El discernimiento es clave para permitir que la sabiduría se manifieste. Y el discernimiento más profundo se consigue en el silencio, porque allí hay claridad.
Desde el silencio podemos distinguir lo real de lo que aparenta serlo. A veces con apariencias tan tentadoramente creíbles que necesitamos mucha, mucha claridad para discernir. Y mucho silencio.
Al principio, creemos que la elección es suficiente cuando podemos separar lo bueno de lo malo. Pero allí es cuando apenas estamos despegándonos de nuestra mente. Sabemos distinguir lo mejor de lo peor y lo útil de lo inútil. Pero nos queda un paso más profundo, donde podamos distinguir lo que “es” de lo que “no es”.
Un profundo discernimiento nos permite hacer un camino espiritual honesto, con integridad. Porque todo lo que no es, simplemente deja de ser una opción en nuestra vida. Incluyendo lugares, personas, situaciones, palabras, cosas o, pensamientos.
Si somos persistentes en mantenernos en integridad, llegará el momento en que no tendremos que elegir, porque solo habrá una opción. Lo que “es”. Y dejaremos de intentar ser lo que no somos para comenzar a ser. Ser de verdad.
(Del libro “Espiritualidad, para una vida más fácil, simple y abundante”)