Algo hay que hacerLa felicidad no es un estado de gracia excepcional. Eso de radicar la felicidad en lo excepcional, en momentos sobresalientes de la existencia, en lugares exóticos, en llegar a tener objetos maravillosos, nos ha hecho mucho daño en la cultura de Occidente, y probablemente en todas las culturas funcione de la misma manera, una manera falsa y decepcionante.
La felicidad es un paréntesis, un paréntesis de luz, es el pájaro que pasa desde la oscuridad por el palacio y vuelve a la oscuridad, según la metáfora de antiguos poetas anglosajones.
No se tiene felicidad, no se obtiene, pero sí puede uno educarse para ella. La felicidad es sensibilidad. En la sensibilidad frente a los acontecimientos, inclusive los tristes, puede brillar la felicidad, ya que, como todos habrán experimentado alguna vez, hay dulces tristezas. Por ejemplo el rostro de nuestra madre que nos mira desde un retrato. Es triste que no esté; es dulce que haya estado. Pero la sensibilidad depende de que yo la cultive, la pula, la adiestre.
No son las cosas que pasan las que nos hacen felices, sino la conciencia que uno va tomando de las cosas que pasan, la apertura mental, el saborear este instante que no deja de ser lo que es. Porque no podemos dejar de ser, no podemos sino estar, y estar es estar haciendo.
La idea de un dios Hacedor es típicamente hebraica; la mente hebraica no concibe de otra manera ninguna existencia. Si Dios existe, está haciendo. El ser es el hacer. Y Dios se presenta como modelo para el hombre. Por lo tanto, haciendo uno se hace.
Allá por los siglos IV y V, a los sabios talmudistas, les surgió el gran problema: ¿qué era Dios antes de crear el mundo? En otra cultura eso no sería problema, porque Dios es, haga o no haga. Para el hebreo, ser y hacer son una equivalencia total y absoluta. En consecuencia, ¿qué era Dios antes de hacer el mundo? Dios, a pesar de ser Dios, no podía eludir la prisión del hacer. Tenía que hacer algo. ¿Y qué podía hacer? Dios es hacedor de mundos, según nos relata la Biblia. En consecuencia, resolvieron los sabios este interrogante diciendo:
-Antes de la creación, Dios hacía y deshacía mundos.
Esta idea, por suerte, coincide bastante con las percepciones actuales de la física como el "big bang" y otras apreciaciones de sucesivos mundos que se hacen y se deshacen por su cuenta. Este mundo, el nuestro, es el último de esa cadena por ahora, que seguirá prolongándose hasta todas las eternidades.
Un amigo leyó estas páginas y me dijo:
-Planteaste la pregunta de qué hizo Dios antes de crear el mundo. Pero falta saber qué hace ahora, después de crear el mundo.
-Ahora -le respondí- lo que hace es contemplarte para ver qué estás haciendo con el mundo que El hizo.
No le gustó demasiado la respuesta, y se fue rápidamente porque, según dijo, se le iba el tren.
Fuente:
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