Algunos de mis maestros más inspiradores han sido los animales, quienes con toda certeza son los más grandes ejemplos de vivir en el presente. Mientras que no tienen inteligencia humana para razonar, planificar, imaginar, etc, tampoco están sobrecargados con las complejidades que nosotros mismos creamos. Ellos viven en completa sencillez, sea por bien o por mal. Y en esos callados momentos que compartimos con ellos, ellos traen al momento el poder del presente.
En una noche fría y lluviosa hace varios años, a las 3 a.m., me di cuenta de que había dejado a mi gata afuera. Cuando abrí la puerta del frente, la vi tranquilamente sentada en el primer escalón, mojada y fría. La sequé y cinco minutos después ya dormía acurrucada tibiamente junto a mí en la cama. Comparé su respuesta a cómo reacciona un ser humano:
No hubo drama (Ya era hora de que abrieras la puerta, me estoy congelando), ni culpabilidad (¿Qué te hace pensar que podías dejarme aquí afuera?), ni represalia (No me voy a acurrucar contigo nunca jamás, después de todo esto). Ella no perdió su tiempo en el pasado o el futuro; ella quería aprovechar el momento presente.
Vivimos en un mundo perfecto, con bendiciones tan profundas y vastas, que son demasiado buenas para aceptarlas. Marianne Wiliamson tuvo razón al decir que es nuestra misma luz la que nos asusta; este brillante, sorprendente, hermoso, maravilloso e incomprensible universo pude ser muy bueno para ser verdadero. Y aún así, es verdadero. Cuando nos damos cuenta de él y nos despertamos a él, ya no hay que esperar, ni que anhelar, no hay necesidad de atraer más. Un momento a la vez, lo divino nos baña.
La ley de atracción puede ayudarnos a mejorar las circunstancias de nuestras vidas y es muy valiosa para ese propósito. El riesgo está en comenzar a creer que esto es todo lo
que hay. Nuestros egos son perfectamente capaces de conjurar una cosa tras otra que pensamos que “necesitamos” para poder ser felices. Luego nos encontramos en el mismo laberinto sin salida en el cual están muchos. Como dijo Thoreau: “Vidas en desespero silencioso”, siempre buscando algo más.
Por el contrario, la ley de atención implica una práctica pacífica y
una expansión de la conciencia. La atención es una manifestación del amor, de modo que estar más atentos significa demostrar más amor.
Sabemos esto por propia experiencia: cuando alguien nos pone atención mirándonos, escuchándonos y compartiendo con nosotros, nos sentimos apreciados. Por otro lado, cuando alguien nos ignora, nos sentimos menospreciados, insignificantes, faltos de amor. Mientras más nos concentramos en el presente, más experimentamos “la paz que sobrepasa todo entendimiento”, y más capaces somos de irradiar paz a otros.
El reino de Dios esta disponible; las verdaderas riquezas de la vida ya están aquí. Según
dejamos ir nuestra necesidad de posesiones, de obtener y de poseer, podemos aplicar el poder de la atención para descubrir la verdadera bendición que proviene de vivir libres del “ego” y de las posesiones.
Paula Godwin Coppel
un beso y una linda sonrisa