Ana era una niña morena, algo gordita, con mucho acné y, ni era buena estudiante ni buena deportista. Esta fue parte de la carta que Ana dejó meses después de empezar su último curso de la ESO, cuando no pudo resistir más la presión:
“Soy Ana y necesitaba tu ayuda. No sabía qué hacer. La necesitaba cuando los chicos de mi clase se metían conmigo. Al principio sólo me llamaban foca, gorda y gafotas. Se reían de mi, parece que les divertía. Después,
las bromas se volvieron más frecuentes y desagradables; incluso, escribían notas en mis cuadernos, poniendo groserías. Otras veces, me tiraban las cosas al suelo, para que los demás se riesen de mí cuando las recogía. Tenía ganas de llorar y me sentía desesperada. Sentía que no podía hacer nada porque todos estaban en mi contra. No me interesaba ni apetecía ir al colegio… y dejé de ir… convencí a mi madre de que me dolía la barriga, o la cabeza, y me quedaba en casa… pero fue a peor.
Una compañera, que creí mi amiga, me traía los deberes y me convenció de que debería poner de mi parte… y empezamos a chatear con la clase a través del Messenger, del Facebook… mientras ella estaba conmigo, todo iba bien… pero cuando ella se iba; me insultaban, me menospreciaban, me dejaban en ridículo… Colgaban en mi muro del Facebook frases amenazantes para mi familia y para mi, o fotografías ridiculizantes que no entendía cómo habían podido llegar hasta la red hasta que me di cuenta de todo… mi ”amiga” tomaba fotos con su móvil y, aunque decía que las iba a guardar, en realidad, las caricaturizaba y las colgaba… sólo era una más de ellos y yo… ya no me veo con fuerzas para seguir…”.
El ciberbullying es el uso de los medios telemáticos (Internet, telefonía móvil y videojuegos online principalmente) para ejercer el acoso psicológico entre iguales. No se trata aquí el acoso o abuso de índole estrictamente sexual ni los casos en los que personas adultas intervienen.
El ciberbullying y el bullying o acoso escolar no son tan similares como podría pensarse. En ambos se da un abuso entre iguales pero poco más tienen que ver en la mayoría de los casos. El ciberbullying atiende a otras causas, se manifiesta de formas muy diversas y sus estrategias de abordamiento y consecuencias también difieren. Sí es bastante posible que el bullying sea seguido de ciberbullying. También es posible que el ciberbullying pueda acabar también en una situación de bullying, pero desde luego esto último sí que es poco probable.
Las formas que adopta el ciberbulling son muy variadas y sólo se encuentran limitadas por la pericia tecnológica y la imaginación de los menores acosadores. Algunos ejemplos podrían ser los siguientes:
Colgar en Internet una imagen comprometida (real o efectuada mediante fotomontajes), datos delicados, cosas que pueden perjudicar o avergonzar a la víctima y darlo a conocer en su entorno de relaciones.
Dar de alta, con foto incluida, a la víctima en un web donde se trata de votar a la persona más fea, a la menos inteligente... y cargarle de puntos o votos para que aparezca en los primeros lugares.
Crear un perfil o espacio falso en nombre de la víctima, en redes sociales o foros, donde se escriban a modo de confesiones en primera persona determinados acontecimientos personales, demandas explícitas de contactos sexuales...
Dejar comentarios ofensivos en foros o participar agresivamente en chats haciéndose pasar por la víctima de manera que las reacciones vayan posteriormente dirigidas a quien ha sufrido la usurpación de personalidad.
Dando de alta la dirección de correo electrónico en determinados sitios para que luego sea víctima despam, de contactos con desconocidos...
Usurpar su clave de correo electrónico para, además de cambiarla de forma que su legítimo propietario no lo pueda consultar, leer los mensajes que a su buzón le llegan violando su intimidad.
Provocar a la víctima en servicios web que cuentan con una persona responsable de vigilar o moderar lo que allí pasa (chats, juegos online, comunidades virtuales...) para conseguir una reacción violenta que, una vez denunciada o evidenciada, le suponga la exclusión de quien realmente venía siendo la víctima.
Hacer circular rumores en los cuales a la víctima se le suponga un comportamiento reprochable, ofensivo o desleal, de forma que sean otros quienes, sin poner en duda lo que leen, ejerzan sus propias formas de represalia o acoso.
Enviar mensajes amenazantes por e-mail o sms, perseguir y acechar a la víctima en los lugares de internet en los que se relaciona de manera habitual provocándole una sensación de completo agobio.
Autora: Dolors Mas