Existe una tendencia humana a querer apropiarse de lo que tiene el otro, ya sean cosas como personas.
Desde el punto de vista psicoanalítico, esta inclinación no se trata de un interés específico genuino en alguien o algo del otro, sino de la necesidad de poseer y apoderarse de lo que le pertenece, que es significativo en la vida de esa persona, que se extiende más allá de ella, y que está revelando el deseo de poseerla.
Los engaños entre parejas son comunes y a veces provocados entre ellos mismos al no poder evitar el afán de no poder separarse adecuadamente de los amigos íntimos.
Antes de formar una pareja, existe una etapa de la adolescencia, denominada homosexualidad adolescente, en que el amigo o amiga íntima tienen un significado que trasciende la amistad para convertirse en enamoramiento, cuando están siempre juntos, se hablan por teléfono y comparten todo, y son tan importantes uno para el otro como si se tratara realmente de una pareja heterosexual.
A veces este amor es tan intenso que se tienen las primeras experiencias sexuales con ellos, aunque esto no significa que sean homosexuales para siempre ni tampoco que siempre se produzca en todos los casos.
El miedo a enfrentarse con el otro sexo es lo que hace que a veces los jóvenes mantengan este tipo de relación con algún amigo o amiga, que si no se transforma en un hábito, no deja huellas en la evolución sexual normal, siempre que no se transforme en un hábito permanente.
Recién cuando ambos o uno de ellos logran conectarse con personas del sexo opuesto, la amistad con el o la amiga dilecta se enfría y naturalmente tienden a alejarse prudentemente, sin demasiados contratiempos, atraídos por sus respectivas parejas.
A veces, esa amistad con el amigo o amiga íntima continúa interfiriendo en sus vidas y en esos casos puede surgir en ellos la necesidad de compartir parejas para simbólicamente tenerse ambos a través de los otros.
De todos modos, aunque no haya una amistad previa entre los individuos en particular, el deseo de apropiarse de la pareja de otro, se puede llegar a interpretar como un caso de homosexualidad latente, que se satisface teniendo a la pareja del otro en lugar de atreverse a poseerlos a ellos.
Cuanto más jóvenes son los protagonistas más común son estos casos de engaños recíprocos que a veces pueden terminar mal.
No necesariamente este tipo de engaño entre parejas sucede exclusivamente en la adolescencia, a veces también se produce en la mediana edad, cuando la rutina, la falta de crecimiento y el miedo a envejecer, suelen perturbar a las personas más centradas, llevándolas a intimar con las esposas o esposos de sus amigos, que son los más accesibles y que probablemente están atravesando por las mismas circunstancias, atreviéndose ambos a arriesgar sus familias para probarse a si mismos que su atractivo sexual aún está vigente.
En estos casos, no sólo engañan a sus parejas sino que también se están engañando a si mismos manteniendo relaciones extramatrimoniales que los pueden dejar aún más vacíos que antes, hacerlos caer en una depresión, sentirse culpables, perder su autoestima y el respeto por ellos mismos, además de arriesgarse a perder a sus esposas o esposos y a sus hijos.
Cuando una relación termina por cualquier razón, lo mejor es enfrentarlo con responsabilidad y recuperar la libertad como para comenzar otra.
Jugar con fuego es muy diferente, significa perder la propia dignidad y traicionar al otro; y nunca puede nacer algo bueno de estas dos cosas.
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