Las frustraciones tienen relación directa con las expectativas, eso que esperamos suceda y que nos encantaría que pasara. Las expectativas son buenas, pues estimulan, alimentan la creatividad, el ingenio, estimula el emprendimiento. Pero también suelen ser contraproducentes para la vida si no sabemos plantearlas pues pueden ser causantes de grandes dolores.
Tenemos expectativas sobre todo. La vida laboral, espiritual, económica, salud, el futuro, las relaciones familiares, con los hijos, los padres, las relaciones comerciales, las relaciones con los clientes, con los empleados, las cosas triviales en fin, y obviamente la vida en pareja.
Un mal planteamiento de las expectativas sobre la relación de pareja puede llevar al traste lo que bien pudo ser una relación estable, de hecho, muchas relaciones se acaban antes de incluso poder darse el gusto de vivir una relación emocionalmente madura, lo que constituiría sin lugar a dudas la posibilidad de gozar de la libertad, realización y madurez emocional.
Saber fijar expectativas es un paso clave que permitirá definir si los resultados pueden ser interpretados como éxito o fracaso, permitirá interpretar si el camino elegido y cómo se avanza en el, resulta ser satisfactorio o frustrante y además, ayudará notablemente a fijar expectativas realistas opción clave que redunda en el desarrollo sano de las personas y que no estrangula las relaciones.
La mala administración de las expectativas definitivamente conduce al fracaso de las relaciones, y tiene relación directa con la frustración que se vive en ellas y lamentablemente que terminan asociándose al amor, situación que dolorosamente lleva a las personas a culpar, a enjuiciar al amor como el causante de tantos dolores, de tantos corazones rotos.
Las expectativas que cada quien tiene son el reflejo de lo que cada quien es, básicamente porque estas nacen del corazón del ser humano y siendo que nadie puede esperar cosas que no conoce, eso que espera suceda no es más que una extensión de lo que ese individuo es por dentro. De allí que la inmadurez emocional termine cobrando la vida amorosa de una relación que comenzó con tantas “expectativas” para después verse frustrada ante una cruda y dura realidad. No porque la realidad en sí sea dura, se vuelve compleja ante la inmadurez con que la enfrentamos lo que termina ocasionando corazones rotos, odios, sinsabores emocionales y una repugnancia con todo lo que tenga que ver con cosas del amor.
Por eso y para dar con una relación sana que propenda por la realización de los miembros de esa relación, para alcanzar una felicidad personal, un estado de dicha que pocos creen se puede dar, para alcanzar niveles de madurez y crecimiento personal en una relación no se debe buscar al “Príncipe Azul” que aparezca y haga la magia convirtiendo una vida solitaria y fría en una existencia llena de colores y felicidad plena. Esto no debe siquiera pensarse tal cual de esta manera porque de entrada son expectativas falsas que no corresponden a la realidad lo que invariablemente traerá enormes frustraciones y tristezas.
Para lograr una relación sana que propenda por la realización y la felicidad de la pareja lo primero que hay que hacer es construirse cada quien a sí mismo de forma madura, estructurada y equilibrada antes de pretender que otro haga por cada uno lo que es responsabilidad de cada quien.
Es de imperiosa necesidad si de verdad se desea encontrar al “Príncipe Azul” o la “Doncella” que salvar, antes que nada se debe ser primero ese Príncipe o esa Princesa para poder degustar de las mieles de una realización maravillosa. En otras palabras, estructurarse como individuos, orientarnos hacia la madurez personal, construirnos como seres humanos es una tarea a parte de noble, digna para la persona que se reconoce como ser humano valioso y que de verdad quiere que su futura relación sea un aporte y no un dolor de cabeza.
Muchos dolores en las relaciones podrían evitarse si dejáramos la impulsividad propia del sentimentalismo romántico y nos tomáramos un par de segundos para “Pensar”, acción más bien escasa en aquellos que dicen estar enamorados cuando lo que están es ilusionados, perturbados por la emocionalidad y condenados por la irracionalidad de las expectativas. Relaciones destinadas al fracaso desde el comienzo y parejas que aun no lo saben, llevan escrito en sus frentes los futuros malestares de relaciones rotas y corazones que no entenderán qué fue lo que pasó.
Expectativas erróneas terminan convirtiendo la relación en un fin en sí misma o en un medio para conseguir un fin, por tanto muchos llegan a buscar pareja asumiendo que al tener novio(a), esposo(a) serán alguien, serán valorados, respetados y que por ello se crea que al conquistar a esa persona en especial serán felices (un fin), o creen que al tener una relación obtendrán estabilidad, seguridad y al lograr esto entonces por fin vivirán felices para siempre (Un medio para lograr un fin).
La idea de colmar las expectativas de estas maneras (Fin y medio para lograr un fin) son ilusorias y por consiguiente frustrantes.
La inmadurez emocional cobra más víctimas afectivas de lo que se cree, básicamente porque se llega a la vida afectiva con el cuadro incompleto. El caso típico que ejemplifica esto es la actitud en una relación temprana, que apenas comienza a ver a la pareja como el ser humano perfecto y gracias al cual se es feliz, dado que encontrada la persona maravillosa que es su nuevo amor, la realización se siente y se vive plenamente.
No obstante, al poco tiempo de iniciada la relación, esas maravillas que embriagaban el alma al principio tienden a desaparecer y lo que al comienzo ilusionaba, hinchaba el corazón, ahora ya no es tan maravilloso y especial. Aparecen los disgustos, las inconformidades, y los que otrora se juraban amor eterno ahora parecen esclavos de rencillas, discusiones, problemas causantes de dolores que son incapaces de superar, eternizando y profundizando un conflicto que no saben porqué se dio y que llegó a transformar una bella relación en un campo de batalla.
Esto es así porque llegamos incompletos a las relaciones, en otras palabras inmaduros condenamos las relaciones antes de empezar.
Al no lograr la felicidad emocional de esta manera, situación que proviene de no ver al otro como un ser humano completo, de idealizar partes solamente, pronto la pareja comenzará a ver las “imperfecciones” del otro, esas partes del “Contrato emocional” que estaban en letra pequeña que por la ilusión y la premura, por no tomarse un tiempo firmamos sin pensar, ligereza que lleva a la pareja a entrar en discusiones, problemas, conflictos, portazos, reproches, abuso del poder, desprecio y ataques mutuos, complicaciones que parecieran ser irreconciliables.
Al final, aquella relación que comenzó con tanta ilusión ahora acaba en medio de rabias, odios y rencores. ¿Qué pasó?
Es hora de aterrizar, de fijar las expectativas emocionales en su justa perspectiva, expectativas racionales que abran las puertas de la realización emocional, que permitan degustar de relaciones maravillosas, plenas secundadas por un amor maduro que resiste al tiempo y los vientos en contra que vienen con la vida misma.
Esperar mucho de una relación, como esperar poco son muestra de expectativas irracionales que llevarán a finales anticipados de relaciones que frustrantes terminaron empañando la felicidad de un amor que resultó doloroso.
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