólogo en particular, desde su particular sistema de creencias, en un tiempo y espacio determinados (no somos omnividentes, ni los caldeos de otra era).
Por ejemplo: “Sol”, “Venus”, “Luna”, “Plutón”, y demás planetas, planetas enanos, asteroides, satélites que integran el ecosistema solar que habitamos, son letras del lenguaje astrológico. Cada una de las letras refiere a un ingrediente específico del molde del hombre perceptor. “Eclíptica”, “Sagitario”, “Tauro”, también son letras que refieren a estados de desarrollo del molde del hombre… etcétera.
Holografía:
Como todo organismo vivo, nos acoplamos a nuestro entorno. La forma humana posee los mismos ingredientes de la tierra y las estrellas, y más específicamente del reino de la estrella que anima la vida de nuestro sistema: el Sol. Memorables hombres de conocimiento de otros tiempos vislumbraron este hecho confirmado por la vanguardia científica actual: “el microcosmos se asemeja al macrocosmos”, “como abajo es arriba”, “estamos hechos de polvo de estrellas”.
Hoy parece útil concebir la realidad como un holograma donde los distintos reinos de experiencia no aparecen como desconectados y solapados o incompatibles. Llamamos holón a la unidad básica del holograma: una totalidad que forma parte de una totalidad, que forma parte de una totalidad, y cada holón es como un clon del holograma.
En el caso que interesa a la Astrología:
Tanto el “sistema solar” como la “forma humana”, y un “ser humano” que por definición ha nacido en cualquier punto de la Tierra en un instante particular, son holones que remiten a la misma totalidad holográfica.
Cada holón de nuestro misterioso universo es algo así como una micro-realidad donde intervienen todos los arquetipos que hoy somos capaces de percibir, manifestado en vertientes internas y externas de la experiencia humana, en lo subjetivo y lo “objetivo”, lo intangible y lo material, la sociedad y la naturaleza, etc. Se trata de un fenómeno que a nuestro costado racional le suena a místico, pero nuestro costado integrado, conectado con la misteriosa esencia del universo comprende sin palabras y con regocijo.
La mente de vanguardia, dotada de conciencia integrativa, desafía los parámetros disociadores de la cognición vigente y lee una correspondencia significativa entre “forma humana” y “sistema solar”. Así pues, del mismo modo que hoy la neurociencia formula que los estados orgánicos del cerebro tienen su correlato en la experiencia de lo real, o la ciencia de la genética asegura que en la codificación del ADN está el mapa biológico de una persona, por nuestro lado:
La cartografía astrológica da cuenta de que cada patrón /arquetipo constitutivo del molde del hombre se corresponde significativamente con un elemento del sistema solar, y la articulación particular de esos patrones es: la expresión de nuestra experiencia de vida que comienza en el instante de nuestro nacimiento.
Y lo mejor de todo es que se trata de vistas distintas cartografiando el mismo fenómeno. La neurociencia lo hace desde la vista del cerebro, la genética desde la vista del gen, la astrología interpreta nuestra subjetiva experiencia de realidad.
Símbolo:
Symbole significa: “unir lo que aparece como separado”.
Si los patrones de holones distintos como “forma humana”, “sistema solar”, “ser humano” gozan de un parentesco, en Astrología lo sintetizamos con un símbolo: signo del zodíaco, planeta, meridiano, etc. Dicho de otro modo:
Las letras del lenguaje astrológico son símbolos que unen los elementos mapeados de nuestro firmamento con los ingredientes mapeados de la forma humana perceptora en su fase actual de desarrollo.
Ya que somos un holón del universo, para empezar, “todo hombre y toda mujer es una estrella”, los humanos, antes de ser cuerpo físico somos como esferas de energía y conciencia, luz y calor pulsando como el Sol en el viaje espiralado de la evolución creativa del cosmos.
Si el “sistema solar” es un símbolo para la “esfera de realidad y de conciencia de la forma humana”, el “Sol” en sí mismo es el “centro de gravedad aglutinante” de la diversidad ecológica de mundos que configuran la experiencia de lo real. Entre los planetas Mercurio, primer satélite del Sol, está emparentado a un vórtice de la esfera de conciencia, donde se ensambla la percepción de lo real, configurando la modalidad de atención que describe la experiencia de estar vivos… en primer lugar, somos seres perceptores. ¡Qué otro ingrediente que simbolice mejor al cuerpo orgánico que la Tierra que nos aloja, configura nuestra casa física, el epicentro del yo! Desde la vista integrativa, Saturno y su voluminosa banda de anillos es como la ley que establece el perímetro tridimensional de lo conocido… etcétera, los arquetipos de la forma humana tienen su correlato en el cielo observado.
Es claro que la vista holográfica y simbólica de la realidad no contempla “influencias de los astros” ni tampoco suscribe a interpretaciones míticas de la realidad. Aunque el conocimiento guardado en los antiguos mitos de nuestra civilización es ricamente útil para religar con otro holón: la ontogenia, la historia del desarrollo del hombre. Reconocer los mitos que nos condicionan es la antesala de la intencionalidad.
Si la Astrología se revela como un metalenguaje del orden arquetípico de la esfera de realidad de la forma humana perceptora y sus cartografías, sus letras son los símbolos cuya virtud es unir holones, o dimensiones de realidad aparentemente desconectadas.
Por ejemplo: con los símbolos unimos “afuera” y “adentro”, “realidad de ensueño y realidad de consenso”, “Mercurio” y “atención”, “eclíptica”, “banda espiralada de desarrollo de la energía y la conciencia”…
Actualmente la Astrología mira hasta la periferia conocida de nuestro sistema solar: el Cinturón de Kuiper, estamos explorando más de cerca el ingrediente transformador de la forma humana que identificamos con “Plutón”, ya reconoceremos eso que los astronómicos recientemente bautizaron “Eris”. Y seguiremos. Nos zambulliremos más allá de las bandas periféricas de la vida tal como hoy la conocemos, tantos archivos de información insospechada viven en nosotros como estrellas en el universo cartografiado.
Signaturas:
En la cartografía astrológica, identificamos los patrones –arquetipos- en diversos holones de lo real que simbolizamos con un elemento del cielo. Y las características específicas de los patrones que asemejan a dos o más holones es lo que tradicionalmente denominamos: signaturas.
La signatura, pues, es como una arista que identifica a dimensiones de realidad aparentemente distintas.
Por ejemplo, “luminosidad”, “pulso”, “calor”, “centro de gravedad del sistema”, “fuente de la energía vital”, son algunas signaturas que identifican al arquetipo del Centro que da vida, integra y equilibra todos los componentes de un sistema holónico cualquiera, como el manifestado “afuera” en la realidad física del sistema solar y “adentro” en la realidad subjetiva del sistema psíquico, etc.
En otras palabras, una signatura es capaz de describir un ingrediente arquetípico que uno y otro holón tienen en común. En suma:
Si concebimos un universo de holones que remiten en sí mismos a la totalidad holográfica desde una vista distinta, los símbolos astrológicos conectan los holones entre sí, y lo hacen mediante las signaturas, que son las características descriptoras o bits de información.
Por supuesto, encontrar signaturas es una maniobra de la mente que percibe un mundo de objetos separados: en primer lugar les confiere entidad, cuando aísla una y otra característica del universo como elementos desconectados; en segundo término los conecta analógicamente y por último los interpreta. Podemos interpretar signaturas desde la lente de la energía, de la conciencia, de la física, de los mitos, de la química, la homeopatía, de los procesos culturales y sociales, los nutrientes, etcétera, en primera persona singular o plural, en tercera persona, en la medida que nos pongamos a estudiarlos.
Por eso, la precisión astronómica de los patrones observados en el sistema solar es tan relevante punto de partida para la cartografía astrológica. En nuestro mapa del cosmos encontramos las signaturas para comprendemos a nosotros mismos. En astrología nos nutrimos de las clasificaciones de la cúpula ciencia más dura, racional y ortodoxa, los patrones consensuados experimentalmente en el mundo macrocósmico, pero no les creemos tanto. Lo que nos importa es que actualizan las signaturas que también describen el psiquismo de la forma humana.
Consenso:
La Astrología es a la Astronomía lo que el fuego al leño, y se enciende con el consenso.
Es un hecho energético irreductible que antes de ser cuerpo físico, somos seres de energía como el Sol en un viaje espiralado de conciencia. Sin embargo existe un arquetipo de tremendo peso sobre la forma humana: en astrología lo identificamos con “Mercurio”, el primer satélite del Sol. ¿Qué significa en criollo? que nuestra primera condición es ser perceptores, y sobre todo, que nos ponemos de acuerdo sobre lo que percibimos como real.
Es un hecho energético irreductible que nuestra percepción de lo real está determinada por la cognición, esto es: un sistema de interpretación de lo real, que es estructuralmente lingüístico, se replica espontáneamente, se instala en nuestra mente y se valida en la cultura. No sabemos de la existencia del sistema consensuado de percepción porque está arraigado en nuestra configuración de lo real desde nuestra más tierna infancia. Sólo nos damos cuenta en la práctica de la meditación, cuando nos encontramos con el diálogo interior que nos describe el mundo conocido… y todo lo que nos hace pensar, por ejemplo, que los planetas del sistema solar no tienen nada que ver con nosotros y nuestros temas.
El diálogo interno nos sopla cómo es lo “real” y como cabe esperar, la naturaleza intrínseca de las descripciones consensuadas de la realidad es contarnos cómo vivir los arquetipos y los holones en general.
Es poco probable que una persona sin contacto con el silencio interior comprenda con el cuerpo integrativo el vínculo que existe en todos los elementos de nuestra esfera de realidad. De acuerdo al sistema vigente de consenso, percibimos e interpretamos un mundo de objetos materiales allá afuera separados por un espacio vacío, y desconectados de nosotros. Pero esta es una versión de lo real: una versión cultural y arbitraria que venimos consensuando desde que tenemos uso de razón, sin preguntarnos mucho al respecto. Además, por generaciones nuestra ciencia se desarrolló abrazando vistas más y más mecanicistas y reduccionistas sobre lo real y posible, con metodologías experimentales más y más especializadas que buscan efectos a las causas, sin preguntarse por el lugar del observador. Todo lo cual indicaría que no hay cosa tal como “influencia astral” y que la astrología no tiene ton ni son.
Pero hay noticias: la realidad de consenso inició un proceso de transformación desde que los genios de la física cuántica pusieron el ojo sobre el sistema cognitivo observador. Actualmente la vanguardia del pensamiento científico integra en la descripción de la realidad vistas más integrativas y holográficas, de sistemas de holones interconectados en donde no hay causas y efectos, sino un vinculo de sincronicidad.
Esto es: las interpretaciones más actualizadas definen una realidad tan material como holográfica. En cuanto a la Astrología, poco a poco la rescatamos de los siglos de maltrato.
Desarrollo:
El consenso sobre todos los ingredientes arquetípicos de la forma humana se va actualizando junto con nuestra comprensión más integrada del cosmos, en evolución creativa. Poco a poco la nueva generación de la astrología gana piso como la ciencia contemplativa más sofisticada que integra lo observado y el observador.
Si el lenguaje astrológico es un campo de experimentación continua sobre el vínculo entre lo observado y el observador, con toda nuestra experiencia de vida y conciencia, siempre que actualizamos la comprensión del mundo la sintaxis astrológica se actualiza. Esto necesariamente es así, pues la Astrología no es una disciplina aislada de los avatares de la cultura.
La Astrología no es solamente la ciencia más antigua de todas, todo lo contrario: funciona como una herramienta creativa para significar la experiencia. A lo largo de los siglos la investigación en Astrología se ha ido enriqueciendo según las necesidades prácticas de quienes la practicamos. Como ciencia del observador, es hija legítima de nuestra cognición de tercer milenio.
Son necesarios los estadíos del desarrollo espiralado de la energía y la conciencia para volar lejos de lo conocido y traer nuevos significados que usar. Y si esos contenidos ya estaban presentes en antiguas civilizaciones o tradiciones de conocimiento, o en otras culturas del globo, o si los intuimos aunque no tuviéramos las palabras o el lugar para expresarlos, la cualidad de hoy parece ser llegar a los mismos núcleos de conocimiento con el instrumental de las ciencias de la actualidad. Por eso, este momento es tan único y apasionante.
Si la modalidad de la época es conectar la data de la mente racional con el conocimiento abstracto, atemporal e integrativo, la Astrología tiene todo para dar: la sintaxis astrológica goza de una riqueza milenaria que desafía el tiempo y lo racional, y además hoy la nutrimos con observaciones científicamente actualizadas.
Detrás del prejuicio que deja a la astrología en el lugar de una pseudociencia amarillista preconvencional se abre un mundo de investigación e experimentación de este lenguaje tan sofisticado.
La Astrología es una ciencia contemplativa y misteriosa que une lo observado con el observador. ¿Qué pasa con el observador? ¿Quién piensa la Astrología?
Espero que puedas darte cuenta de por qué la Astrología se ganó la mala prensa, y también: por qué hoy estamos tan necesitados de abrir el potencial que hay en ella. Los que vivimos en la cresta del tiempo reivindicamos formas de pensamiento que nos den un sentido integrador para la asombrosa experiencia de estar vivos. Sabemos que el modo en que interpretamos la realidad es el prisma que abre nuestras posibilidades de crecimiento e intencionalidad, o nos las cierra.
Ya que te encontraste con la nueva generación de la Astrología te pregunto: ¿Estás al día con tu sistema de creencias? ¿Son operativas tus ideas? ¿Cuánto asombro hay en tu cotidianeidad?
Por otro lado, la Astrología es un lenguaje que abarca los contenidos temporales de la cultura, y también -y esto lo sabemos muy bien quienes la practicamos con asombro cotidianamente- la Astrología trasciende lo temporal: funciona como un metalenguaje abstracto y creativo, cuyas letras son los ingredientes arquetípicos de la forma humana. ¿Hay desafío más auténtico que reconocer abiertamente de qué ingredientes arquetípicos estamos hechos? ¿Hasta dónde estás dispuesto a reconocer los mitos y condicionamientos que configuran tu propia experiencia de estar vivo?
En verdad cada elemento de nuestra sintaxis astrológica es una unidad funcional capaz de compactar y ordenar complejos bloques de información e integrar las ricas dimensiones de la existencia. Por eso, aprender a usar el lenguaje astrológico es un compromiso con el conocimiento.
La sintaxis astrológica se actualiza con la experiencia de vivir, a la luz del acecho contemplativo de los patrones de nuestra conciencia. Así es que forjamos día a día los cimientos de este metalenguaje capaz de cartografiar la textura holográfica de lo real compuesta por no sé cuántos trillones de conexiones de seres humanos, que se extiende tanto más lejos que el vecindario conocido. ¿Estás dispuesto a desmantelar tus propios prejuicios? Entonces la Astrología será para vos un sistema alternativo de interpretación de lo real, capaz de abrir las posibilidades de ser que hay en un instante.
Con afecto,
Victoria Zain