Pocos temas aparecen tan protagonicos de un debate repetido en la vida de las parejas como el de la frecuencia sexual. El tema parece trivial, pero vea en este artículo porque no es tan sencillo como comunmente se cree.
En un clásico filme de W. Allen, “Annie Hall”, se grafica muy sintéticamente uno de los conflictos que tienden a dividir los deseos y apetencias de mujeres y varones.
La pantalla se divide en dos y se ve simultáneamente a ambos miembros de una pareja en consulta con sus respectivos psicólogos. El terapeuta le pregunta a él “¿Cuántas veces hace el amor?”, Y él responde: “Poquísimo, tres veces a la semana”. Cuando el psicólogo le pregunta a ella, ella responde: “Muchísimo, tres veces a la semana”.
Una versión más ajustada a la vida cotidiana puede desprenderse de este guión marital:
El -Paty…Paty (tocándola en la espalda)
Ella –mmm… (Dándose vuelta en la cama)
-¿Por qué no…? (propuesta)
-¡No!
-¿Y porque no? (reclamo)
- Porque no tengo ganas, estoy con sueño.
- Pero si son las diez.
- Si claro, y mañana quién se levanta a las seis para preparar a los niños. Yo ¿No es cierto?
- Tú, está bien, pero hace dos semanas que no pasa nada.
- No hace tanto, dos o tres días.
- Dos semanas, son dos semanas, las conté y tengo muchas ganas de estar contigo.
-¿Será posible que no pienses en otra cosa? Duérmete y déjame dormir.
- No puedo… no puedo.
- Ya sé, ahora te pones en víctima y mañana en idiota y tengo que decir que sí para que no te enojes.
- ¿Y qué?
- Cómo ¿y que?, tu quieres sexo y yo quiero algo un poco más tierno, más cariñoso.
- Yo soy cariñoso.
¡Si claro, cuando quieres sexo!
Si es que esta escena le resulta familiar no es porque usted sea muy original, sino porque se repite noche tras noche en infinidad de dormitorios nacionales y extranjeros; y es que el amor y el sexo son los dos reclamos más frecuentes que hombres y mujeres presentan en la vida cotidiana. Los hombres afirman que no reciben suficiente sexo y las mujeres se quejan de no contar con suficiente romanticismo y amor.
En realidad los dos tienen un poco de razón: las mujeres porque ellos solo se ponen especialmente cariñosos ante la posibilidad de que el acercamiento corporal culmine en un encuentro sexual, y los hombres porque ellas esperan acercamientos emocionales a lo largo del día que justifiquen y preparen la escena sexual.
Las dos posibilidades pueden estar abiertas; porque es cierto que el amor se construye con cuidados y atenciones, pero también con arrebatos pasionales ; los hombres debieran entender que para una mujer las atenciones personales preceden a las sexuales y son un elemento principal de las relaciones de pareja; mientras que las mujeres debieran entender que para los hombres el sexo puede ser una instancia de descarga de tensiones, pero también una puerta de expresión para las emociones que normalmente ellos no manifiestan.
Hay que entender también que una pareja es como un buen vino, un producto orgánico en constante evolución, por eso no hay que tener miedo a los cambios, sino al estancamiento.
La expresión fluida del deseo sexual une a las parejas, del mismo modo que la evitación sexual las distancia. En este juego existen factores que actúan como inhibidores psicológicos del encuentro y otros como incitadores.Las estadísticas señalan que la frecuencia sexual depende de dos variables medibles, como son la edad y los años de matrimonio, y otras subjetivas, como son las situaciones por las que atraviesan los individuos y la relación de pareja. Los estudios dan cuenta de una curva descendente que se inicia con una alta frecuencia de relaciones sexuales al principio del matrimonio, que comienza a disminuir entre los cinco y siete años, para estabilizarse alrededor de los diez, con una curva franca de descenso de allí en más.
Al principio de la pareja, las relaciones son diarias. Luego bajan a unas tres veces por semana, para promediarse en dos veces por semana, disminuyendo a cada quince días o una vez al mes en etapas posteriores.
Son cifras generales, que establecen un perfil estadístico más o menos consistente en la frecuencia de los encuentros sexuales en la población sexualmente activa, pero nada dicen de la calidad y del grado de satisfacción que tales encuentros suponen. Otras investigaciones arrojan un dato interesante, en relación con un número significativo de parejas que, con el paso de los años, disminuyeron la frecuencia sexual pero aumentaron la sensación de satisfacción en cada encuentro.
La propia satisfacción favorece en mujeres y hombres el deseo de estar juntos, y renovar la actividad erótica.
El tema de la baja frecuencia sexual encabeza la lista de las quejas masculinas, aunque no faltan las mujeres que se quejan de lo mismo, reclamando a sus maridos cierto desgano a la hora de cumplir con sus “obligaciones sexuales”.
Los varones, más enrollados en este tema, encuentran en la cantidad de relaciones, una verificación del interés sexual de la compañera por el sexo, y por su propia persona.
No es que a los varones les interese solo la cantidad y la repetición, también creen en la calidad, pero no aparecen muy dispuestos a negociar lo uno por lo otro. Sin embargo, la insistencia del varón, como forma de obtener la cuota de sexo que desea, incrementa el rechazo femenino, y disminuye el deseo. Muchas mujeres acceden a la relación sexual con poco entusiasmo, para evitarse peleas continuas y recriminaciones interminables.
La escena típica pasa por la acusación del varón de no ser tenido en cuenta, y la respuesta femenina de no entender que no siempre se puede estar dispuesta.
Las reiteradas excusas de cansancio, tensión, ocultan esa dificultad en la mujer para entregarse a la relación sexual, por la relación en sí misma.
Las mujeres dicen: ” si no buscase tanto yo estaría más dispuesta”.
Los hombres dicen: ” si no se negase tantas veces, yo no sería tan insistente ” ¿Porque no muestra ella interés? ¿Porque no me busca?
Si yo la busco tantas veces, afirman con cierta tristeza, es porque nunca sé cuando va a decir que sí.
En el otro extremo hay varones y mujeres, más varones por supuesto, que colocan en el tema de la frecuencia todas sus ansiedades compulsivas. Se diría que viven pensando en la actividad sexual. Para ellos toda posposición es vivida como un rechazo.
La frecuencia sexual entonces, marca una pauta de encuentro, cuando ambos han aprendido a negociar y tomar decisiones que contemplen las necesidades de ambos o de desencuentro, cuando la pareja no sabe colocarla en un contexto de satisfacción mutua.
No se trata de centralizar el problema en torno al número de relaciones que se tienen por semana, sino de lo que esas relaciones significan en términos de placer y satisfacción. La responsabilidad es obviamente de ambos, y representa el esfuerzo que cada uno hace por satisfacer las demandas y deseos de la pareja.
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