¿En qué piensa usted si le mencionan “una buena relación sexual”? ¿En las escenas de una tórrida pasión ó en el intenso apasionamiento de su luna de miel y sus primeros tiempos de casado/a?. Así es como mucha gente imagina que deben ser sus relaciones íntimas. Sin embargo, si se empeña en medir su vida sexual, dentro del matrimonio, por esos patrones irreales, terminará por sentirse desilusionado/a. Seamos sinceros. El romance estilo Hollywood tiene muy poco que ver con la vida real. Y las parejas que son un poco listas no se atormentan tratando de que su vida íntima sea algo tan maravillosamente paradisíaco. Desechando, pues, esas fantasías “de novela” o “de película”, ¿qué criterios se aplican para que podamos decir que existe “una buena relación sexual”?
Varios eminentes sicoterapeutas coinciden, con muy pocas variaciones menores, en estimar que hay siete pautas que deben tomarse en cuenta para despejar, de una vez para siempre, la confusión que se ha creado en torno a cómo debe ser la vida íntima de una pareja casada.
NO ES UNA CUESTION DE FRECUENCIA
Supongamos que una pareja tiene relaciones íntimas una vez a la semana y otra las tiene una vez al mes. ¿Cuál de las dos es una buena relación sexual? Mi respuesta es que todo depende. La libido de una pareja debe estar sincronizada. Esto quiere decir que deben tener sexo con la frecuencia que les sea necesaria para sentirse felices. Si una vez al mes es suficiente para ellos, ¡perfecto! No hay que calificar de “mala” ni de anormal” esa relación. El hecho de que otras parejas prefieran una frecuencia mayor no tiene nada que ver. ¿Por qué va esa pareja a preocuparse, simplemente porque lean en una encuesta que los matrimonios deberían tener relaciones íntimas cuatro veces por semana? En esto de la frecuencia, ciertamente no hay regla fija.
El problema surge si ambos cónyuges no se sienten satisfechos con la frecuencia de esas relaciones, o si las están evitando porque confrontan en su matrimonio otros problemas que repercuten negativamente en la intimidad de la pareja. Yo creo que las mismas parejas se dan cuenta cuando tienen algún problema en su relación sexual, y no es una cuestión de frecuencia. Pueden existir problemas, por ejemplo, cuando muy a menudo uno de los dos se va muy temprano a la cama y, cuando el otro llega a acostarse, ya se ha dormido profundamente. (Esto puede ocurrir de vez en cuando, y es normal, pero si sucede sistemáticamente, puede ser señal de que algo ha empezado a marchar mal). O si uno de los dos hace un hábito de quedarse levantado hasta muy tarde en la noche, mirando la televisión u ocupándose de diferentes tareas. En casos así, marido y mujer deben tener la sinceridad y el coraje de admitir el problema y conversarlo. No hacen falta largos y elaborados parlamentos. Una frase tan sencilla como “nuestra relación podría mejorar” es muchas veces suficiente para que la situación se resuelva a tiempo, antes de que se haga más compleja.
Recordemos también que la relación sexual dentro del matrimonio va pasando por distintas fases. Por ejemplo, en los meses siguientes al nacimiento de un bebé, es normal que la intimidad se haga menos frecuente e, incluso, que la libido no se experimente con tanta intensidad, pues ambos padres pueden verse con menos tiempo, menos energía y más preocupaciones. Los resultados del estrés también pueden afectar temporalmente la buena marcha de las relaciones íntimas, y eso es normal (problemas económicos, exceso de trabajo, enfermedades en la familia cercana, pérdida de un trabajo, etc.). Lo importante es que la dificultad se supere dentro de un tiempo prudencial y no llegue a convertirse en definitiva. Casi todas las parejas bien equilibradas se dan cuenta de que esos “enfriamientos pasajeros” son naturales y no suelen darles mayor importancia, sabiendo que las aguas no tardarán mucho en retornar a su nivel.
AMOR A FUEGO LENTO
Cuando se habla de “una buena relación sexual”, no hay que reducir la idea al acto fisiológico de la cópula, ni pensar en llamaradas devoradores de pasión. Este “fuego” viene muy bien de vez en cuando, y a todas las parejas les gusta compartirlo. Pero también hay un sexo más tranquilo, no al “rojo vivo”, más suave y tierno, y este sexo más discreto es el que debe mantenerse vivo. Las “cumbres de la pasión” son para alcanzarlas de tarde en tarde, no todos los días, ni cada vez que se tienen relaciones íntimas.
El beso, la caricia, la mirada tierna, la palabra cariñosa, nunca faltan en la vida diaria de las parejas más felices y compenetradas... aunque no todos los días tengan relaciones sexuales. Estas parejas saben que la única forma de amarse no es el sexo, y hay días en que son como recordatorios frecuentes de que hay amor, cuentan mucho más de lo que creemos, y sirven como de antesala para que, cuando llegue el momento íntimo, éste se disfrute más plenamente y en una forma compartida.
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