A lo largo de cualquier relación, sea de amigos, familiar o de pareja, se producen conflictos, tensiones, situaciones injustas, olvidos de cosas importantes, desatenciones…Uno puede tomárselo de muchas maneras. Si la tendencia es a tomárselo en “plan de víctima” se va a sufrir, y se va a hacer sufrir, mucho. Veamos como evitar esos sufrimientos y los tipos de víctima que podemos vivir.
A veces podemos ser víctimas de algo que el otro nos hace o dice con maldad y con voluntad de herir; otras veces nos hace daño involuntariamente; en otros casos teníamos unas expectativas sobre su conducta que no se cumplió (teníamos deseos no expresados o necesidades que esperábamos que el otro adivinara). Sea el motivo que sea uno no tiene por qué quedarse en ese lugar de víctima en el que nos colocó el otro, (o nos colocamos nosotros), sino que puede, y debe, solucionar el dolor o el conflicto cuanto antes.
Para conseguir esto hace falta entrenarse y practicar una nueva actitud hacia nuestras emociones, para distanciarnos de lo que ocurre en ese momento.
Si me cabreo o me siento dolido, o me siento humillado o soy tratado injustamente…lo importante es tomar algo de distancia con uno mismo y poder darse cuenta de lo que está pasando con nuestras emociones, y también con las intenciones o emociones del otro. Muchas veces éste no nos ha hecho nada con deseo de dañar o con voluntad de provocar, sino que se ha limitado a actuar con su manera de ser. Y esa manera de ser puede ser egoísta, o descuidada, o poco empática. O tener un pronto de mal genio. Pero probablemente no sea nada nuevo, sino que sea conocido por nosotros, y en todo caso sea algo que viene en el lote con esa persona con la que hemos decidido relacionarnos.
Por tanto si mi pareja o mi amigo es de una manera, tengo que intentar conocerle, para pedirle que no me haga determinadas cosas que me duelen, y prevenir y limitar lo que sé que no puede cambiar. Y si soy yo el que no pide lo que necesita o desea, tengo que aprender a ser más claro y pedir activamente. Es decir, transformo mi posición de víctima (que es pasiva) en algo activo: le pido (lo que quiero que me haga y lo que no me haga), hablo con él o ella, intento encontrar soluciones, y en todo caso acepto concientemente que si no puede cambiar, no voy a darle demasiada importancia a su forma de ser, que me puede molestar o herir. Voy a aceptar la frustración de mis deseos o necesidades que no puede satisfacer. No voy a sentir que me quiere hacer daño voluntariamente, cuando no sea así, y voy a intentar compensar su conducta, sus carencias o su forma de tratarme.
Si es necesario le voy a poner límites, por ejemplo, alejándome si me daña, o mostrándoselo en el momento, como haríamos si alguien nos pisa sin querer.
Puede ser que creamos que por sentirnos mal podemos tener un poder: el de generar compasión o culpa en el otro…y ese no es el camino para que la cosa cambie.
Ir de víctima, puede ser la manera de llamar la atención del otro, que nos haga más caso, que nos quiera más. Pero al quejarnos y reprochar creamos en el otro una reacción contraria a la deseada; igual ni se lo esperaba, pues no creía habernos hecho nada, o le avergonzamos y culpamos de algo que considera injusto.
Maltrato
Puede ser que estemos atrapados de verdad en una dinámica de maltrato, por temor a perder el amor del otro o su presencia, y aceptemos el sufrimiento inconscientemente. Lo que no tiene sentido es quejarse del maltrato, verse una víctima impotente, y quedarse ahí, jugando un rol de sufrimiento. Es un modo de sentirse desvalorizado, no querido. Hay que identificar esa dinámica y ver si el otro nos quiere herir y nos aguantamos. Por eso es importante luchar contra esa situación y, si no podemos salir solos, debemos pedir ayuda, incluso de un profesional.
Algunas carácterísticas que favorecen la dinámica de maltrato
1.Sentir mucha dependencia del otro.
2.Tener miedo al abandono.
3.Sentirse desvalorizado por el otro y aguantar humillaciones.
4.Tener que ocultar la situación de insultos, amenazas o peleas, para evitar peores consecuencias.
5.Tener la vida muy controlada y no sentir libertad.
6.Sentirse una posesión del otro.
7.Depender económicamente o físicamente.
8.Sentirse culpable por cualquier cosa y justificar el mal comportamiento del otro.
9.Haber aguantado situaciones similares en la propia familia.
10.Creer que queriendo al otro y tolerando la injusticia, la cosa va a cambiar.
En algunos casos se llega a tolerar la agresión física y esa es una señal de alarma gravísima, pero en general es mucho más sutil y se acepta una sucesión de vejaciones, desprecios, rechazos, insultos, descalificaciones…que pueden ir a más.
No tenemos ni que ser víctimas de nadie por su mal carácter, ni tender a “ir de víctimas” como forma de comunicación con otros. Tenemos derecho a ser felices y a disfrutar de una vida sin violencia ni sufrimientos innecesarios. Así que manos a la obra.
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