La relación existente entre la sexualidad y el estado anímico, es algo que se nombra como al pasar o a lo sumo se le dedican unas pocas líneas en los artículos y escritos especializados en sexualidad humana, sin profundizar mucho en la relación de estas dos cuestiones; es como que se da por sentada la relación existente y punto.
Pero no es una cuestión menor y quizás lo mejor sería comenzar preguntándonos el ¿Por qué la sexualidad esta relacionada o influye sobre el estado de animo?
En todo caso la respuesta la encontraríamos en los orígenes de la vida, más precisamente en el origen o inicio de la vida de cada uno de nosotros.
En la infancia muy temprana, siendo aún muy pequeñitos, nos vamos dando cuenta que hay diferencias entre los cuerpos de una mujer y el de un hombre; mamá y papá no son iguales, tienen peinados y largo de cabello distintos, visten de forma diferente, la voz de cada uno es distinta, mamá tiene pechos abultados y papá no, en general las caderas de mamá son más anchas que las de papá y otras diferencias más.
Pero la diferencia principal que va a observar un niño o niña, es que papá tiene un pene o pito y mamá no.
Por lo tanto ellos van a poder identificarse en esa diferencia, según tengan pene o vulva.
Cuando logran darse cuenta de esa diferencia habrán aprendido y sabrán que son niñas o niños, en otras palabras tendrán una identidad sexual o de género.
Esta identidad es la base sobre la cual se va construyendo la personalidad individual de cada uno de nosotros.
Entonces se nos muestra con claridad el porqué, el ejercer una buena vida sexual es tan importante para la persona, porque la sexualidad se relaciona directamente con los cimientos mismos de nuestra personalidad.
No se puede decir de todos pero a muchos les habrá ocurrido, que al tener problemas sexuales con su pareja, surgen conflictos, discusiones, agresiones en cualquier aspecto de la convivencia.
La persona está presa de un sentimiento de frustración e insatisfacción.
De la manera contraria cuando las personas mantienen una vida sexual placentera, activa, sana y libre de mitos y prejuicios; lo más probable es que se sientan a gusto con su pareja y surjan los sentimientos de amor, de cuidado, de respeto por el otro y todo esto hace que la relación total sea de gran calidad emocional y afectiva.
¿Y la salud?
Si vamos un paso más allá, ocurre muchas veces que una persona que padecía una afección física, al iniciar una relación de amor y sexual activa, el problema orgánico desaparece, la persona se ha curado.
¿Pero como es esto posible? La explicación es bastante sencilla, dados los conocimientos que hoy poseemos.
Sabemos que nuestro organismo posee un sistema inmunológico que nos protege de enfermedades de todo tipo, pues bien este complejo sistema es fluctuante en su efectividad y su accionar, va variando de minuto a minuto.
Cuando estamos sometidos a estrés, frustraciones, agresiones; el sistema inmune disminuye su eficacia y por lo tanto somos presa fácil de las enfermedades. De modo contrario cuando estamos alegres, optimistas, serenos, satisfechos; el sistema inmune funciona a pleno y es mucho más difícil que nos enfermemos e incluso como en el ejemplo que mencionamos podemos fácilmente curarnos de algo que padecíamos.
Un mecanismo que se retroalimenta
Entonces si la práctica de una sana sexualidad influye directamente en nuestro estado de animo y en nuestra salud de manera altamente positiva, podemos deducir que estar en ese estado “positivo” posibilita el que queramos seguir manteniendo relaciones sexuales a un buen ritmo personal.
Porque todos sabemos que si estamos mal de ánimo en general no tenemos muchos deseos de mantener relaciones sexuales y nuestra sexualidad en general se nota disminuida.
Entonces estaríamos ante un sistema emocional que en cierta forma se retroalimenta, en otras palabras se potencia a si mismo.
Sería como que si estamos bien queremos seguir estándolo, haciendo lo que nos gusta, siendo esta condición la que nos lleva a su vez a repetir la experiencia placentera.
¿Y que ocurre con nuestra autoestima?
La autoestima podemos comprenderla como un sentimiento íntimo, propio del valor que nos damos a nosotros mismos. O sea cuan valiosos nos sentimos.
Pero a pesar de que es un sentir individual tiene mucho que ver con lo social, con los demás, con el otro; porque en la autoestima propia también está presente, algo así como, lo que nosotros pensamos que los demás piensan de nosotros.
Y este sentimiento es válido en toda nuestra vida, que es una vida de relación con otro u otros.
Justamente en la expresión y ejercicio de nuestra sexualidad es uno de los ámbitos donde más estamos expuestos a otra persona.
La intimidad nos expone, nos desarma; quedamos más expuestos al reconocimiento del otro.
Exponemos nuestro cuerpo tal y como es, lo ponemos en juego, siempre a la espera de una aceptación, de despertar en el otro el deseo y si es posible, el más intenso de los deseos.
Si sentimos que somos valiosos y apreciados en la intimidad por otra persona, a no dudarlo que nuestra autoestima se fortalecerá, en términos de la bolsa de valores, nuestras acciones estarán en alza.
Como vemos el poder vivir una sana sexualidad, no solo tiene efectos positivos sobre nuestra vida sexual, sino que desborda la misma e influye de forma benéfica sobre nuestras relaciones de pareja, nuestras relaciones con las personas en general, nuestro estado de animo, nuestra salud física, nuestra autoestima, nuestra actividad diaria tanto hogareña como laboral.
En definitiva la sexualidad influye sobre toda nuestra vida y la de las personas que nos rodean, en especial de nuestra familia.
Pues entonces debemos hacernos “responsables” de nuestras necesidades sexuales, asumirlas y no negarlas y luego buscar los medios para realizarlas.
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