Según Ovidio (Metamorfosis V, 551), las sirenas eran la compañía de la joven diosa Perséfone. Sus alas eran un regalo de la deidad Demeter para poder buscar a Perséfone cuando la secuestraron. Su canción seductora es una invitación permanente a la aparición de esta última.
El término "canción de las sirenas" alude a una súplica difícil de resistir. Si no se está precavido, se puede caer en la tentación, y esta falta de atención conducirá a un mal resultado.
Escritores tardíos han deducido que las sirenas eran antropófagas (caníbales) en base a las descripciones de Circe, quien se pasea por los prados entre montones de cadáveres descomponiéndose, pedazos de piel y huesos diseminados por doquier.
Por su parte, Jane Ellen Harrison cree que es extraño y hermoso que Homero transforme a las sirenas en seres afines a los espíritus y no a la carne, teniendo en cuenta la canción de las sirenas que prometen a Ulises la revelación de verdades con la falsa promesa de decírselas. Ellas cantan:
"Una vez que oigas el contenido de sus corazones te convertirás en un hombre más sabio. Sabemos todos los dolores que los griegos y los troyanos soportaron. ¡Nosotras sabemos todo!”
Son criaturas proféticas como la esfinge, con quien comparten muchos elementos afines. Harrison ha observado que su canción tiene el efecto de una melodía capaz de tranquilizar a los vientos. Pero el desenlace de la canción es, inevitablemente, la muerte.
Pero que la carne de los marineros se esté descomponiendo cerca de ellas no es indicio de que se los haya comido.
Otras interpretaciones indican que, cuando sus plumas fueron robadas, la naturaleza divina de las sirenas las mantuvo vivas, pero como eran incapaces de prever sus visitantes éstos murieron de hambre porque rechazaron irse.
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