En el murmullo isnomne del arroyo
cuando yo esté muerto, te seguiré hablando.
En el suave susurro de los bosques,
cuando yo esté muerto, te seguiré hablando.
En la voz incolora de la lluvia,
cuando yo esté muerto, te seguiré hablando.
En el viento que enreda tus cabellos,
cuando yo esté muerto, seguiré contigo.
En el polvo que huellas a tu paso,
cuando yo esté muerto, seguiré contigo.
En la flor que engalana tus jardines,
cuando yo esté muerto, seguiré contigo.
En la cumbre que mira desde el monte,
cuando yo esté muerto, te verán mis ojos.
En la nube que flota sobre el viento,
cuando yo esté muerto, te verán mis ojos.
En la luz azulad de la estrella,
cuando yo esté muerto, te verán mis ojos.
Búscame, cuando muera, en el guijarro,
y en la tímida brizna de la hierba, y búscame en la fuente;
y búscame donde haya corazones,
porque estaré viviendo en mis canciones
más allá de la muerte.
Por Julián Castillo Rincón