El primer encuentro sexual de pareja es un momento importante de conexión. Cada uno trae miedos, tabúes, obligaciones, creencias y mandatos que configuran su manera de aproximarse a un compañero erótico. ¿Dónde tocar? ¿Cómo acercarse? ¿Cómo generar el clima de confianza? ¿Cómo saber qué le gusta al otro y qué no?
Para romper el hielo, ingresar en confianza, hace falta construir el encuentro. Se trata de abrir la percepción, que permite detectar tensiones en el cuerpo del otro, que puedan indicar que estamos yendo demasiado rápido. Demos tiempo al cuerpo y al vínculo.
Lo masculino, lo femenino
La aproximación masculina es directa, la femenina es más indirecta. El hombre va derecho, porque quiere llegar “a destino”. La mujer necesita tiempo para ir elevando su excitación y sintiendo la confianza de saber que su cuerpo será acompañado y no violentado. Recordemos la analogía: el hombre es como el fuego y la mujer como el agua. La intensidad del fuego debe ser moderada para ir calentando el agua y poder cocinar el puchero. Ni muy fuerte que chamusque ni muy suave que no genere efecto.
Aunque cada persona tiene sus gustos y características, podríamos decir que la sexualidad de las mujeres va de afuera hacia adentro, con lo cual, los genitales y pechos (el lugar de mayor sensibilidad) requieren ser tocados al final de todo. Generalizando, a los hombres les gusta que las mujeres sean libres y expresivas sexualmente.
A la mayoría de los varones hombres les gusta que las mujeres respondan frente a lo que ellos hacen, que sean receptivas. A gran parte de las mujeres les agrada que los hombres se acerquen y avancen, pero despacio, respetando los tiempos de la construcción de la relación y la confianza, generando el deseo de ser tocadas.
Seduzcamos suavemente
Es útil en esta instancia, usar la seducción en todas sus manifestaciones: la vista (mirarse, sonreírse, detectar gestos de cortejo – arreglarse el cabello, mirar y quitar la mirada, acariciarse los labios-), el oído (hablar suavemente, decir cosas lindas que hagan sentir bien a la otra persona, sin comparar jamás con otros, poner música); el olfato (estar siempre limpios y con buen aroma, es el sentido más instintivo y puede generar un sí o un no); el tacto requiere mucha delicadeza: acariciar el rostro, los brazos, las piernas, ir descubriendo la piel de la otra persona con mucha suavidad. Los besos incluyen tanto el tacto como el gusto. Evitar la invasión de la boca de la otra persona o tener la boca tan cerrada que no se pueda interactuar.
Es preferible que el acercamiento sea gradual y mutuamente consentido. Ir generando deseo en la otra persona, regulando la intensidad del encuentro: el toque, las palabras, la cercanía. No darlo todo de una vez: la clave es generar ganas de más.
Cómo saber qué le gusta al otro
Para saber qué le gusta y no le gusta al otro es necesario estar muy atentos, con los sentidos despiertos, el lenguaje corporal habla por la persona: la relajación y la entrega indican placer; la tensión o contracción señala disgusto. Sin embargo, la comunicación verbal (decir claramente lo que me gusta y lo que no) es una herramienta muy poderosa. Siempre cuidando decir lo que me gusta y siendo delicados en la manera de comunicar que prefiero otra cosa (no decir: “lo estás haciendo mal”, porque cortará el clima, sino: “me encanta cuando hacés eso, ¿probamos así?”). Y por supuesto, no durante el encuentro sexual, sino en otro momento en una conversación dedicada al tema.
La historia previa y el ahora
Cada persona trae a cada uno de sus encuentros toda su historia. Pero si puede conectarse con el aquí y ahora de este vínculo y ver qué trae y propone, será posible deshacerse de miedos, tabúes y condicionamientos que existieron en el pasado y no se sabe si hoy tienen sentido, con esta persona en particular. Si estamos por primera vez con alguien, toda la situación es nueva, incluso nosotros mismos. Es posible ser creativos y frescos en cada uno de nuestros encuentros.
Lic. Verónica Kenigstein