Mary Elizabeth Roe nació el 11 de septiembre de 1942 en Duanesburg, una localidad cercana a Nueva York. Su padre, Alton Roe era un empleado de prensa de General Electric y rara vez iba por casa. Fue al instituto local, donde ella tenía que evitar que le pegasen a su hermano menor. Marybeth creció entre la soledad y pocas muestras de afecto. Fue convirtiéndose poco a poco en una mujer solitaria y resentida, pero, sobre todo, con una enorme necesidad de amor y atención.
Antes de finalizar los estudios se marchó del centro y comenzó a trabajar por miserables cantidades en trabajos sin contrato. Poco a poco fue ahorrando para pagarse los estudios de auxiliar de enfermería, profesión que comenzó a ejercer en el hospital Ellis de Schenectady nada más obtener el título.
En el año 1963 fue a una cita a ciegas en la que conoció a Joe Tinning, con quien se casaría en la primavera de 1965. Entre 1966 y 1970 tuvieron dos hijos, a los que llamaron Bárbara y Joseph. La pareja tendría una hija más en el año 1971, una niña llamada Jennifer que nació enferma y que jamás abandonaría el hospital. Poco antes de cumplir dos meses la pequeña Jennifer falleció por una repentina enfermedad que los facultativos diagnosticaron como meningitis.
Los Tinning estaban comprensiblemente consternados. Sólo más tarde pudieron asegurar los investigadores con un cierto grado de certeza, que la muerte de Jennifer fue la única muerte de los hijos de los Tinning que no era sospechosa.
En el funeral, los amigos y vecinos se volcaron en atenciones hacia Marybeth. Le prestaron toda la atención que no había tenido en toda su vida. Tanto cariño la aturdió, pero la hizo sentirse plena y dichosa. Antes de partir hacia el sepelio, Marybeth comenzó un extraño ritual: lavó y planchó perfectamente toda la ropa que le habían comprado a su bebé. Luego la dobló y guardo cuidadosamente, junto con sus juguetes, en una caja de cartón. Selló la caja y la guardó en su casa.
El 20 de enero de 1972 llevaron al pequeño Joseph, de dos años, a urgencias en el hospital donde Marybeth trabajaba. Les dijeron a los médicos que había tenido una “especie de ataque”. Estuvo allí unas horas en observación y, al demostrar estar normal y dar negativo en todas la pruebas realizadas, decidieron mandarlo para casa y le pidieron a su madre que lo mantuviera en observación.
Pocas horas después de abandonar la sala de urgencias, volvieron a llevarlo, aunque esta vez murió practicamente al entrar en el hospital. Marybeth les dijo que lo había depositado en su cuna y que lo había ido a observar cada cuarto de hora. Declaró que la última vez que lo fue a ver, lo había encontrado con la cara azul y envuelto en las sábanas.
Un mes y medio más tarde llevó a su hija Bárbara, de cuatro años, con los mismos síntomas que su hermano fallecido. Los médicos en esta ocasión, alarmados por lo que había sucedido con Joseph, le preguntaron si podía dejarla al menos aquella noche en el hospital para hacerle más pruebas, aunque ella se negó. Al día siguiente por la tarde llegó nuevamente Marybeth con su hija al hospital; Bárbara se encontraba inconsciente y fallecería minutos después. Tras una autopsia, el forense dictaminó que se trataba del Síndrome de Reye (enfermedad grave que se produce con mayor frecuencia en niños menores de 10 años. Se caracteriza por vómitos, síndrome confusional, hepatomegalia, somnolencia e incluso coma).
Algo que les pareció muy curioso a los médicos fue que los tres hijos de su enfermera -las tres muertes se produjeron en el hospital de Ellis, donde Marybeth trabajaba- falleciesen en un plazo de tan sólo tres meses.
En el año 1973 Marybeth volvió a embarazarse, dando a luz un niño al que llamaron Timothy a finales de octubre. El día 10 de diciembre llevaron al pequeño Timothy “inconsciente” al hospital; el niño estaba muerto. Marybeth les dijo que se lo había encontrado así en la cuna, y los médicos lo atribuyeron al Síndrome de la Muerte Súbita.
El 30 de marzo de 1975 Marybeth dio a luz al que sería su quinto hijo, de nombre Nathan. Unos meses más tarde, el 2 de septiembre, se presentó en el hospital de Santa Clara con el hijo muerto en sus brazos. Dijo que estaba conduciendo con su hijo en el asiento delantero cuando se dio cuenta de que había dejado de respirar. Nuevamente, fue diagnosticado como un caso de Muerte Súbita de Lactante ya que no encontraron ninguna otra explicación.
A principios de 1978 decidieron adoptar a un niño, adopción que les fue concedida y que se culminó en el mes de agosto con la llegada de Michael desde el orfanato. Al mismo tiempo que iniciaban los trámites, Marybeth se había quedado nuevamente embarazada y dio a luz el 29 de octubre, dos meses más tarde de la llegada de su hijo adoptado, a una niña llamada Mary Frances, su sexta hija.
En enero de 1979 Marybeth entró corriendo en urgencias con su hija Mary Frances en brazos diciendo que había tenido un ataque, y por fortuna los médicos pudieron reanimarla a tiempo. Un mes más tarde, el 20 de febrero, volvió a entrar con su hija en brazos, esta vez con muerte cerebral. Dijo que había llegado de compras y se la había encontrado así.
Marybeth daría muestra de su extrema fertilidad nuevamente al quedarse embarazada y tener a su séptimo hijo, Jonathan, el 19 de noviembre de 1979. Sin embargo, en marzo de 1980 se presentó otra vez más en el hospital con su hijo inconsciente. Lograron reanimarle rápidamente, pero aún así lo enviaron de urgencia al hospital de Boston para que lo revisasen bien, dado el largo historial de bebés muertos que Marybeth tenía y que podría tratarse de alguna anomalía genética.
Allí no encontraron ninguna razón que pudiese explicar cómo el niño había dejado de respirar, con lo que unos días más tarde lo enviaron de vuelta a casa. El 24 de marzo, Marybeth volvió a entrar en el hospital de Ellis con un cadáver en sus brazos; Jonathan había muerto.
El 2 de marzo de 1981 se presentó nuevamente en el hospital, esta vez con su hijo adoptivo Michael. Le dijo al médico que la atendió que había intentado en vano despertar al niño y que no había manera. Cuando lo examinaron, Michael estaba muerto. Esto empezó a levantar ciertas sospechas, empezando por el origen genético de la muerte de los otros hijos de Marybeth; Michael no era hijo natural suyo y había muerto igual que sus verdaderos hijos.
El 22 de agosto de 1985 Marybeth dio a luz a su octavo hijo, una niña llamada Tami Lynne. En el mes de diciembre, Marybeth se fue de compras con una vecina y compañera de trabajo, Cynthia Walter, quien la dejó en casa en torno a las seis de la tarde. Dos horas más tarde, Marybeth llamó a Cynthia por teléfono y le dijo desesperada que fuese hasta su casa. Cuando llegó, se encontró con la niña tumbada encima de una mesa en pleno cambio de pañales. La niña no respiraba ni se movía, con lo que la llevaron inmediatamente al hospital envuelta en una manta. La niña fue declarada muerta poco después.
El jefe del hospital se alarmó sobremanera ante esta nueva muerte y puso el caso en conocimiento de las autoridades. Se basó en que, aunque jamás había demostrado nada sospechoso y que siempre había sido una madre muy atenta, en todos los casos ella había estado a solas con los niños cuando “enfermaban”.
Un juez se interesó por el caso y solicitó que Marybeth fuese interrogada. Una vez en dependencias policiales, y tras diez horas de interrogatorio, Marybeth confesó haber asfixiado a sus tres primeros hijos, pero dijo no haberlo hecho con ninguno de los otros. No obstante, justo antes de firmar la declaración se retractó y negó todo lo que había dicho, aduciendo que se encontraba muy deprimida por la muerte de su última hija. Fue examinada por varios psiquiatras que, sin dudarlo, diagnosticaron por unanimidad que Marybeth padecía el Síndrome de Münchhausen por poder.
Después de pasar un mes en la cárcel, Marybeth fue liberada bajo una fianza de 100.000 dólares. Inmediatamente realizó procedimientos en la Corte para que su confesión fuera considerada inadmisible en el juicio por asesinato que vendría. Su marido, Joe, quien en ningún momento fue sospechoso de alguna mala acción, estaba comprensiblemente alterado de que su esposa hubiera sido interrogada por un período tan largo de tiempo sin su conocimiento y sin estar un abogado presente.
Marybeth no tuvo éxito en su pedido de que su confesión fuera declarada inadmisible. En 1987, fue sometida a juicio por el asesinato de Tami Lynne. Durante su juicio, el jurado oyó su confesión como le había sido contada a los detectives. Al describir cómo había asfixiado a Timothy, Nathan y Tami Lynne, dijo que lo había hecho “con una almohada, porque no soy una buena madre”. Estaba claro que la confesión era verídica y que Marybeth había asesinado a casi todos sus hijos, excepto al que murió primero.
Marybeth había dado a los detectives todos los detalles de la noche en que tomó la vida de Tami Lynne. Llegó a la casa a las 20:35 horas, después de haber estado de compras con una amiga. Su amiga, al igual que su suegra y su suegro, quienes habían estado cuidando el bebé, se fueron a las 21:30. Puso a Tami Lynne de cuatro meses en la cuna. Marybeth relató:
“Intenté darle el biberón, pero no lo quería. Ella alborotó y lloró por una media hora. Finalmente se durmió. Entonces me fui a la cama”.
“Estaba por dormirme cuando Tami se despertó y empezó a llorar. Me levanté y fui a la cuna e intenté hacer algo con ella para que dejara de llorar. Finalmente, usé la almohada de mi cama y la puse sobre su cabeza. Lo hice hasta que dejó de llorar. Cuando finalmente levanté la almohada, ella no se movía. Le grité a Joe y le dije que Tami no estaba respirando”.
La confesión fue un escalofriante relato de un asesinato a sangre fría. El 19 de julio de 1987, Marybeth Tinning fue encontrada culpable del asesinato en segundo grado de su hija Tami Lynne. Las autoridades no quisieron seguir investigando acerca de la muerte de los otros 7 niños de Marybeth, por estar completamente seguros que había sido ella la asesina. Fue sentenciada a veinte años de prisión en la cárcel para mujeres en Bedford Hills, en Nueva York. Su emplazamiento para libertad condicional fue en marzo de 2009. Le fue negada la libertad. Paradójicamente Marybeth trabaja como empleada en la guardería de la prisión.
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